Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Cuando apareció la peste negra, cuando apareció la gripe española, cuando apareció el virus de inmunodeficiencia humana, cuando apareció el cólera, cuando apareció el dengue, cuando apareció la AH1N1. No importa lo que brotara: cuando apareció una amenaza a nuestra salud, nuestra respuesta inmediata siempre ha sido el temor a morir, y nuestros mecanismos de defensa siempre han sido primariamente dos, y ambos han sido, paradójicamente, mortales.
El primero es el pánico, el miedo desmedido que desarrollamos cuando sobredimensionamos el grado de una amenaza. Como resultado, nuestra mente se paraliza y esa conmoción, mejor dicho esa ausencia de reacción, la transfiere a nuestro cuerpo físico. Si la avalancha de piedras se te viene encima y no sales de su camino, te pega porque te pega.
El segundo mecanismo se va al otro extremo, la minimización, hacer de cuenta que la amenaza es mucho más diminuta de lo que la pintan o hacer de cuenta que no existe, que es un invento, y ponerse a su alcance. Algo así como si en la avalancha de piedras, en lugar de salirse de curso, te vas con todo hacia los bloques rodando y… eso te pega porque te pega.
En la crisis del Covid-19 podemos identificar otras dos que son igual de mortales: el sentido mágico y la compasión engañosa. En el primer caso, o tercero más bien, obviamos la ciencia como explicación más plausible y acudimos a sinrazones fantásticas o sobrenaturales para ‘entender mejor’ la realidad. En el segundo caso, cuarto más bien, nuestros sentimientos más nobles terminan cegándonos al punto de creer que nadie es responsable de nada, y pues que todo fue mala suerte, pobrecitos de nosotros y nosotras.
En esos casos es como esperar que un milagro te salve de la avalancha (podría pasar pero es poco probable) o que el amor lo cura todo (también improbable), y la avalancha te pega porque te pega.
La actitud número tres es más visible en las personas que ya entraron en piloto automático y cuyos sentimientos de paranoia, histeria y poco sentido de la realidad se revuelven en una mazamorra donde no queda claro qué es mate de coca y qué es métete coca, fruto de sucesivos estreses postraumáticos mal curados. Éste es el público objetivo de los gestores de noticias falsas y los vendedores multinivel de ‘curas milagrosas’.
Mientras tanto, la actitud número cuatro está siendo mañosamente manipulada por la izquierda y ciertos grupos religiosos fundamentalistas (católicos y aparentemente anticatólicos) que se reduce al siguiente enunciado: no les pongas restricciones pero dales plata del gobierno por no hacer nada (sí, clientelismo electorero en su estado más puro).
Hace un par de semanas, al encontrar una noticia de la BBC sobre cómo la ausencia de liderazgo, estrategias e información clara ha confabulado para que la crisis sanitaria se desborde en muchos países y territorios (comenzando por Perú) llegando a ribetes de desastre social, entendí un detalle que, en cierto modo, viene abonado por esa teoría de conspiración que afirma el virus es una creación de laboratorio.
Bueno, hasta ahora mas bien ésa es la justificación paranóica del presidente estadounidense Donald Trump (el magnate de las noticias falsas, dicho sea de paso) para ocultar (malamente) su pésima gestión de la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus en su país, que está a la cabeza a nivel mundial con casos positivos confirmados y número de decesos… y con un sistema de inteligencia sanitaria que hacia 1990 sería lo que hoy llamamos tecnología de punta.
¿Cómo piensa el Covid-19?
Como a lo mejor sabemos, y si no sabemos éste es un buen momento para aprenderlo, todo virus no es propiamente un ser vivo pero se compone de elementos o sustancias que impactan directamente en los seres vivos. El que nos tiene de cabeza en particular es una mezcla de proteínas y grasas.
Incluso en su configuración de virus no logra nada en especial hasta que encuentra un huésped vivo, el ser humano siguiendo la línea de razonamiento, y lo único que hace es activarse o hibernar.
Todo depende de si haya los factores favorables: baja inmunidad, condiciones preexistentes (como la obesidad), altos niveles de estrés, hasta un estado mental enfermo (incluso si no está diagnosticado) que altera toda la segregación hormonal influyente en la generación de defensas.
Si el virus no halla huésped alguno, se desactiva. Eventualmente los elementos o sustancias que lo componen se separan y vaya a saber Dios dónde, cómo y cuando irán a reconfigurarse. ¿Qué nos revela toda esta información? Que el virus tiene una programación binaria, es decir en la que solo caben dos opciones: sí o no. El virus no aborda más posibilidades porque su naturaleza se lo impide, no tiene sentimientos, no tiene libre albedrío, no tiene nada más que una simple programación que se reduce a activarse o desactivarse.
Entonces, si quieres ganarle al virus, piensa como el virus. El Covid-19 se activará si los factores, insisto, son propicios. Así que la solución es simple: hacer que sus condiciones de activación sean absolutamente adversas, hacerle la vida –el contagio mas bien—imposible.
Por eso nos machacan el asunto del aislamiento social, la mascarilla y el lavado de manos, porque desde que el bicho éste se transmite de una persona a otra persona, cuando no le ponemos a su alcance esa otra persona para infectar, el virus no se activa. Fin de la discusión: sí o no, respuesta binaria.
El arma no tan secreta de salvación masiva
Paralizarse por el pánico, desafiarlo porque es un cuento, dejarlo por completo a voluntad sobrenatural o creer que una compasión malentendida es la cura, son precisamente los errores que han favorecido la diseminación de la enfermedad.
No digo que dejes de temerlo, pero no dejarte controlar por ese temor y estar alerta. No digo que el virus sea mas inteligente que tú, pero no lo subestimes tampoco y mantente alerta. No digo que la fe sea inútil, pero la fe sin obras no es fe perfecta, y si le quitas el hecho científico, no te permitirá estar alerta. No digo que la empatía sea mala, pero entender las lecciones de por qué esa persona se infectó te permiten estar alerta.
Sí, alerta es la palabra clave: mantener el equilibrio en nuestra actitud sin perder el sentido de humanidad, previniendo por encima de todas las cosas. Y los insumos para prevenir, actuar y mantenerse alerta te los da la ciencia. Reitero: piensa en binario como en binario piensa el virus, digo si llegara a pensar. Y eso hacen todos los virus sin excepción, obviamente diferenciándose por los efectos específicos según la configuración de cada cual; pero piensa en binario como el virus, y podrás derrotarlo.
¿Mutado en laboratorio o mutado naturalmente? Hasta ahora, ambas posibilidades son plausibles, pero veamos qué dice una investigación seria e independiente, y si fue lo primero, me parece que quienes lo hayan creado merecen una sanción ejemplar en el sistema de justicia internacional por fraguar un lento genocidio que, a esta fecha, ha afectado la vida de más de cuatro millones de personas a nivel mundial y se ha llevado a alrededor de trescientos mil.
El hecho de que más de un millón y medio de personas se haya recuperado en todo el planeta nos da esperanzas de que el llamado enemigo invisible se puede derrotar; y que sea alternativa 1 o alternativa 2, lo que nos toca como humanidad es estar alerta para el siguiente episodio pandémico.
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