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Sáb, Dic

Ramón Castilla, un gobernante a partir de la realidad socio económica del Perú

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP/Miguel Arturo Seminario Ojeda. Hay personajes en la historia nacional, cuyo protagonismo está en la memoria colectiva, evidenciando el reconocimiento de la ciudadanía, que los ha inmortalizado dejándolos para siempre en la historia de los pueblos.

Este es el caso de Ramón Castilla y Marquezado, el peruano que en el siglo XIX, protagonizó una serie de sucesos, asociados a la gesta de la independencia nacional, a la consolidación de la República, al orden constitucional, y a la administración pública, vinculada a la presidencia de la República.

No hay pueblo y ciudad en el Perú donde no haya una calle, colegio, o una institución pública, con el nombre de Ramón Castilla, inclusive hay equipos deportivos locales y regionales que llevan su nombre, en evidente aceptación de popularidad, y de existencia de su nombre en la mentalidad colectiva
Ramón Castilla nació en Tarapacá, entonces comprensión del virreinato del Perú, el 31 de agosto de 1797, hace 219 años, y murió en Tiviliche, casi 70 años después, el 30 de mayo de 1867. Sus biógrafos lo registran como militar y político peruano que fue en dos ocasiones presidente de la República (1845-1851 y 1855-1862).

Como lo reitera Cristóbal Aljovín de Losada, las primeras décadas del Perú independiente fueron convulsas en todos los ámbitos: los caciques continuaron siendo la clase social dominante y la lucha por el poder estuvo regida por el caudillismo, favorecido por la sucesión de conflictos con Colombia, Bolivia y Chile, que facilitaron la toma del poder de distintos dictadores sustentados por oligarquías militares y comerciales.

Pero a partir de 1845, bajo la dirección de estadistas como Ramón Castilla, el país conoció una etapa de prosperidad económica, transformaciones sociales y estabilidad política, originada por la explotación del salitre de Tarapacá, la extracción del guano y el cultivo de la caña de azúcar.

Durante el primer gobierno de Ramón Castilla (1845-1851), la situación política se caracterizó por la estabilidad y el restablecimiento de la vida parlamentaria. La exportación de guano potenció el surgimiento de una nueva clase burguesa de consignatarios y proveyó de recursos al Estado, aunque también acabó hipotecando la economía peruana al Reino Unido, principal importadora de guano.

En su segunda etapa como presidente (1855-1862), Castilla abolió el tributo de los indígenas y la esclavitud, episodio que ha sido estudiado con detalles y nuevos hallazgos al respecto, por el historiador francés, Jean Pierre Tardieu, cuya obra “El Decreto de Huancayo” es de un análisis riguroso, y lleno de información inédita, sobre este peruano, que puede ser considerado como uno de los precursores de la inclusión social, si miramos su accionar desde el siglo XXI.

La agricultura de la Costa inició con Ramón Castilla, un período de auge, especialmente en cuanto al azúcar y al algodón, llegando al país una importante inmigración asiática. De esto queda un gran testimonio en las aduanas de Pisco y Paita, puertos desde donde se exportaban estos productos, tanto en el sur como en el norte de la República peruana.

Ramón Castilla empezó su carrera militar en las filas del ejército español, en lucha contra las fuerzas independentistas mandadas por el general argentino José de San Martín, experiencia que fue vivida por otros tantos patriotas, que si bien al comienzo fueron realistas, esto no fue obstáculo para desarrollar en ellos una consciencia de patria, que los llevaría posteriormente a protagonizar páginas inmortales, en la gesta de la independencia, y en el posterior proceso histórico republicano.

En 1817, Castilla fue hecho prisionero por el ejército patriota, después de la batalla de Chacabuco, y fue enviado a Buenos Aires, se había enfrentado contra el ejército patriota al mando del general José de San Martín, pero consiguió escapar y regresó a Perú, después de un itinerario que lo llevó a Montevideo y a Río de Janeiro, desde donde, en unión con el teniente coronel Fernando Cacho, atravesó las selvas de Matto Grosso, hasta llegar a Santa Cruz (Bolivia), e ingresar de nuevo al Perú en 1818.

