Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Hay que reconocerle al Covid-19 que si tuvo la capacidad de modificarnos de golpe muchos usos de nuestra cultura gregaria, mayormente marcada por la necesidad de estar casi encima de nuestros allegados por puro morbo chismográfico, también nos está reconfigurando a nivel de estamentos sociales. Usualmente solemos sociodemograficar a nuestras comunidades en los tres clásicos niveles: rico, medio y pobre.
Como lo dije en una columna previa, si algo tiene el nuevo coronavirus –y que, en realidad, lo tienen todos los virus, para ser bien equilibrado— es que no discrimina a nadie y casi a nada. Muy al margen de cuánto dinero tengas en tu cuenta, si la tienes, el germen éste igual te infecta. Puede que tu cuenta haga la diferencia en tus probabilidades de superarlo, pero si tu condición física es mala… pues, ni modo.
En ese sentido, yo creo que la forma cómo tradicionalmente hemos dividido a nuestra sociedad va a discontinuarse porque, como también lo adelanté en columnas previas, la unidad con la que te vas a medir a partir de lo que se llama la ‘nueva normalidad’ no es cuánto dinero tienes en el bolsillo, sino cuánta capacidad tienes de poner en práctica todo el conocimiento que posees y cómo ello permite resolver tus necesidades básicas, para comenzar.
Si a partir de cumplir ese primer reto puedes crecer en cantidad y calidad, bien por ti. Ya dije que esta nueva era se trata de un renacimiento humanista tecnologicista, si quieres ponerle un nombre. Por tanto, si la unidad de medida ya no es el dinero, su reemplazante es el problema; mejor dicho, la cantidad de problemas que resuelves satisfactoriamente (sin crearte más problemas), y esto nos configura tres nuevos estamentos: resilientes, aprendices y anómicos.
Resilientes: ¿Cuál mala suerte dices? Mira, es así de simple”.
Son las personas que los resuelven de manera eficaz y eficiente sin afectar a terceros, casi como quien hace milagros sin proponérselo. Han acumulado tanta sabiduría que pueden identificar factores comunes en cada nuevo desafío que se les presenta, y convierten la adversidad en prosperidad no con un guiño del ojo derecho sino con un proceso planificado y secuencial. Pareciera que no, pero tienen toda una estrategia en esa cabecita.
No es la gente que se busca problemas ni que se los evita, es la gente que sabe cómo solucionarloss y puede orientar a otros cómo hacerlo, no al estilo mesiánico de motivador con verbo enrevesado sino a punta de buen ejemplo.
Aprendices: “Me parece que es por aquí… no sé… ¡ah, sí, por aquí era!”
Son las personas que tienen la intención de resolver los problemas que se les presentan pero aún tienen un 50% de fallos. Podrían sentirse derrotados en un primer momento, pero tras una reflexión serena, pueden remontarlos ya sea por su cuenta o pidiendo consejo a los resilientes.
Si bien son personas en proceso de resolver problemas, también son mayormente optimistas y de un magnético sentido del humor, pero ciertos usos culturales les traicionarán de vez en cuando (especialmente con administración de dinero o relaciones interpersonales), y ahí es donde la posibilidad de error se incrementa; pero si pueden reducirlo y superarse, en el corto plazo podrían ser resilientes.
Anómicos y anómicas: “¿Quién dice que en la cárcel están los malos? En la cárcel están los coj****”.
No son necesariamente las personas incapaces de resolver problemas sino más bien las personas que recurren a la ruptura de las normas para salir de ellos, y en su creencia de estar cada vez más cerca de un objetivo acaban por multiplicarlos en forma geométrica. Algo así como un efecto virus.
Y en lugar de corregir esos problemas actuando de manera lógica, insisten en la ruptura de los consensos mínimos para vivir en sociedad con el propósito de hallar una solución, obteniendo todo lo contrario y encima repetido por cuatro. Sí escuchan a los resilientes, miran con cierta burla a los aprendices, pero consideran que ambos son unos pobres diablos. Y esto no es verdad; esa reacción es mas bien la evidencia de que no son capaces de reconocer su desacierto, el que mas bien insisten en profundizar.
Tus probabilidades de sobrevivir ahora y toda la vida
Puesto en términos sencillos, mientras los resilientes siguen la fórmula ensayo-error-aprendizaje-éxito, los aprendices suelen ser ensayo-error-ensayo-error-aprendizaje-error-ensayo-aprendizaje-éxito; pero los anómicos siempre son ensayo-error-ensayo-error y así sucesivamente cual decimal periódico puro. Claro que un anómico puede ascender a aprendiz, y éste a resiliente, pero va a depender de un cambio real de actitud.
Si quieren entenderlo en lenguaje de cumbia norteña, el resiliente siempre saldrá adelante le amen o no le amen, el aprendiz saldrá adelante con cierta dificultad una vez que se convenza que no es necesario que le amen, y el anómico te obligará a amarle de lo contrario jamás querrá salir adelante. Sí, la resiliencia implica liberarse de todo tipo de toxicidad, que mas bien fluye sin control en la anomia.
Dada esta pincelada sociológica, que se la dejo a los expertos para profundizarla académicamente, quienes mejor sobreviven a cualquier crisis son los resilientes, quienes sobreviven relativamente bien pero con dificultad son los aprendices, en cambio los anómicos siempre serán de pronóstico reservado.
Aclaro que, como las tipologías de nuestra personalidad, no vas a encontrar una persona puramente resiliente, puramente aprendiz o puramente anómica; atendiendo a teoría de roles (no actuamos del mismo modo todo el tiempo), habrá momentos en que todo lo veamos clarísimo, otros en que no tanto, otros en que ni claro ni oscuro. Sin embargo, la suma de resultados determina cuál es tu tipología predominante.
Sería jugoso identificar quiénes en nuestra sociedad más pequeña pertenecen a estas tipologías y cruzarlos con número de infectados por Covid-19 para tener una idea de cuán acertada o desacertada termina siendo esta teoría. Mi hipótesis es que cuanto más anómico o anómica seas, más riesgo de infectarte, pero también más vehemencia a la hora de pedir ayudas.
Aunque esto es relativo porque hay gente que saliendo adelante a pesar de todo (quizás el problema sea el “a pesar de todo”) ha resultado contagiada, pero sus procesos de recuperación han sido relativamente exitosos más por su deseo de luchar que por la misma medicina. Sí, la mente es poderosísima, y en todo caso confirmaría esta teoría del resiliente que se enmarca en la nueva normalidad.
Como dije, la cantidad de dinero que tienes o no tienes ya no es la norma. Los tiempos ya cambiaron; el problema será la gente que se resista a ese cambio… y ésa será la que no lo pasará mejor.
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