ERP/N.Peñaherrera. Oficialmente terminó ayer la Conferencia de las Partes del Protocolo de Kioto, COP20 para simplificarla, cuyo producto tangible es la Declaración de Lima.
Sus borradores tuvieron en vilo a la gente de Naciones Unidas, los gobiernos que participaron y las ONG. El documento provocó una nueva plaga: insomnio global.
Hubo propuestas y ofertas interesantes como las del fondo contra el cambio climático, en el que Perú contribuirá con seis millones de dólares, la reducción de dos grados Celsius para aminorar los impactos del calentamiento global en el planeta, y la propuesta que nació desde las organizaciones de la sociedad civil para que comencemos a hablar de crisis del clima debido a la emergencia que se experimenta en todos los campos de nuestra vida.
La nota pintoresca fue la metida de pata que obligó a Greenpeace a bajar la cabeza y pedir disculpas tras estropear el colibrí en las Líneas de Nazca, Ica. Que yo tenga registro, es la primera vez que esa orgullosa y vehemente organización se retracta de una de sus emblemáticas protestas, donde suele quedar como víctima de inescrupulosos gobiernos e intereses; aquí ellos parecieron cambiar los papeles, y preveo que cada vez que hagan o digan algo, se lo van a enrostrar.
Pero eso es lo que pasa en las noticias y que a lo mejor nos llama la atención, pero no nos toca.
El calentamiento global, la crisis del clima, el cambio climático o como quieras llamarlo ya está afectando nuestras vidas: el ciclo vegetativo de los alimentos ha cambiado al punto de mermar o acabar con la producción (sea por venta o por consumo directo, ¿qué comeremos?), las ciudades de nuestro litoral están ensuciando el mar que es nuestra fuente de proteína (otra vez la comida) y que es clave en la generación de lluvias, la política de manejo de aguas servidas y residuos sólidos del resto de nuestras localidades parece estar generando más suciedad que otra cosa, malgastamos la poca agua que tenemos (por eso casi no consumo arroz), no somos conscientes del gasto energético que realizamos (hasta que nos llega el recibo) y seguimos apostándole a combustibles fósiles cuando el mundo está demandando energías limpias desde fuentes renovavles.
El éxito de la COP20 no lo constituyen las buenas intenciones de la Declaración de Lima, sino el compromiso que tú y yo vamos a adoptar o mantendremos con la finalidad de que nuestro pequeño aporte se sume al del resto, y genere un impacto positivo en el planeta.
Insisto que se debe invertir en investigación científica, de lo contrario no tendremos argumentos sólidos para actuar. Por lo mismo, tenemos que rescatar esa saludable curiosidad por entender el por qué y para qué de las cosas que realmente son importantes. En la medida en que la ciudadanía se haga más sabia, vivirá mejor.
Asumo que no debo sustentar ese punto. Quien crea lo contrario, que me lo indique.
Quizá podría funcionar armarnos una lista de cosas que podemos hacer en nuestros espacios cercanos para contribuir con la salud del planeta. ¿Qué tal si las intercambiamos por redes sociales para enriquecerlas?
Por más que las noticias nos lo muestren como una cosa titánica, revertir los efectos del desbarajuste que hemos creado es relativamente más sencillo , digo, pensando en términos ambientales.
Solo así, las cop tienen sentido, además de ser una forma práctica de presionar desde la ciudadanía hacia todas nuestras instancias de gobierno: mediante el buen ejemplo.
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