En tierra peruana, y hasta entonces con el espíritu realista, con el grado de alférez es agregado al regimiento de Dragones de la Unión, en Arequipa, y habiendo sido destacado a los acantonamientos de Pampas, en este lugar decide servir a la causa de la independencia. En Lima tomó contacto con Torre Tagle, y en febrero de 1822, con el mismo general José de San Martín, siendo incorporado a un escuadrón de Húsares de la Legión Peruana de la Guardia, que estaba destinado para Trujillo y Lambayeque.

Qué fue lo que aceleró el cambio de pensamiento en el joven Ramón Castilla, qué fue lo que lo llevó a pensar en su patria y en su independencia. Indudablemente los realistas sabían de todos los acontecimiento en Lima, estaban enterados que el 28 de julio de 1821 se había proclamado la independencia nacional, y que cada vez era más evidente el deseo de emancipación de los pueblos americanos, contagiado de este entusiasmo, y porque había nacido en tierras americanas, no podía negar un tiempo más, a lo que dentro de su espíritu flameaba con amor por su país, el deseo de independencia.

Castilla era un criollo, hijo del bonaerense Pedro de Castilla, y de Juana Marquezado, los criollos habían estado postergados muchos años de participar en cargos públicos, claves dentro de la administración virreinal, pese a demostrar gran capacidad, igual postergación sufrían los mestizos, y había que terminar con todo esto, lo que solo se lograría con un cambio de autoridades, sustituyendo a las existentes, por patriotas que postulaban un mundo de igualdad. Todo esto con seguridad, habrá influido en Castilla, en su decisión de militar a favor de la patria.

En 1822, como llevamos dicho, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, Ramón Castilla decidió abandonar el ejército español y ofrecer sus servicios al general San Martín. Castilla estuvo en Trujillo y en Lambayeque, primero, y después en Piura, en las tres ciudades trabajó ardorosa y patrióticamente en el reclutamiento, y en la instrucción de los voluntarios.

En 1824 para entonces ya era teniente coronel, e ingresó en el ejército del Libertador Simón Bolívar, bajo cuyas órdenes participó en la batalla de Ayacucho, por la que el Perú consiguió la independencia. No estuvo en la batalla de Junín, donde participó la caballería que él contribuyó a organizar. En Ayacucho estuvo como ayudante del estado Mayor General del regimiento Húsares de Junín. Su prestigio en esta batalla lo señala como el primer combatiente que penetró en el campo realista, sufriendo heridas de bala y lanza, por lo que el mariscal Antonio José de Sucre, lo elogió en el parte de guerra correspondiente.

Como teniente coronel efectivo, en 1825, Castilla fue nombrado gobernador de la provincia de Tarapacá, su tierra de nacimiento, cargo desde el que impulsó una política de talante conservador, opuesta a los criterios más progresistas de Bolívar y en consonancia con los reclamos de la élite criolla. Tarapacá, fue la única provincia peruana que no aprobó la Constitución Vitalicia de Bolívar de 1826.

Después de algunos episodios de 1829, ligados a su defensa por la integridad territorial, cuando se intentó desmembrar algunos departamentos del sur peruano, por obra del general Santa Cruz y sus partidarios, Castilla actuó como fiscal en la causa contra ellos. En 1830 pasó a Lima, actuando como edecán del presidente Agustín Gamarra, con quien fue hasta el Cusco para combatir la revolución federalista motivada por el coronel Gregorio Escobedo. Acusado de conspiración contra Gamarra, fue recluido primero en el Real Felipe, y luego a un pontón anclado en el puerto del Callao, donde enfermó, y fue trasladado al hospital de donde fugó a Chile.

