ERP. Ocupar y ejercer un cargo público no es un oficio fácil pues requiere la total responsabilidad del ciudadano que ejercita el poder. Quien detenta un cargo es absolutamente visible y responsable de todos sus actos, omisiones, yerros, patinadas y frustraciones. Está obligado a practicar una cultura vinifán de transparencia en su conducta pública y privada. Todo trasciende. Y contra lo que pudiese pensarse nadie olvida. Los muros tienen oídos y hasta las piedras dan cuenta de un desliz desafortunado por más oculto que sea. Todo gracias a la tecnología se graba, se registra y se difunde.
Por: Miguel Godos Curay
Periodista y docente universitario
Hoy gracias a la tecnología digital lo que ayer tardaba días y horas en conocerse se transmite simultáneamente “en vivo y en directo”en cadena nacional e internacional al instante. En los tiempos de mi abuela las noticias se repetían de boca a oreja en el mercado, en la plaza, en la tienda de la esquina. En el bus urbano acompañadas del asombro, el denuesto y el sutil desprecio.
Cuando mayor es la responsabilidad del cargo la velocidad resulta sorprendente. Todo queda registrado en el arsenal de los aparentes anecdotarios o crónicas de hiel o escarnio. Los agravios se convierten en historia viva y se trasladan de generación en generación. Nadie en Piura olvida los desflemados ataques del Ministro de Energía y Minas contra el Arzobispo de Piura. La injuria obligó al político a venir en el avión presidencial a pedir perdón al prelado. Y aunque fue un acto privado los piuranos urdieron la historia de que fue de rodillas, besando el anillo y cubriéndose la testa con la ceniza de cuaresma. Un perdón arrancado de una escena medioeval.
No menos ruidos fue el Litigio entre el Cura de Piura Vargas Machuca y el Cura de Catacaos don Fermín Seminario del Castillo, tío de Grau, por el sitio de Tacalá (1842). En el Archivo Arzobispal de Lima obran tres cuadernillos pertenecientes a la causa del Cura de Catacaos (1853-1854). Otro es el Expediente del juicio de dominio de Tacalá en Catacaos (1855-1856). De 1854 obran ejemplares del periódico “El Orden” del 30 de septiembre y del 20 de septiembre de 1854 donde aparece la respuesta del Cura de Catacaos. Lo cierto es que mientras los curas se defendían en sus fueros con denuedo y garra. En los diarios los deslices del pleito despertaban más interés que las peleas de gallos, las corridas de toros en la Plaza de Armas. No había estadio ni fútbol como hoy. La batalla terminó cuando el cura Vargas Machuca advirtió a don Fermín Seminario que iba a publicar la relación de hijos por reconocer en toda la comarca.
En 1982 fue la nota más comentada el valeroso emplazamiento del Alcalde de Piura Hilbck al Presidente Belaunde siempre retórico y bien hablado. Pancho en efecto le dijo en su cara pelada y en medio de las inundaciones de Piura: “Señor Presidente la solidaridad no se come”. El presidente abandonó la sala y se fue directo el Aeropuerto. Piura tiene una memoria prodigiosa para conjurar los olvidos. No olvida al congresista que en entrevista televisiva nacional dijo a boca de jarro: “en la boca del pan se quema el horno”. O el presidente regional que dijo al Premio Nobel Mario Vargas Llosa. “El colegio San Miguel donde usted estudió será un museo y casa de la cultura de Piura” por supuesto no pasó nada. Las ruinas que se desmoronan hablan por sí solas. Los gestores de la iniciativa enmudecieron y se refugiaron en la nebulosa del olvido. En buen piurano “se hicieron los cojudos”. La cojudez es esa especie de candidez casposa de lo que se dejó de hacer.
Igual sucedió con un Alcalde despintado de Chulucanas que al escuchar el informe económico de la gestión pidió que con el abultado déficit: “compren unos muebles y almuerzos para los regidores”. En Talara, otro alcalde archienemigo de los socialistas en contienda electoral bautizó como Rosa Roja al primer prostíbulo municipal de la historia del Perú. En Sullana otro burgomaestre tenía partida de nacimiento en el cantón Sozoranga de la provincia de Loja. Y la partida nacional la obtuvo gracias al siniestro del palacio municipal que permitió reconstruir los archivos.
En Paita, el hoy arruinado santuario de la Merced frente a la Aduana en donde se venera a la virgen porteña fue escenario de los exámenes de la escuela naútica. Ahí también se reunió en 1876 el Colegio Electoral conformado por la junta de 38 notables de los siete distritos que eligió Diputado por la provincia de Paita al civilista don Miguel Grau. Unánime decisión que no satisfizo al alcalde que se hizo humo y omitió la provisión de papel para la redacción del acta correspondiente.
El histórico templo hoy en ruinas que en su momento fue un reducto católico y cívico de grandes contiendas merece ser salvado de la inquina y el olvido. El Municipio, las empresas deben emprender su conservación y rescate en lugar de llenar el puerto de mamotretos de cemento que de oficio persigue la Contraloría con su numerosa lista de alcaldes plazueleros y mermeeleros.
Las incertidumbres del presente y los arrebatos de los gobernantes son como la amnesia nutrida de ignorancia y estulticia. Como dijo el peluquero porteño Ovalle a Piérola a quien recortaba el cabello: “Ese Piérola es peor que el sarampión”. Sin saber que su cliente eventual era el califa en persona. Siempre es bueno e inteligente decir las cosas claras como son y el chocolate espeso. Las invocaciones a Dios no tienen sentido ni efecto frente a la irresponsabilidad y los reveses suscritos por la patineta de imagen institucional de la Municipalidad de Piura. No oxiden el escudo de la ciudad con torpezas.
Es buen recordar que en el actuar humano existe un mal físico que es la privación voluntaria y libre del bien o de una perfección posible. El mal de culpa es el remordimiento por la transgresión del bien. Quien comete una falta y pide perdón reconoce que ha actuado mal. Lo que queda en el aire es el que no se vuelva a repetir. Las opiniones elásticas e indolentes sostienen que nadie está libre de actuar mal. Por supuesto opinan sin escrúpulos morales para validar lo que se les ocurre. Una extendida forma de inmoralidad. Pedir disculpas públicas por un error requiere sinceridad y valentía una cualidad poco común. Moral es el responsable de sus actos, el inmoral es el transgresor libre y voluntario. Sabe que actúa mal. El amoral no tiene patria ni bandera. Es el ignorante sin escrúpulos. La mierda ambulante.