Piura(factortierra.net, especial para ERP) Sismos en Sechura. Derrumbes en Huancabamba. Crecientes en Morropón. Sequía en todo el departamento.
Nuestra experiencia viviendo en Piura nos demuestra que no estamos libres de desastres naturales, aunque en realidad son ciclos de evolución de la Naturaleza.
El problema SURGE cuando no tenemos la preparación necesaria con tal de afrontar tales eventos, y se producen muchas pérdidas. Esto es, en síntesis, un desastre social.
Un ejemplo es la ausencia de obras de prevención ante una probable creciente en un río que termina inundándonos. Además de lo extraordinario de la creciente, los daños a la propiedad, enfermedades subsecuentes, hambruna y muerte consumen recursos y energía de todo tipo.
Tal escenario genera un impacto en nuestra salud física y mental.
Las medidas que las autoridades suelen prever usualmente palían nuestra salud física, pero ¿y el otro componente?
En 1999, Venezuela fue afectada por lluvias torrenciales, aludes e inundaciones que generaron un desastre social de grandes proporciones, justo un año después que Piura recibiera su último el Niño de gran potencia.
Especialistas notaron que además de los daños a la infraestructura, la economía y la salud física de las personas, comenzó a manifestarse un cuadro que requirió otro tipo de abordaje.
La gente damnificada no podía conciliar el sueño, tenía pesadillas recurrentes sobre las inundaciones y deslaves, dejó de comer y comenzaron a presentarse casos de depresión, y hasta culpa por no salvar a la gente que falleció.
Incluso, fue difícil el reenganche laboral, no por falta de aptitud sino de actitud.
El psicólogo clínico estadounidense Daniel Benveniste, quien estaba trabajando en esa zona, determinó que la población estaba experimentando un Desorden Postraumático Agudo (DPA), y requería intervención inmediata.
PASOS
Aunque la intervención tiene más pasos, y requiere interconsulta con otros especialistas médicos, psicólogos y trabajadores sociales para garantizar la mayor eficacia posible, la guía que escribió Benveniste incide en los siguientes:
1. Buscar que las condiciones de habitabilidad de las personas damnificadas sea el mejor posible, incluso si el hogar temporal fuera un refugio donde se convive con otras familias.
2. Tratar de que cada persona repase y exprese el evento que provoca el DPA con la finalidad de reconocer qué le afecta puntualmente y establecer una agenda de tareas que le permitan ir remontando esta condición. La clave es respetar su propio proceso de asimilación, luto y hasta culpa.
3. En el caso de niños y niñas, la verbalización se debe hacer respetando sus propias imágenes y asistiéndose de estrategias artísticas como el dibujo o el juego. No desprenderles de sus juguetes, si es que están disponibles.
4. En todos los casos, tratar de que todas las personas descansen lo suficiente, coman adecuadamente y se sientan en confianza de tejer redes de apoyo mutuo que les permita sobrellevar la situación de forma asertiva,alentadora y realista.
5. La persona que facilita la consejería también debe vigilar su alimentación, su descanso y su nivel de agotamiento mental. Si siente que se está agobiando con las experiencias que escucha, debe pedir ayuda para evitar caer también en DPA.
6. Por encima de todo, Benveniste recomienda coordinar las estrategias de abordaje de DPA con especialistas clínicos en salud mental, para garantizar que realmente se curará a la persona.
7. Pero, como nos subrayaron algunos psiquiatras en Piura, la mejor forma de evitar el DPA, o de minimizar su impacto, es participar activamente en los ejercicios de prevención de desastres, como los simulacros.
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