ERP. Hace unos meses, por la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia del Perú, la Municipalidad Metropolitana de Lima editó un libro sobre los Gobernantes y Presidentes del Perú, en el que se da a conocer la trayectoria de cuantos peruanos han ejercido el poder, desde diferentes modalidades, constitucionales o no, democráticos y antidemocráticos.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia del JNE
Ramón Castilla es uno de los personajes de la historia nacional, que está en la memoria colectiva, no hay lugar en el Perú, donde una calle, avenida o barrio lleve su nombre, además de instituciones que se nominan con el apelativo de quien procuró la libertad de los afrodescendientes en el Perú.
Castilla nació en Tarapacá el 31 de agosto de 1797, y desde joven se enroló en el ejército realista, combatiendo contra los patriotas, esta etapa de su vida está llena de episodios, como el haber atravesado la selva brasileña, para retornar al Perú, después que se alejó del virreinato.
Al parecer las actitudes patriotas de Castilla se asomaron poco después, reflexionó que era un hijo de la patria que venía luchando por la independencia, y asimismo, debió comprender que era un proceso indetenible, que la libertad de América hispana sería un hecho que no se dilataría. Se incorporó al ejército del general San Martín, y empezó a luchar a favor de la patria que lo vio nacer.
Proclamada la independencia, fue destinado a Piura, donde en parte se ocupó del enrolamiento de soldados para la patria, la naciente república necesitaba de hombres que la defendieran, no solo del dominio hispano, sino de cualquier otra pretensión extranjera, que pretendiera convertir a las ex colonias hispanas, en protectorados británicos, y de otros países.
Consolidada la independencia, con Junín y Ayacucho, vemos a Castilla, actuando en la batalla de Ayacucho, del 9 de diciembre de 1824. Consolidada la República, continuó con su carrera militar y política, y obtuvo puestos públicos, entre los que se contó la subprefectura de Tarapacá, en 1825, y la prefectura de Puno, en 1834, estuvo vinculado n los gobiernos de Agustín Gamarra y Luis José de Orbegoso.
Cuando se intentó fraccionar al Perú, con la conformación de la Confederación Peruano Boliviana, Castilla estuvo en desacuerdo, razón por la que participó en la batalla de Yungay, en la que se derrotaron esos intentos de separar al Perú en dos estados, el Nor Peruano, y el Sur Peruano, unido a un tercer estado: Bolivia.
Participó en el proceso de elecciones generales de 1845, resultando vencedor, por lo que asumió la presidencia del Perú, llevando a cabo un gobierno que dejaría huella, como el haber creado una comisión especial que recorriera el país, levantando una verdadera radiografía socio económica del Perú, con miras a medidas correctivas, y orientadas al desarrollo de todo el Perú.
Su gobierno se destacó por la estabilidad institucional del Perú, cesaron un poco las disputas de los militares por el poder, dando una tregua a la anarquía que se vivía. Durante su gobierno se vivió la bonanza por la riqueza del guano y el salitre. Le sucedió en el cargo, en 1851, el presidente José Rufino Echenique, contra el que encabezó una revolución en 1854. Tras su triunfo, decretó la anulación del tributo indígena, y la abolición de la esclavitud, a través del Decreto de Huancayo, aspectos que han sido estudiados por el historiador francés, Jean Pierre Tardieu.
Tras el intento de una nueva revolución, murió en el desierto de Tiliviche, el 30 de mayo de 1867.