ERP. La ciudad de Trujillo, en la región La Libertad, ha sido el centro de una tragedia vinculada a la débil fiscalización y vigilancia de las inspecciones técnicas y además, de la modificación de las leyes con fines de flexibilización de los procedimientos administrativos. 6 fallecidos y 81 heridos, con todo el dolor y carga emotiva que esta situación implica y donde no existen responsables ni inmediatos ni mediatos.
Como hemos indicado en reiteradas oportunidades, la democracia peruana, que debe gestionar con los elegidos el Estado peruano, es fallida y un régimen híbrido que cada día pierde valores, porque a estos elegidos, no les interesa fortalecer las instituciones, sino favorecerse ellos mismos. Esta situación nacional, se ramifica por todo el país y a todos los niveles de gobierno.
Lo sucedido en esta oportunidad está vinculado a la calidad de las inspecciones de Defensa Civil, pero no es diferente a otras tragedias. Cuando ello sucede, aparecen todas las autoridades, muchas de ellas incompetentes, para simular que están respondiendo a las exigencias sociales, cuando en realidad, lo único que buscan es la fotografía donde ellos aparezcan registrados.
Fotografías innecesarias, se entrelazan entre los escombros del lugar de la tragedia, todos se sorprenden y dicen estar trabajando, sin embargo, las víctimas sufren el infortunio de una tragedia que pudo evitarse. Esas víctimas, fueron socorridas por los Bomberos, como sucede siempre en este tipo de evento, llevados a un establecimiento de salud, y otros simplemente a sus viviendas para recibir sepultura.
El daño emocional y físico, es significativo, un joven fue salvado, pero no contará con una pierna, en tanto que otras familias lloran por las dolencias ocasionadas por este desplome que no tienen explicación válida y creíble. La empresa y la fuente, reiteran haber cumplido con las formalidades y pueda que así sea, lo cierto que la calidad de la fiscalización que se hacen de los establecimientos para las condiciones de seguridad es endeble.
Este hecho sucede, justo en una región gobernada por un personaje poco preparado para el cargo, pero, además, su organización política es responsable de sostener un gobierno ilegítimo y violador de normas y procedimientos. Quizá el destino quiere dar una lección, para traer a la realidad a quienes transitan por la incoherencia y banalidad. Se requiere un Estado más previsible, pero con sentido humano.
Siempre mantenemos la esperanza, que, tras esta lamentable oscuridad, saldrán iniciativas para generar cambios significativos en el funcionamiento del Estado peruano, para que desastres de esta naturaleza, no se vuelvan a repetir. Es difícil tener esperanzas en quien no tiene vocación de servicio y de asertividad, pero la esperanza no puede perderse y es posible cambios más sostenibles.
No más desplomes de este tipo de construcciones, se debe actuar con un mayor rigor consecuencia de un Estado regulador, pero fuerte; pero, igualmente, esta necesidad de ser previsibles se debe extender hacia otras realidades y problemas que tiene la vida misma en su relación con el entorno. Vale llorar la pérdida de seres humanos, tanto como ese dolor se expresa, se debe exigir que haya cambios y no dejar el libre albedrío.