ERP/Nelson Peñaherrera Castillo | @nelsonsullana. Durante el reporte en vivo que di para Epicentro TV el 1 de septiembre pasado, al introducir las posibles razones que motivaron al alcalde provincial de Sullana, Marlen Mogollón Meca, anunciar su renuncia (que desdijo 24 horas después), usé una frase premisa que no pensé iba a causar comentarios positivos: “guerra informativa con toques psicosociales”.
Quienes siguieron la transmisión, notaron que la presentadora (y directora de Epicentro TV), Clara Elvira Ospina, lo destacó. A nivel Sullana, entiendo que también gustó a algunos “epicéntricos” (nuestros seguidores), entre ellos, el analista político y ex regidor provincial Fernando Brossard (a quien tuvimos en el programa en octubre de 2023 analizando los fallidos estados de emergencia en Sullana).
Más allá de la celebración, no fue una frase hecha porque necesitaba un gancho para lanzar mi “speech” a cámara. Digamos que es una forma elegantosa de describir un esquema en el que se está usando la presunta existencia de datos con contenido sensible para acorralar a las personas, y, en compensación, para lanzar una cacería legal detrás de los presuntos autores y realizadores de estas publicaciones.
Y, sin ánimo de dar la razón a nadie, aquí sí es claro ese esquema: te notifico en modo performativo que tengo algo que te va a doler y te lo anuncio por todos lados, no como marketing de contenidos sino como una advertencia que sabe a amenaza. “Por si acaso, nuestro equipo tiene más datos que iremos publicando”. “Y muy pronto, revelaciones que remecerán el ambiente político”. Obvio que si eres una persona que vive de ese mundo –la política—, es fácil que entres en pánico. Y cuando las personas entran en esa fase, pueden ser lo mismo tan destructivas como autodestructivas ¿Consecuencia? Un efecto Krakatoa de larga duración pero con daños controlados; mejor dicho, te voy torturando de a pocos hasta que cedas.
A propósito, ¿sí publicaron el dato comprometedor sobre el entorno del alcalde a pesar de su anuncio de renuncia, o no? Tengo entendido que ahora ese entorno está buscando febrilmente al autor de la publicación, y tienen a una persona en la mira, que manifestó su intención de postular en las próximas regionales. ¿Ya van captando por dónde va esta cacería? Y pasa en ambos bandos.
Las elecciones regionales y municipales son, si todo sale bien, dentro de un año.
Ahora bien, algo que tenemos claro en periodismo es que la información se difunde siempre que tenga carácter público, más aún si se comprometen recursos públicos. La tarea es fiscalizar y difundir para que todas las partes tomen las decisiones correspondientes, lo que retroalimenta la cobertura; esto es, si toman la decisión, es noticia, y si no la toman, también es noticia.
Si la información es de carácter privado, no se difunde salvo que ese carácter privado haya trascendido a la esfera pública. Por ejemplo, los Rolex de Dina Boluarte: aparentemente, un regalo personal de altísima gama, pero con la duda sembrada de si acaso se trata de un soborno de cinco cifras (y en dólares) para favorecer obras en uno de los gobiernos regionales del Perú. Bueno, gracias al Congreso, este episodio continuará… Dios sabe cuándo.
Pero, ojo, cuando se difundió, nunca La encerrona le dijo a Boluarte, “por si acaso tengo una información que te desencajará la cara”. Tampoco es el estilo de Marco Sifuentes. ¿Van captando el punto?
Y si el medio se contacta con la fuente antes de publicar, es para balancear la historia conociendo lo que la otra parte tiene que decir; nunca para negociar si se lanza o no se lanza al público.
La industria de los medios sobrevive o crece porque hemos convertido los contenidos en una mercancía, y eso incluye las noticias. Entonces, estamos llegando al punto de comerciarlos al mejor postor a cambio de una movida política, económica o social.
Y cuando no la queremos usar como prebenda, la usamos como puñal modelo Rambo… salvo que muevas forzosamente lo que te pedimos que muevas. Entonces, todo termina siendo un esquema muy light de extorsión. Y lo están haciendo todas las partes en juego. Sí, condicionar a alguien a que haga algo bajo amenaza o advertencia de que, si no lo hace, yo hago algo que va a afectarlo, se llama extorsión. Consulta el DRAE por si quieres salir de dudas.
Obviamente, eso no es periodismo.
En nuestro oficio, se difunde porque hay la necesidad pública o el servicio público de difundir para tomar decisiones. No advierte, no previene, no amenaza. Solo difunde si y solo si todo lo que se diga está corroborado, se puede consultar la fuente, y sabemos quién es el autor del trabajo. Sí, colegas, la firma pesa en estos casos.
Claro que el público tiene su propia dinámica de reacciones, y en esta era en que el dios de muchos se llama “like”, es fácil sucumbir a esta suerte de extorsión sensacionalista solo para ganar suficientes reacciones que activen el algoritmo. En todo caso, la cabra Epicornia de Anuska Buenaluque me parece un mejor recurso editorial creativo que no amenaza reputaciones públicas sino que se burla de los lapsus que ellas cometen. Es más. A la cabra Ya le salió club de fans en Lancones.
Aunque ayuda a pagar las cuentas, el periodismo no busca likes, de primera mano. Busca servir a una comunidad que necesita saber, incluso si lo que tenga que saber no le guste. Porque, como me lo recuerdan a diario, el periodismo no se hizo para agradar, se hizo para servir sin distingo, tomando la verdad como insumo y estandarte. Lo que no encaje ahí, debemos cuestionarlo.