ERP. Conversaba con un colega acerca del momento político peruano que se puede definir, según en qué orilla creas estar, en dos palabras: desengaño y confirmación. Pero, en la base de todo esto, hay un proceso de duelo que la humanidad ya acarrea de manera patológica y que puede enunciarse así: la política como la aprendimos y como nos esforzaron en enseñarla está muriendo y ya no tiene opción a revivir.
Por Nelson Peñaherrera Castillo
Todo comenzó el 9 de noviembre de 1989 cuando la primera brecha del Muro de Berlín, entonces en la República Democrática Alemana o Alemania Oriental (o del Este), se abrió para siempre. Los desentendimientos ideológicos entre capitalismo y comunismo, las dos fuerzas polarizantes tras la II Guerra Mundial, y que se reducían a la disponibilidad que una comunidad tenía de la riqueza, sea en moneda o bienes, comenzaron su inexorable desfase.
El capitalismo dice, en teoría, de que todo aquello que puedes poseer es parte de tu trabajo y es, básicamente, la recompensa a tu poco o mucho esfuerzo: si te esfuerzas poco, tienes poco; si te esfuerzas mucho, tienes más. El comunismo decía que ese modelo es intolerable, que no importaba si producías mucho o poco, tenías derecho a tener exactamente lo mismo que el resto por el solo hecho de ser y estar.
Al margen de si nos parece justo o injusto, descarnado o mediocre, verdadero o irreal, lo cierto es que ambos extremos, a pesar que decían tener a la persona en el centro de su pensamiento (como un individuo en el capitalismo y como un grupo impersonal en el comunismo), centraban toda su pugna a lo que tenías en tu bolsillo, en tu casa o en tu estómago; en otras palabras, materialismo puro a ambos lados del espectro.
Lo que jamás ambas doctrinas pusieron en la ecuación, y esto se debe a que ambas son herencias que se arrastran desde mediados del siglo XIX, es el auge tecnológico por el simple hecho de que recién estaba en estado embrionario. Más de siglo y medio después, somos una sociedad basada en la tecnología, lo queramos o no. Ya, el uso que le des a la herramienta es otra discusión. Solo pido ser realistas.
Y es que al momento en que lees esta columna ya no solo estamos hablando de comunicaciones en tiempo real (que comenzaron con el telégrafo, la primera ‘internet’ de la humanidad) sino de inteligencia artificial que a ti te pone ciertos avisos publicitarios distintos a los de otro usuario porque los proveedores de contenidos saben tus preferencias. El resto lo hace algo llamado algoritmo. En esencia, eso parece gobernar al mundo. Es programable, sí, pero también es reprogramable si sabemos cómo aprovechar esa inteligencia artificial.
El solo hecho de que ese auge tecnológico no esté en la ecuación original del capitalismo y el comunismo –se ha incorporado en el camino—las hace unas doctrinas obsoletas para nuestros días, y el hecho de que los gobiernos, los negocios, los conceptos religiosos, e incluso las líneas editoriales se esfuercen en aferrarse a prácticamente una especie de dos gigantes en agonía equivale a estabilizar un barco sobre un mar muy picado. Podrías hacerlo, pero necesitas conocimiento y destrezas extra para no hundirte en el proceso.
Y como lo vengo repitiendo desde hace mucho tiempo, la tecnología se basa en la ciencia, porque la forma cómo se comporta un chip de silicio no se basa en creencias, preferencias o sentimientos; es un “sí” o un “no”, no hay más. Entonces, si la ciencia le dice a la tecnología que tu barco se podría estabilizar en ese mar picado si le pones unos pilotes optimizados con giroscopios autoprogramables según la potencia del agua, pues tendrás que usarlos.
Por si acaso, esto no es deshacernos de la fe, pues, como lo comentaba con otro entrañable amigo mío, quien además es un científico local, la ciencia responde las preguntas de lo concreto, pero la fe más que respuestas, te da la entereza para actuar en la vida de manera positiva y constructiva. Dicho en otras palabras, la ciencia educa tu conocimiento y tus actitudes, y la fe te permite optar siempre por las actitudes positivas; entonces, no se contradicen, se complementan. Sigamos.
