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La tradición perdida del día de las tinieblas en Sullana, Suyo, Querecotillo y Tambogrande

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP/Miguel Arturo Seminario Ojeda. Cuantas viejas y centenarias tradiciones se han perdido en Piura, hay algunas que se mantienen con permanente renovación, adaptándolas a la modernidad, y hay otras de las que no queda huella, como esa de la práctica de “Las Tinieblas” del Viernes Santo, tradición traída por los españoles que se quedó por varios siglos en Piura, pero ya no se vive entre las actuales generaciones.

La Semana Santa nos congrega, nos une en un gran momento de reflexión para pensar en el sacrificio de Jesús por la humanidad, las familias se reúnen, se integran alrededor de esos días, y muchos viajan desde sitios lejanos para rememorar y reflexionar sobre esa fecha, de acuerdo con las costumbres familiares y las tradiciones de la localidad, como lo referimos en un artículo publicado el año pasado en Semana.

Hoy queremos dedicar este artículo, a recordar esa ya perdida tradición del toque de tinieblas que hacía temblar a los pueblos y ciudades, porque la tronazón, el ruido era general, yo la viví recorriendo los barrios populares de Sullana, donde aún se vivía con fuerza la expulsión del demonio de las casas de todos los vecinos. El estamento medio y los estratos sociales económica y socialmente más favorecidos, ya no practicaban esa tradición en los años 60, pero los económica y socialmente menos favorecidos eran la mayoría, lo que generaba la permanencia de la tradición, que ahora solo se evoca en el recuerdo de sus protagonistas, como lo he podido verificar entre mis amigos de Suyo, Ayabaca, Talara, Sechura, Tambogrande, Huancabamba, Sullana, Piura y Querecotillo, villa capital del distrito homónimo, donde con mucha fuerza se hacía sonar hasta las tapas de las ollas, para que salga el “enemigo”.

Según los evangelios, Jesús Murió a la hora nona, o se a la novena hora del día, equivalente a las 3 de la tarde, expiró diciendo TODO ESTÁ CONSUMADO, y entregó su espíritu a su Padre, al Creador; a continuación el cielo se cubrió de tinieblas, hubo tormenta, el velo del templo se rasgó, se produjo un terremoto, algunos muertos salieron de sus tumbas, todo Jerusalem se conmocionó. Para la tradición popular, en ese momento los demonios se desataron, ante un Jesús muerto, los diablos salieron del infierno, porque no había quien los detenga, y se metieron donde se les ocurrió, lucifer y todas sus legiones estuvieron a sus anchas hasta el día de la resurrección, en que todo volvió a la normalidad, los demonios se encadenaron nuevamente en el infierno, pero para la tradición popular, cada Viernes Santo, tras la muerte de Jesús volvían a desatarse, el “enemigo” quedaba suelto por 3 días, hacía falta un San Miguel Arcángel para que los precipite nuevamente al infierno, como lo hizo al derrotar a Lucifer y a sus legiones, después que por la soberbia se rebelaron contra Dios.

En las localidades que he mencionado, entre las 3 y 6 de la tarde del Viernes Santo se tocaban las puertas con mucha fuerza, se hacía todo el ruido posible, con matracas y toda clase de objetos, empezaba una casa y sucesivamente seguían las otras, al punto que en algún momento los niños terminaban asustados por tanto ruido, mientras los mayores seguían espantando a los demonios para que se vayan de sus domicilios, y tocaban con tanta fuerza, para que no se metan los que salían los de las casas vecinas, tanto fue mi compromiso con esa tradición en la infancia, que una vez ayudé a unas amigas del barrió sur de Sullana, a tocar las puertas y ventanas de sus hogares para que salgan los demonios, inclusive algunos daban de aplausos con mucha fuerza cuando no tenían con que tocar, que en no pocos casos los vi terminando con las manos bien coloradas.

En Suyo, rememora Rosita Ojeda viuda de Valdiviezo Ferreyra, que el Viernes Santo iban a la única iglesia del pueblo a hacer las estaciones, y que a partir de las 3 el ruido era general, y en muchas casas el toque era por las 3 horas, incluso cuando caía la noche, y si se tenía sospechas de que el diablo estaba por alguna casa vecina, de acuerdo al comportamiento de las personas, si a esta se le ocurría caminar por las calles entre las 3 y las 6 de la tarde, a su paso los vecinos tocaban sus puertas y ventanas con mucho ruido, porque el diablo estaba dentro de él o de ella.

En Tambogrande ocurría lo mismo, el toque de tinieblas era esperado por los mayores para dar paso a la espantada general al demonio, por nada del mundo iban a consentir que se quede en ese lugar, se sentían protegidos por San Andrés del Rosario, pero de igual manera, al primer toque de las tinieblas, todos los domicilios seguían en serie hasta que todo el pueblo era un ruido general, como lo evocan ahora, Felicita Lozano, Socorro Orrego, Nina Seminario, Martha Ruiz, Elena Hidalgo, Ramón Celi Soto, y otros tambograndinos que se lamentan que ya no se viva el día de las tinieblas como era antes.

Sullana y Piura vivían el momento con gran singularidad, el toque de las tinieblas se mantenía, y se fue perdiendo gradualmente, a medida que los medios masivos de comunicación contribuyeron a acelerar cambios en las costumbres de sus habitantes, habrá que promover el rescate de esta tradición que con toda seguridad le dará un atractivo a Piura, porque era parte de una gran característica en su celebración de la Semana Santa.

Era tanto el fervor religioso en Querecotillo, que como lo recuerda Irma Seminario Agurto, hasta los ajos para las comidas del jueves y viernes se dejaban moliendo desde el miércoles por la noche, porque el chancarlos en el mortero el jueves y viernes de Semana Santa, era como estar matando a Jesús, recuerda Irma Seminario, que el pueblo entero se vestía de luto por la muerte de nuestro Salvador, pobres y ricos, todos exhibían un signo exterior de asociados al dolor por el sacrificio del Redentor, también evoca que inclusive, no solo se evitaban los trabajos materiales, y la concupiscencia marital, sino que por la creencia supérstite de que quien se bañaba en Jueves y Viernes Santo, se convertía en sirena o tritón, de acuerdo al sexo, la gente evitaba el aseo personal esos días.

En Querecotillo persistió la costumbre de que un habitante saliera por las calles haciendo sonar sus matracas, eran José Dolores y tras él, Abraham Arévalo, como lo recuerda Lucía Gallo Camacho, quien vivió la tradición con mucha fuerza en esa localidad, y lamenta que poco a poco se haya perdido, su nonagenaria y lúcida memoria le permite evocar sin equívocos el día de tradición de las tinieblas, era el Viernes Santo cuando todo Querecotillo espantaba al demonio haciendo sonar puertas, latas, cilindros, y todo lo de metal y de madera que se encontraba a su paso, como también lo recordaba oportunamente, el centenario Ramos Roque y su esposa Emilia Cisneros Estrada.

El domingo de Pascua Florida era bien esperado, las procesiones se iniciaban bien de mañanita, salía el Cristo resucitado, se veía el encuentro de Jesús y la Virgen María compartiendo la noticia del Cristo resucitado, y otras imágenes que nos trasladaban hasta el momento mismo del mes judío de nisan, equivalente a los días de Semana Santa en el universo católico.

Esas eran las tradiciones ahora perdidas, pero seguro, estimado lector de www.elregionalpiura.com.pe si usted tiene más de 50 años, estará recordando como yo, lo que acontecía en su localidad, al toque de las tinieblas.

Miguel Arturo Seminario Ojeda/Presidente Honorario de la Asociación Cultural Tallán.

 

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