ERP. El 1 y 2 de noviembre es una festividad para recordar a las personas que partieron hacia otra vida; los cementerios son recintos del compartir y revivir lo que fueron sus difuntos, en los exteriores, toda una expresión cultural a través de dulces y otras elaboraciones de harina, son expendidos sobre todo a favor de los niños que llegan al denominado recinto santo. Catacaos es una muestra de esta singularidad.
Recogemos algunos testimonios que nos recrean esta realidad y que se encuentran asociados a los párvulos. Fue su abuela, Margarita Mejía Mendoza, ya fallecida en el 2020, quien hace más de 6 décadas, asumió la tarea de preparar dulces para conmemorar a los niños y parvulitos que ya moraban en el cielo, según el creer y la convicción local.
Mientras, don Antero Sosa, se afanaba con las Roscas de Muertos, en la panadería Don Sosa, se empezaba este ritual, que, nacido en la época republicana, persiste al paso del tiempo, se mantiene manteniendo la tradición y costumbre de un pueblo altamente religioso y que lo evidencia en diversas fechas.
Para Jean Pierre Torres Sosa, este dato, es el motor y motivo, para impulsar el legado de sus abuelos. En su local de Juan de Mori, un grupo homogéneo de 7 personas, están abocadas durante 12 horas a saciar la necesidad de los famosos “Angelitos” en Catacaos.

Este año, espera entregar unas 4 mil bolsitas conteniendo esta dulce tradición que incluye rosquillas rojas, bombitas, Liberal, pastelitos de camote, alfajores y suspiros. Es una promesa, es un gesto, es una convicción de recrear mediante esta acción lo que significaron quienes partieron al más allá.
“En todos ellos debe haber colores llamativos y un sabor insuperable, pues los niños saben reconocer los sabores tradicionales”, nos afirma.
Un detalle, marca estas entregas y es que los suspiros, de varios colores, se cocinan en el frescor de la noche, pues por ser una masa especial, el fuerte calor del horno, si se hace de día, con alta temperatura, no se cocinan o se sobre cocinan.
Su otra característica es que todos se preparan en un horno artesanal y se trabajan manualmente, con lo cual la presencia humana es imprescindible para alcanzar el resultado final.
Desde el 20 de octubre y hasta los primeros días de noviembre, Catacaos, el bajo Piura, la unión familiar se cimenta con unos dulces especiales, “los angelitos”, lo hace manteniendo sus expresiones culturales y la evidencia de una cultura viva que distingue una sociedad imbricada por las tradiciones de sus antepasados, el mestizaje de quienes llegaron hacia el territorio piurano y que se quedaron para sumar lo que los hace diferentes.
“Los angelitos” es una expresión viva que se mantiene en el distrito de Catacaos y otros del Bajo Piura; que tienen panaderías donde se conserva el preparado y sobre todo la fe y creencia que es una comunión con aquellos parvulitos que no cumplieron su ciclo de vida material, pero lo refuerzan que la convicción que más allá existe una vida trascendente.

