ERP/Miguel Godos Curay. Refiere Jorge Moscol Urbina que los carnavales de la mangachería, al extremo norte de la ciudad eran memorables. No sólo por la aguerrida pasión de sus vecinos sino por la exaltación memoriosa de los testamentos de Ño Carnavalón con velorio acompañado de viudas y deudos por las calles. Por las tardes remojones de agua no siempre limpia y rostros pintados con anilina y betún. Inolvidables los reinados con la elección, tras venta de votos, de una soberana agraciada. Inolvidables los bailes donde se arrojaban serpentinas con sutiles mensajes amatorios, chisguetes de éter y polvo en el rostro. El carnaval era el relajo previo a la cuaresma. El saturnal romano que recorría las calles de la ciudad con jocosa celebración. Algunos barrios con las tradicionales yunzas y otros con bailes animados por la música que interpretaban pueblerinas bandas que recorrían las calles, acompañando jaranas y divirtiendo al populacho.
La palabra carnaval viene del italiano carnelevare que significa “quitar” la “carne”. En el calendario romano refiere los tres días que preceden al comienzo de la Cuaresma. Tradicionalmente es una estridente festividad de mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos en donde se elige a un rey fantoche el Rey Momo y su embustera corte de los milagros y la comedia. En el carnaval todo estaba permitido. El refrescante remojón, la burla y la diversión, las declaraciones furtivas de amor como antesala de la cuaresma del calendario. El carnaval se inicia tradicionalmente el 20 de enero, conmemoración de San Sebastián, en Piura llamado San Chabaquito que preside las comparsas y velaciones. Los campesinos le piden agua para las siembras, por eso simbólicamente los remojones del carnaval. Los tradicionales carnavales eran una celebración estridente y popular en donde era posible derribar la seriedad de la autoridad y el orden establecido. Algunos cronistas deslenguados refieren que era tal el desenfreno y la ebriedad, que muchas veces faltaban los petates para la lujuria. Acabada la celebración muchas mujeres quedaban preñadas y no conociendo al progenitor acababan por llamar al hijo “de Dios”. No teniendo padre conocido la paternidad se trasladaba al cielo.
El carnaval para chicos y grandes, es una ocasión para el juego, la chanza y el divertimiento sin la aburrida solemnidad de la autoridad. Religiosamente, en carnaval, el pecado estaba a la vuelta de la esquina, todo estaba permitido hasta el recordatorio penitencial del miércoles de ceniza. Luego, la cuaresma, el recogimiento de la pasión de Cristo y el perdón de los pecados. Hoy los carnavales se mantienen tradicionalmente vivos en el Bajo Piura, Los carnavales de Catacaos, Sechura, La Unión y Bernal con sus tradicionales yunces coloridos : el rojo encarnado, el verde campestre, el crema imperial. Las sociedades yunceras son un verdadero rito anual que moviliza mayordomos y adherentes para levantar el árbol que será vestido con todo tipo de presentes. Finalmente concentran a todos los vecinos en las misas devocionales a San Chabaquito y en todos los festejos. Un “yunce calato” es indeleble señal de mal año. Un “yunce vestido y florido” anticipa la abundancia y la plata en el bolsillo. Hoy los festejos culminan con corsos y desfiles de carros alegóricos que no son sino la imitación local de los fastuosos carnavales de Río (Brasil) y Medellín (Colombia). Durante las celebraciones del carnaval se come, se baila, se juega y se gasta como si fuese el último día de la infeliz existencia hasta el primer día de la cuaresma que es el miércoles de ceniza.
Personajes de las comparsas son “el negro viejo”, “la mariquilla”, “el oso peludo” y en el propicio escenario “los candidatos”, “el comisario amoroso”, “el médico de la posta” cuyas recetas te mandan al cielo. La jocosidad no tiene límites pues en carnaval nadie falta respeto a la autoridad cuando se canta la verdad. El rito penitencial con el que culmina el carnaval y se inicia la Cuaresma se resume en la admonitoria sentencia del Génesis 3, 19: “Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás”. La genuina interpretación piurana es muy clara. Somos polvo irremediablemente.