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Mar, Jun

Una peruana en la memoria colectiva: Micaela Bastidas

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP. Las mujeres peruanas siempre han estado presentes en el protagonismo de la historia nacional, desde tiempos prehispánicos. Sin embargo, recién ha sido desde el siglo XX, cuando se les ha empezado a valorar con fuerza, dado que el número de ellas era muy reducido, habiendo sido protagonistas de la historia, tanto como los varones.

Por Miguel Arturo Seminario Ojeda

Responsable del Museo Electoral y de la Democracia de la DNEF del Jurado Nacional de Elecciones

Una de esas mujeres destacadas fue Micaela Bastidas Puyucahua, cuya vida se asocia al proceso de la emancipación peruana. Nació, la heroína, en Tamburco, Abancay, el 23 de junio de 1744, y murió en el Cusco ejecutada por orden de las autoridades realistas, el 18 de mayo de 1781. Fue hija de Manuel Bastidas, y de Josefa Puyucahua.

Precursora de la independencia nacional

En medio del reconocimiento que se hace a la mujer a través de la historia, desde la segunda mitad del siglo XX, y en lo que va del siglo XXI, se le considera una precursora de la independencia nacional, por haberse comprometido con la causa de los peruanos, frente a la dominación española, actuando al lado de su esposo Túpac Amaru II, en momentos cruciales de la revolución en el sur peruano y en el Alto Perú.

Micaela bastidas fue una mujer de coraje, defensora de la justicia y la libertad y esto la ha llevado a convertirse, en uno de los personajes femeninos más popularizados del Perú, ya que su nombre está en la memoria colectiva, como el de María Parado de Bellido, y eran las 2 más nombradas del periodo de la emancipación e independencia.

Micaela Bastidas y Túpac Amaru se casaron el 25 de mayo de 1760, él era un joven mestizo descendiente de los incas, por línea materna estaba entroncado con el último inca, Túpac Amaru I. La pareja se estableció en Tinta, Cusco, cuando José Gabriel Condorcanqui fue nombrado cacique de Tungasuca, Surimana y Pampamarca, que por herencia le pertenecían; fueron padres de, Hipólito, Mariano y Fernando.

Al lado de Túpac Amaru

Micaela Bastidas, como la mayoría de las mujeres de su tiempo, tuvo educación elemental, considerándose a su esposo, como su maestro ideológico, reflexionando juntos sobre la injusticia que pesaba sobre los indios, mestizos, negros, y aun sobre los criollos, que tenían tantos derechos como los españoles, pero se vivía en medio de una sociedad estamental, que por despotismo, privilegiaba beneficios para unos pocos.

José Gabriel Condorcanqui inició un movimiento contra la dominación española, tras agotar todas las vías de entendimiento, se levantó con el apoyo de otros curacas, algunos hacendados, mestizos, criollos, e indios, y Micaela Bastidas aparece como su principal consejera, hallándosele presente en el juicio al corregidor Arriaga. Micaela Bastidas fue la encargada de aprovisionar a las tropas, con dinero, armas, alimentos, y vestimentas.

Con Micaela Bastidas, un gran número de mujeres andinas, trabajaron con ella, como Cecilia Escalera Túpac Amaru, y Tomasa Tito Condemayta, la cacica de Acos, cuyos nombres representan a la legión de mujeres aymaras y quechuas que luchaban por la restitución de sus derechos, y se presentaban en los campos de batalla, al lado de sus hijos, progenitores, hermanos o esposos, como ocurrió con Micaela Bastidas, y muchas de ellas en la batalla de Sangarará, del 18 de noviembre de 1780 donde el ejército rebelde venció a los realistas.

La vida por la patria

El ejército de Túpac Amaru llegó a siete mil hombres y mujeres que darían sus vidas si era posible por terminar con el reinado de la opresión, estaban dispuestos a enfrentarse a la corona española; y en medio de esto, Micaela Bastidas aparece como la principal estratega y consejera de su esposo, al que pidió atacar el Cusco, sin ser escuchada.

Tras esto, y por una traición Túpac Amaru cayó en poder de los realistas, junto con él su esposa y familia cercana. Fueron apresados y trasladados a Cusco, y encarcelados en el convento de la Compañía de Jesús. Sometidos a interrogatorios y tormentos no delataron a sus partidarios, pese a las falsas promesas de disminuir la pena, por lo que el 14 de mayo de 1781 fueron condenados a muerte, lo que se ejecutó el 18 de mayo de 1781 en la Plaza de Armas del Cusco.

Micaela Bastidas presenció la tortura y muerte de su hijo mayor, a ella también le cortaron la lengua y la estrangularon, rematándola a patadas en el estómago y los pechos. Igual que hicieron con su esposo, su cuerpo fue desmembrado, y sus partes enviadas a diferentes pueblos, para escarmiento de los rebeldes. Nada de esto pudo barrar su nombre, que es parte de la memoria colectiva, Micaela Bastidas está en el alma nacional, más allá de los bustos, estatuas, calles, e instituciones educativas que llevan su nombre.

Diario El Regional de Piura
 

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