ERP. La proximidad de las elecciones es como la temporada de circos por Fiestas Patrias. Los payasos se enseñorean por calles y plazas. Contorsionistas y trapecistas capturan la atención del público. Unos con sus acrobacias provocan la ilusión de tener un cuerpo de jebe. Los alambristas en la cuerda floja demuestran que sus piruetas son posibles y que bastaría un segundo de distracción para caer por los suelos.
Por: Miguel Godos Curay
Periodista
Por eso los aplauden. Pero en la pista del circo todo está calculado. El salto en el aire de los equilibristas requiere cálculo matemático y precisión. Acróbatas, funambulistas, magos, guapas bailarinas y payasos son el elenco del circo. El tiempo que dura la función hasta el momento de la venta de turrones está siempre bien calculado.
Igual sucede en vísperas de contiendas electorales. El pito ya anunció el inicio de la función por eso menudean contorsionistas ideológicos, equilibristas del oportunismo, domadores de fieras por ahora escasos. Nos sorprende el desfile de payasos que tienen una remota y pervertida idea de lo que es la política, enanos intelectuales y turroneros de todos los colores que pugnan por las preferencias electorales. La payasada mayor es la cédula de votación, un genuino rosario de desencantos.
Aunque pinten y repinten muros nadie los conoce. Los anuncios en las redes sociales son vergonzosos atisbos de pobreza por tantas propuestas desatinadas y sin sentido con total ignorancia de la realidad regional. El circo se vive en el seno de las agrupaciones políticas y sus símbolos. En los propios municipios en donde muchos alcaldes con aspiraciones electoreras se desviven entonando como himno de campaña la vaca lechera y la gallina turuleca de Yola Polastri. Con tal perfil político no elegiría a ninguno de ellos la sensatez ciudadana.
Por supuesto, con tales alhajas cívicas elegir payasos es un fiasco. Una absoluta irresponsabilidad. Basta leer a las luces de la razón que se trata de listas de buenos para nada. Sólo basta adjuntar el prontuario de sus yerros en el ejercicio de cargos públicos. Suman por docenas los defraudadores de la Sunat, traficantes de tierras y estupefacientes, delincuentes, mercachifles a la orden de directivas políticas sujetas a capos dirigenciales. No existe la ideología política, existe el oportunismo. No existe trayectoria profesional ni siquiera un asomo por la universidad. Se trata de vivarachos de un circo en la víspera. Genuinos payasos.
Por supuesto no faltan los acopiadores de billete que venden sus listas municipales de candidatos al mejor postor. A más billete mejor ubicación. No existen tampoco planes de gobierno los que se compran en la víspera. Muchos de estos, entre comillas, documentos electorales no existen. Solo listados para engañar tontos y engatusar cojudos y recojudos que forman parte de la larga caravana de ingenuidad que hoy menudea por parques y plazas.
Escasos son los candidatos con profesión y oficio. Menudean empresarios favorecidos por el salpicón del oportunismo y sin capacidad de riesgo por donde se les mire. Son lobas hambrientas que quieren llegar a las alcaldías por aquello que en el país de los ciegos el tuerto y el virolo pueden llegar a ser reyes. No hay más. Muchos se interrogan en cuántos meses exprimiendo las arcas municipales recuperarán su inversión de campaña electoral. Son los uñas largas sin honestidad ni decoro.
Se les hace la boca agua por el presupuesto municipal. Para ellos no existe el servicio desinteresado a la ciudad pues todo se cobra. Junto a ellos al filo de la raya están las empresas contratistas que reparten billete según el color de las preferencias ciudadanas en los próximos meses. La ignorancia cívica es un despelote. Por el momento la gente prefiere a los payasos que hacen reír poco importa su inexperiencia. Así como estamos en cultura cívica probablemente el próximo alcalde sea el payaso Trolón al que le encanta el billete en toda ocasión. La metáfora más acabada de las próximas elecciones es el circo pero no el romano en cuya función competían gladiadores. Sino el festín mordaz y la ironía de los payasos.