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Reflexiones sobre la América de Colón y la América del Siglo XXI

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP. Oficialmente, América y Europa se ignoraron muchos siglos, quizá milenios, y cada continente siguió su propio derrotero, en una realidad distinta a la del viejo mundo, porque mientras América vivía procesos diferentes en su propio espacio, Europa si estaba conectada con África y Asia, dando como resultante una civilización, que a partir del siglo XV se proyectó sobre América.

Por Miguel Arturo Seminario Ojeda

Director del Museo Electoral y de la Democracia

Cristóbal Colón llegó a América un día como hoy, 12 de octubre, hace 528 años, en 1492, a partir de entonces, América ya no sería la misma, comenzó ese proceso de occidentalización que marcaría para siempre al nuevo Mundo, tanto en lo biológico, como en lo cultural; y este suceso, ha sido entendido desde diferentes miradas, generándose encendidos debates, contrapuestos la mayoría de las veces.

Hay que recordar, que los españoles fueron portadores de la cultura occidental, no solo de la cultura de la Península Ibérica, con ellos vino la lengua española, el monoteísmo de los judíos, la filosofía de los griegos, y el Derecho Romano, cuya dinámica se sintió en nuestro continente con mucha fuerza, y aún en este tiempo, muchas leyes del siglo XXI, hunden sus raíces en el Derecho Romano.

El episodio de la presencia europea en América, generó una serie de disturbaciones en los pueblos conquistados, e indudablemente, el rechazo a la conquista se sintió de inmediato, en algunos pueblos más que en otros, porque al igual que los europeos, los americanos eran amantes de su libertad, y si bien estaban sometidos por los aztecas y los incas en el siglo XV y XVI, no por eso iban a aceptar con facilidad a un nuevo monarca, tan distante, con un mar inmenso de por medio, donde sería muy difícil para la mayoría, llegarlo a ver.

Hoy conversaba sobre este tema, con mis compañeros de estudios de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, fue ahí donde pude evaluar la fuerza de la corriente anti-hispana que dominaba previamente nuestras reflexiones, y una nueva visión que advino, cuando leíamos en los cursos de historia, sobre el sentido misional de la conquista, y pusimos en una balanza, la leyenda negra del descubrimiento y la conquista de América, frente a la leyenda rosa, que generó nuevos juicios sobre este acontecimiento.

Al momento de la independencia, los americanos éramos herederos de cuatro madres patria, la andino-americana, la hispana, la africana, y la árabe, biológica y culturalmente, éramos la resultante de ese cruce violento, pero que marcó y consolidó nuestro inicio como nuevas naciones, porque ya no seríamos solamente la continuación de lo indio o de lo hispano. Nuestras raíces se hunden en miles de años, en el caso peruano, la civilización Caral está en el horizonte de Mesopotamia, motivo de orgullo para el Perú, y para América; y a partir del siglo XIX, otras madres patrias se engarzarían en este proceso, como la amarilla en el Perú, y distintas oleadas migratorias en la Argentina.

Las reflexiones nos llevan a pensar en las lenguas aborígenes, en el mundo que desapareció por imposición incontrolada, sobre todo, con las manifestaciones culturales de los más débiles, mala suerte que no corrió el mundo guaraní, quechua, aymara, maya y azteca, porque hasta hoy sobreviven con pureza algunos rasgos culturales, y otros adaptados forzosamente, para sobrevivir.

Esta conversación con Silvia Wuthrich, a partir de la mención de unos manuscritos que se encuentran en Perú, de la lengua sanavirona, alimentó esta reflexión, motivada también por el diálogo con Patricia Marramá, y María Inés Álvarez Ayuso, compañeras de estudios, a quienes me acerca el recuerdo vivido, gracias a las modernas tecnologías de la información.

América es un solo continente, una sola masa terráquea, con sus matices y diversos tonos, pese a que a veces, para referirse a sus yacimientos arqueológicos les sigan llamando ruinas, olvidando que ruina es lo que no sirve, en cambio, los yacimientos arqueológicos de las culturas americanas, están evidenciando lo grandioso de un pasado que se mantiene en esas construcciones perdurables que han vencido al tiempo, y que con toda seguridad, alguna vez deleitarán a Patricia Riesco, a Cristina Manzano y a Marcelo Ricotti, y aún a Nestor Gostañian, el eterno enamorado del mundo armenio que se agita en sus venas y en todo su diario vivir.

Por otro lado, me resulta comprensible el juicio hacia el pasado, el odio para algunos en el recuerdo de la conquista, pero soy un firme convencido, que un hijo, lo es de su padre y de su madre, aunque fuese el producto de una violación, y de ambos heredará caracteres que no podrá borrar, y eso ocurre con la América, sobre todo con la hispana y la lusitana, que a más de 500 años de ese choque cultural y biológico con violencia, sigue dando luces de un pasado grandioso e insepulto para todos los tiempos.

Hoy, América entera apunta hacia un mundo signado por valores que inspiran la práctica de la democracia, aunque las sombras que asoman en esta arista de la pluri cotidianidad, le generen baches, que por nada la harán perecer. América es grande, y lo será, por los siglos de los siglos.

Diario El Regional de Piura
 

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