En 1833 lo encontramos apoyando la proclamación de Luis José de Orbegoso como presidente provisorio del Perú, y luego vinculado a episodios militares con el general Felipe Santiago Salaverry, Santa Cruz, Diego Portales, y Agustín Gamarra. Durante la segunda presidencia del general Agustín Gamarra (1839-1841) se le encomendó la cartera de Tesoro, ministerio desde el que Ramón Castilla organizó las primeras exportaciones de guano, producto altamente cotizado como fertilizante en los mercados internacionales. Las exportaciones se incrementaron notablemente a partir de 1845, fecha en que fue elegido presidente de la República.

Mientras tanto, entre 1839 y 1845 se le ve como protagonista en Arequipa, Cuevillas, Ingavi, y Oruro. De vuelta al Perú, se estableció en Tacna en 1842, y al año siguiente, con los generales Domingo Nieto y José Félix Iguaín, integró en el Cusco una Junta de gobierno, que presidió tras la muerte de Nieto. Posteriormente venció a las fuerzas del presidente Vivanco en Carmen Alto.

Castilla en la presidencia

Se afirma que Castilla Fue el primer caudillo que no se apoyó en las armas para llegar al poder político, y en cuyo ejercicio no fue interrumpido por ninguna asonada de parte de sus opositores. Durante su primer mandato desde 1845, que se extendió hasta 1851, las exportaciones de guano se multiplicaron, gracias a sus convenios con la firma británica Anthony Gibbs, que se encargó de su comercialización en el Reino Unido, y la francesa Montané, que hizo lo propio en Francia. Para facilitar su transporte desde los centros de producción, Castilla realizó destacadas obras públicas, entre las que sobresale la extensión de la red ferroviaria (primera línea de ferrocarril entre Lima y Callao en 1851), para cuya construcción, y también para la extracción de guano y las labores agrícolas, se autorizó la entrada de miles de inmigrantes chinos.

Durante su gobierno estableció el régimen de presupuesto para el ordenamiento de la administración, al mismo tiempo introdujo importantes reformas económicas y financieras; bajo su mandato, el país experimentó también avances en el campo de la educación, la defensa nacional y la justicia. PERO QUE FUE LO QUE HIZO POSIBLE ESTA GESTIÓN, de acuerdo a la documentación manuscrita que hemos consultado sabemos que Castilla gobernó estableciendo el binomio ADMINISTRACIÓN – CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD.

Como nos lo hizo conocer el historiador Paz Soldán, una vez que Castilla fue elegido gobernante del país, de inmediato se formaron comisiones de trabajo para levantar un diagnóstico de la realidad del Perú, a fin de invertir en las mejoras que requería una sociedad que se orientaba hacia el futuro, Paz Soldán nos presenta en su Historia del Perú, solamente la medida de los itinerarios que conectaban el país.

Paz Soldán nos hace conocer las distancias que hay desde la Capital de la República, hasta las capitales regionales de entonces, y las distancias de los caminos del interior, expresadas en leguas, de acuerdo a las medidas consideradas en ese tiempo, y que ahora se expresan en kilómetros.

Por parte nuestra, ubicamos en la Biblioteca Nacional, los manuscritos elaborados por las comisiones que recorrieron el país, algunos informes quemados en sus bordes, pero legibles. Es probable que en algún momento los mencionados documentos, hayan sido transferidos a la Sociedad Geográfica de Lima, creada en 1888, y que por varios años funcionó en uno de los ambientes del antiguo local de la Biblioteca Nacional, espacio que también fue presa de las llamas en la década del 40 del siglo pasado, cuando un incendio de grandes proporciones afectó nuestro patrimonio cultural de impresos y manuscritos que custodiaba la Biblioteca Nacional.

La Cámara de Comercio de Piura, asumió la feliz iniciativa de publicar el correspondiente a Piura, que transcribí íntegramente en 1986, y que puede tomarse como modelo, para determinar, porque ese primer gobierno de Castilla, invirtió en obras de desarrollo en todo el país.