Por todo lo dicho hasta este punto, podemos afirmar preliminarmente que la caída del Muro de Berlín no solo fue la caída de una barda de concreto y tampoco de dos concepciones político económico radicales y antagónicas; se trata de la caída de una era histórica basada en retóricas que sonaban bien pero que en la práctica solo servían para acentuar la injusticia y favorecer a sus cúpulas, ¡pero al pueblo? Nones.
Entonces, ¿cuál es la doctrina que la reemplaza en la actualidad? Pues, la pregunta es interesante y quizás no me toque responderla a mí, pero sospecho que la doctrina de nuestros días es que ya no existe doctrina, o quizás no en su concepción tradicional. Quizás las cosas en nuestros días se resuman a algo tan pragmático como “problema – solución”.
Digo, si hay un corto circuito en tu casa, no te pondrás a discutir si es culpa de la acumulación de riqueza del fabricante del cable eléctrico o si se trata de la ineficacia del sindicato que solo se dedicó a pedir mejor salario en desmedro de la calidad del cable eléctrico; lo que harás es buscar dónde se produjo el corto, cambiar lo que tengas que cambiar si tienes la habilidad, o llamar a tu electricista de confianza y resolver el inconveniente. Problema: corto circuito, solución., reparar el corto circuito. Listo. Y si eso no funciona, cambias todo el tendido y san se acabó.
Lo mismo debería pasar con la política y la economía de nuestros días: solucionar problemas de manera eficaz y eficiente, es decir, bien resueltos y usando solo los recursos que realmente hagan falta con enfoque de ahorro y sostenibilidad. Y nuevamente, la actual crisis política peruana nos está evidenciando que los políticos sí saben que ésta es la forma de conducir a nuestro país y todos sus componentes subnacionales, pero se aferran a ese estúpido discurso doctrinario porque, desgraciadamente, el cerebro no les dio para más y lo único a lo que pueden aspirar es a parasitar a costa del sector público o privado.
Y ese nuevo enfoque de ‘problema-solución’ pone en riesgo su fuente de ingresos basada en hablar bonito por diez minutos y rascarse la panza el resto del día mientras del otro lado estamos quienes tenemos que partirnos el lomo para vivir, y encima darles de comer. Creo que ahí está lo injusto. Por lo tanto, la discusión que nos venden de si somos más capitalistas o más comunistas, la verdad es como tratar de valorar quién era más civilizado, si un neanderthal o un cro-magnón… a menos que estudies arqueología o antropología y hallar una respuesta cambie tu vida, pero si no, pues, tus prioridades son otras.
Ahora bien, ¿por qué si a pesar de que la vida desde hace más de 30 años nos está mostrando que las doctrinas ya fueron, seguimos dejándonos encandilar por esos discursos mesiánicos? Como dije, se trata de un duelo patológico en el que nos resistimos a dejar ir al muerto, al capitalismo y al comunismo juntos, quiero decir, seguimos en constante negación (o sea, no hemos superado la etapa 1), y cuando alguien nos florea románticamente, nuestro cerebro activa un mecanismo de dependencia ideológica en la que la palabra salvación parece cobrar fuerza, ¿por qué? Porque ya se nos murió el muerto. Sorry por la crudeza, pero así mismo es.
Fíjate que la pandemia es la mejor demostración de que ese enfoque ‘problema-solución’ se actualiza con más fuerza: si te proteges, no te infectas; si no te proteges, pues… deja tus propiedades a mi nombre en tu testamento, pero no tus deudas. ¡Captas? Problema-solución. Si te vacunas, te proteges; si no te vacunas, te friegas. Si ahorras, progresas; si no ahorras, ya fuiste. Si estudias, triunfas; si no estudias, serás manipulable. Nuevamente, problema-solución.
En conclusión, esta nueva era quizás ya no sea de ricos o pobres en moneda o propiedades sino en conocimientos y habilidades, y ahí no tiene que ver cuánta plata tengas en el banco (o en el baño de tu oficina), sino cuánta habilidad para aprender y resolver problemas haya en tu cabeza… Y en los tiempos actuales, la tecnología ya te permite acceder a ello. ¿Lo estás haciendo? ¡Le estás sacando el jugo? ¿Estás conquistando el mundo gracias a ello? Nuevamente, ahí te lo dejo de tarea.
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