A propósito de la fundación de Sullana el 8 de julio de 1783
ERP. Hay figuras que dejan huella perdurable, y se quedan para siempre en la memoria colectiva de los pueblos, uno de ellos es don Baltasar Jaime Martínez Compañón, personaje ilustre dentro de la historia del episcopado hispanoamericano, quien pastoreó la diócesis de Trujillo del Perú, en momentos de gran convulsión social, que evidenciaban el deseo de independencia en el virreinato en el que pronto se restituiría el Estado soberano, cuya trayectoria se interrumpió, en 1532.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Responsable del Museo Electoral y de la Democracia de la DNE del Jurado Nacional de Elecciones
Estando el Obispo en Piura en julio de 1783, previo informe del corregidor José Vicente Zavala y del vicario Luis Freyre de Orbegoso, decidió fundar un pueblo en La Punta reuniendo a 2213 personas que vivían en la Jurisdicción de la receptoría en los parajes de Sócola, Monte de Gómez, Cocañira, Huayquirá, Guangalá, La Punta, Río Seco, Jíbito, La Capilla y Marcavelica, de los cuales 375 eran indios casados y 156 Españoles y Mestizos.
Para la fundación tuvo permiso de los hermanos Del Castillo dueños de la hacienda, representados por su hermano el presbítero Silvestre Del Castillo. Hasta entonces quienes ocupaban terrenos en La Punta, pagaban a los hacendados una gallina al año. Los dueños del terreno siempre se quejaron de falta de pago por la mayoría.
Sobre, su decisión, informó de inmediato al virrey, pues junto a La Punta, creyó conveniente fundar los pueblos de Chalaco, Santo o Santo Domingo de Silos, Chipillico, Tambogrande, La Solana, Las Playas, Guallipirá, Lancones y Chamborango. Cuando el intendente de Trujillo recibió los expedientes de la fundación de pueblos, aprobó las disposiciones de Martínez Compañón. Al apoyo de Francisco Saavedra se sumó el del Virrey Teodoro de Croix, entusiasmado por la práctica del buen gobierno.
Por su parte el Corregidor de Piura, alabó tremendamente al Obispo y dijo que los pueblos fundados quedarían eternamente agradecidos, y que si en ese momento no valoraban la obra, con el tiempo las generaciones que les sucediesen, serían las encargadas de juzgarlo; por eso actualmente, los sullaneros y tambograndinos agradecidos, mantienen su memoria y recuerdo en toda su jurisdicción.
Parte del expediente de Fundación de Sullana, está junto al de Tambogrande. El nombre que Martínez Compañón escogió para el recién fundado pueblo fue EL PRÍNCIPE, en homenaje seguro a un miembro de la nobleza española. La existencia de Sullana como el más adelantado de los pueblos fundados por Martínez Compañón, demuestra la clara visión y el patriótico esfuerzo del Obispo, que adelantándose a su tiempo planteó de inmediato soluciones para los pueblos fundados, para que pervivieran y no cayeran ante cualquier eventualidad.
La fundación de Sullana está amparada en el capítulo XI, acción tercera del Concilio Limano de 1583, en lo que se refería a nuevos pueblos. El Obispo, sembrador de urbanismo y democracia, agrupó a la población en La Punta, por existir allí teniente de corregidor, teniente de cura, receptoría subalterna y otras condiciones para ser establecida la población, y así, desde entonces, en La Punta, hoy Sullana, empezó a funcionar un Cabildo de Indios, por ser nativa la mayoría de la población congregada, ese cabildo equivalente a la actual corporación municipal, funcionó hasta comienzos de 1814, ese año tuvo unos meses de interrupción, y a poco retomó sus funciones, en las que se encontraba, al momento de la proclamación de la independencia en Sullana, en enero de 1821.
Al fundar el pueblo, Martínez Compañón segregó de la receptoría de Querecotillo, la comprensión de Marcavelica; Tangarará pasó a Amotape, hasta que en el Congreso de 1822 se le incorporó a La Punta. Los Del Castillo, dueños de los terrenos de La Punta, dijeron al Prelado que ese pueblo y los demás fundados por él, guardarían eterna memoria, que valorar la obra correspondía a la posteridad. Indudablemente sobre la decisión del obispo pesó mucho la queja de Luis Freyre de Orbegoso.
Inmediatamente, el Obispo elevó La Punta a curato nuevo, desligándola de Piura, decisión que había tomado y puesto en práctica desde marzo de 1783, y por lo tanto desde allí arranca el libro parroquial de Bautismos y Matrimonios, independientes de la cabeza del corregimiento. Con este curato nuevo, creó también los de Congoña. Sondor, Pacaypampa, Chalaco, Chocán (de Ayabaca), Quirós. Querecotillo, Amotape, La Huaca, Salitral, Salas y Tambogrande, que funcionaron como Divisiones y no tuvieron autonomía efectiva hasta 1826, porque el Rey tuvo muy en cuenta otras necesidades antes que las espirituales; de este modo los hacendados seguían cometiendo abusos con los curas, a veces obligándolos a abandonar a sus feligreses.
El informe final de fundación se envió al virrey el 9 de julio de 1783; tres días antes el corregidor y el cabildo expresaron su agradecimiento al obispo por la labor sobre los campos. Todos coincidieron en señalar que Martínez Compañón canalizó una necesidad que muchos no habían captado y que otros postergaron. Este día que es tan memorable para los sullaneros y tambograndinos, es una fecha que ya está incorporada dentro de los hitos de la Peruanidad, cordón umbilical que ata a los peruanos de hoy, con los peruanos de todos los tiempos.