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Sáb, Sep

Las angustias de la ciudad de Dios

Miguel Godos Curay
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ERP. Las ciudades como sus habitantes tienen personalidad. Una ciudad es un espejo que refleja el modo de ser de sus vecinos. Cada rincón tiene una nota distintiva que la hace diferente de otras. Hay ciudades que agonizan efímeras, urbes de vida corta pobladas por fantasmas que ayer le dieron sustancia a su existencia. Otras quedaron postergadas para siempre, olvidadas en los litigios familiares por herencias que se reparten como botín de filibusteros que todo se lo comen a pedazos.

Por: Miguel Godos Curay
Periodista y docente universitario

Otros desprecian el pasado y festinan la destrucción de las viejas casonas que se caen a pedazos. Otras son rincones apacibles, silenciosos donde moran lo sueños y los deseos. Otras temen la arremetida y los arrebatos de la caprichosa modernidad aún recuerdo se enlosetó el ayuntamiento con baldosas que hoy están hechos añicos.

Hasta los tristes árboles de la plaza principal languidecen heridos de muerte. Hoy son el gimnasio decrépito de las ardillas donde se reproducen cada 40 días. Las nuevas camadas sin tener que comer en los árboles lánguidos buscan las manos de los visitantes en pos de galletas y no mueren. Se han tornado en ardillas sociales por las urgencias del hambre. De la última remodelación estofada y estafada sólo quedan las visibles huellas de la mala factura de los trabajos.

Las pilastras de la plaza se han llenado de placas conmemorativas del bicentenario de la libertad de la patria. Aún queda el inocultable recuerdo de los yerros de la improvisación y la huachafería. La libertad, marmórea escultura observa la ciudad con curiosidad estupenda. Le impresiona el vaivén del cabildo convertido en una tramitadora interminable. En el sopor de la tarde su presencia es obligatoria en todos los registros fotográficos.

Sus ojos son testigos del infortunio e inolvidables recuerdos. La Pola como la llaman. Es un misterioso recuerdo de Policarpa Salavarrieta la patriota colombiana. La Pola en tiempos de montoneras vio desfilar las turbas de la comuna y horas más vio sacar los chicharrones humanos de la más criminal tragedia. A balazos se mataron los hermanos. Y las madres y las viudas concurrían a la plaza rosario en mano rezando por los muertos invocando le guarden turno al Prefecto Fernando Seminario Echeandía en el infierno. Aquel enero de 1883 la hacienda se enfrentó con la comuna.

La ciudad se desmorona en el olvido en la matraca histórica risible de fundir y confundir la fundación de San Miguel de Tangarará, Tangarara o Tangaralá como anotan los cronistas en 1532 con la fundación de San Miguel del Villar después de muchos trajines en 1588. No hay documento escrito que confirme el aserto se trata de un cálculo aproximado que ignora la plena vigencia de la Pragmática de los diez días del año adoptada en 1584 que dispone se debían omitir diez días (del 4 al 14 de octubre de 1582) para adoptar el calendario gregoriano. Con estos ajustes y desajustes la ciudad celebra dos fechas en una como si se tratara de una pirueta histórica. En realidad desconocen la historia.

La ciudad y sus habitantes han olvidado la historia y su pasado. El alcalde de la cuadrilla ha convertido la ciudad en capital de la cumbia sanjuanera. Un híbrido colombo panameño con sanjuanito ecuatoriano que divierte a las masas en coros multitudinarios de letras tortuosas de infidelidades desbocadas, añoranzas furtivas, sed interminable por aguardiente de la caña. Es el nuevo gusto que compite con los coros que imploran el perdón y el diezmo obligatorio para los pastores y pasto para sus ovejas. Católicos y evangélicos compiten por la fidelidad de sus prosélitos. Creyentes, creyentes torrejas y no creyentes son parte del rebaño de Dios.

Así andamos. Con un pie en el cielo y la otra pata en el infierno. Sucede lo mismo en la administración pública en donde se dilapidan los dineros públicos. Se roba descaradamente y se engaña impunemente. Si viniesen las lluvias diluviales en el próximo verano se desnudarían nuestras debilidades y flaquezas. El agua es vida en todo el planeta en la aldea en que vivimos es un tormento que inunda ciudades y vierte océanos inmundos de basura arrastrados por las aguas. Entonces vivimos del frejol de palo y las zarandajas. De los choclos del temporal y las sandías.

Nuestra ciudad con visos de pueblo ya no planta árboles los tala salvajemente por su adicción al cemento y el asfalto. Olvido de pronto que el suelo respira y que los árboles lo protegen. Se improvisa por la falta de seso e ignorancia. Los modelos producto de la copia y la falta de identidad creativa nos han llenado de losetas resbalosas, fierro, árboles talados sin sus bancas de madera para el refresco de los abuelos. Hoy las bancas empotradas de losetas queman los culos por los que nadie se sienta.

La peor amenaza de la modernidad es el poco inteligente “copia y pega”. Los estudiantes no piensan “copian y pegan” las tareas escolares, no leen como antes tampoco entienden lo que leen. Lo que los convierte en brutos potenciales y consumados. Igual sucede en las aulas universitarias en donde docentes que no leen obligan a sus alumnos a leer. El resultado es un fiasco grosero en dónde los trabajos monográficos son “copia y pega” descomunales.

Otros con e pervertido auxilio de la IA inventan autores y endilgan hipótesis sin fundamento citan a autores inexistentes Junto a la cibernética avanzada, existe otra subdesarrollada de softwares piratas que convierte las tesis monográficas en papelería inútil. Tesis de licenciatura y doctorales se copian por cientos y por millares. Los artículos en revistas indexadas son un fiasco risible y repugnante. Pocos trabajos de investigación nacionales se incorporan a los rankings mundiales. La mayor parte de nuestros doctores tienen mala ortografía y sintaxis. Los buenos son pocos. Y los que hablan y escriben correctamente en inglés son como manzanitos solitarios.

Así andamos como cangrejos solitarios en el mundo de la ciencia. No hay producción editorial ni investigaciones serias que aporten significativamente a la ciencia. Los anaqueles universitarios de investigación están llenos de “huevadas” me dijo un conserje. “Eso no sirve para nada ni resuelve nada” prosiguió. Y estamos por creerle. La revolución para el cambio tiene que empezar en la raíz de la universidad que está en las aulas. El diálogo entre maestros y estudiantes convertidos en discípulos en el gobierno mismo de la universidad que no puede ser un refugio del festín de sus presupuestos. Tampoco es una cofradía de favorecidos por el resorte de la incompetencia. La universidad de los cangrejos inmorales no es otra cosa que el injustificado retroceso de la dignidad, la decencia y el decoro.

Diario El Regional de Piura
 

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