Ese documento sobre la realidad socio económica de Piura en 1847, nos acerca a la realidad de la región, ya que además del leguaje de los caminos, presenta todo el potencial económico a explotarse, tanto como las fortalezas, debilidades y oportunidades que el gobierno debía tomar en cuenta para llevar a cabo la obra que se había propuesto.

Hay un registro de precios, comparación de producciones, informes sobre minas, sobre productos agrícolas, y una rica información demográfica, que permitía establecer hacia qué puntos debería orientarse la migración, en los lugares donde hacía falta mano de obra.

Igualmente se describe el potencial urbano, el estado de la ciudad, de la villa o de los pueblos según correspondiese señalando la carencia de parques y jardines cuando hacía falta.

No escapa a este cuadro descriptivo, información sobre el estado de la educación, la calidad de los docentes, y el establecimiento de la relación entre el número de población en edad escolar y el número de escuelas, así como el estado de los locales donde se impartía la enseñanza, es decir, en esto se incidió bastante, Castilla confió en la educación, considerando que mejorarla, asociaría las posibilidades de desarrollo con el futuro del país.

A partir de los informes que recibió en Lima en 1847, de inmediato se proponen alternativas de cambio y mejoramiento, el país lo demandaba, y si leemos los presupuestos de los años siguientes, y las memorias de los ministros de Fomento, del Interior, de Educación, y otros, que se conservan en la hemeroteca y biblioteca del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú, constatamos como se invirtió, en los espacios donde las Comisiones de Caminos lo recomendaron.
Todo esto nos da la pauta, de que los informes no quedaron en letra muerta, se había presentado un diagnóstico de la realidad del país, que de inmediato fue tomado en cuenta por el presidente gobernante, y por el gabinete que secundaba la labor reformadora y de avanzada de Castilla, y de inmediato se aplicaron medidas correctivas cuando fue necesario.

Castilla quería la felicidad social de los pueblos del Perú, por decirlo así, utilizando esta expresión del siglo XIX, la felicidad social, que abarcará sus diferentes aspectos, sin discriminación por ningún indicador, todos los espacios geográficos del Perú tenían necesidades, y no era la misma problemática en cada región.
Es increíble, ningún rincón de nuestro Perú se libró de ser visitado en 1847. Cómo verificamos los cambios y las mejoras que se pusieron en práctica, no solo con los presupuestos y la relación de obras ejecutadas, también lo hemos hecho cuando 20 años después, un viajero imperturbable y enamorado de la realidad del país, recorre los mismos caminos andados por los integrantes de las comisiones de 1847, don Antonio Raimondi, a quien no solo conocemos por la lectura de su obra, “EL PERÚ”, sino, y más ampliamente por la lectura de sus libretas de viaje, donde no se escapa ningún detalle.

Comparando los informes de 1847, con los de 1867 y 1868 de Raimondi, se puede verificar, en cuanto se había transformado el Perú, que mejoras se habían hecho durante los gobiernos de Castilla, de este gobernante genial, cuya trascendencia estamos recordando hoy.

Hoy podemos grabar imágenes en videos con ayuda de las modernas tecnologías de la información, podemos dejar un registro visual sobre la realidad socioeconómica del país, porque en cada época se utilizan los diferentes soportes de la información para registrar los hechos sociales e individuales protagonizados por los grupos sociales. Recordemos, que hace más de 200 años, la realidad socioeconómica del norte del país fue registrada en acuarelas, que permiten evaluar los cambios sociales, obra del obispo de Trujillo del Perú, don Baltazar Jaime Martínez Compañón y Bujanda.

Lo cierto de todo esto es, que Ramón Castilla, el estadista del siglo XIX, gobernó en base a ese diagnóstico de la realidad nacional, que lo llevó al encuentro de la felicidad social de miles de peruanos. A esto tenemos que agregar, que durante su primer gobierno, y para hacer frente a cualquier agresión desde el exterior, inició la modernización de la armada, y dispuso la consolidación de la deuda interna.

En 1851 traspasó la presidencia al general José Rufino Echenique, a quien el propio Castilla había elegido como sucesor, pero pronto se manifestaron las diferencias entre ambos y acabaron enfrentándose militarmente (1854-1855). Castilla, que se había aliado con los liberales, los cuales influyeron en el para tomar la medida de suprimir la esclavitud y la abolición del tributo indígena, acabó recuperando el poder en el año 1855.

Como dije al comienzo, este proceso de medidas que ubican a Castilla en una segunda fase de la independencia, libertad e igualdad de los peruanos, lo ubican como uno de los precursores de la inclusión social, era una gran cantidad de peruanos, los que hasta ese momento estaban privados de una serie de derechos, y sobre los que pesaba una carga pesada impuesta doblemente por los hombres de la República, que continuaron con la explotación del indígena y la esclavitud de los negros.

Durante su segundo mandato, que se prolongó hasta 1862, promulgó una nueva Constitución de tendencia liberal que sería la más longeva de la historia del país (con una breve interrupción, estuvo vigente hasta 1920), y declaró la guerra a Ecuador (1859), de la cual salió victorioso al conseguir la ocupación de Guayaquil, que condujo a la firma del tratado de Mapasingue También se produjeron incidentes bélicos con Bolivia, especialmente por el contrabando. Finalizado su mandato, y de acuerdo con la nueva Constitución de 1860, se celebraron elecciones y Castilla traspasó el poder al vencedor, Miguel de San Román.

La historiografía valora positivamente la figura de Ramón Castilla, juzgándolo como uno de los principales artífices de la estabilidad política y de la reactivación económica que se produjo a partir de 1840, que permitió al Perú afianzar la estructura del Estado y mejorar su proyección como país. Apoyándose en el descubrimiento del guano, la joven República peruana inició el despegue hacia la configuración de un Estado moderno, aunque fuertemente anclado en la Costa y en detrimento de la Sierra, y primando el desarrollo de la gran propiedad agrícola.

El Museo Electoral y de la Democracia del Jurado Nacional de Elecciones conserva imágenes y objetos originales vinculados al presidente Ramón Castilla, asociados a su trayectoria relacionada a la administración del Estado peruano, tales como medallas de reunión del Congreso Americano de Lima de 1847, la medalla conmemorativa por la Constitución promulgada en 1860, las leyes electorales que se dieron en su gobierno, medallas asociadas a sus obras, fotografías, y otros objetos que son verdaderos documentos que han registrado el paso de este gran hombre por nuestra historia.

Que diría Ramón Castilla, hoy, que a casi 150 años de su muerte, el país vive una realidad nueva, ahora que la mujer tiene una existencia social plena, ahora que la mujer tiene representación política, elige y puede ser elegida, ahora que existen ministerios cuyos nombres reflejan los propósitos de los gobiernos, asociados a la igualdad política y de reconocimiento a todos los hombres y mujeres nacidos en el Perú, como el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, y el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social.

A 150 años de su muerte, la figura de Ramón Castilla es de permanente actualidad, en él se inspiran gobernantes que lo tienen como paradigma, estudiantes que descubren en Castilla a un modelo para servir a la patria, en él se transparenta un modelo de amor al país, motivo que congrega nuestra presencia el día de hoy.

Hoy estamos en su casa, en el espacio donde protagonizó grandes páginas de su vida, este espacio, que tanto como el Panteón Nacional de los Próceres que guarda sus restos mortales, son santuarios asociados a la memoria de este “Soldado de la ley”, que tuvo una visión clara con respecto al futuro del país, lo que lo sitúa como un estadista de recuerdo inmortal, y que nos lleva a decirle siempre, MUCHAS GRACIAS MARISCAL RAMÓN CASTILLA.

 

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