ERP/N.Peñaherrera. El reciente informe que ha presentado la Orden Hospitalaria de san Juan de Dios y la Diócesis de Chuluccanas confirma que las principales víctimas de la violencia son las mujeres.
Durante cinco años, comenzando en 2009, ambas organizaciones trabajaron en las tres provincias andinas de Piura –Ayabaca, Huancabamba y Morropón- educando sobre salud mental, detectando y atendiendo casos, y halló que tres por cada cuatro mujeres sufren depresión, principalmente.
Como dije, la intervención confirma un cuadro que se ha venido haciendo evidente por muchos años. Y lo confirma con cifras, las que si bien son frías e impersonales, nos demuestran que nos hemos descuidado mucho en la generación de bienestar para estas personas.
Para comenzar, se está ignorando el impacto de tales condiciones en la vida de la gente que las padece y la gente que les rodea. Posiblemente sean consecuencia del círculo de la pobreza, donde hay pocos recursos para todo, o que se mal invierten en lo que da imagen pero no nutre, o lo que da valor y destruye como las bebidas alcohólicas.
El estudio especifica que la violencia de varones contra las mujeres se exacerba más cuando se consume más alcohol.
Personalmente veo que lo perturbador del problema es que no es una realidad circunscrita a la sierra, ni tampoco al campo.
Los trastornos depresivos y de ansiedad parecen estar afectando a la población de todo Piura, o sea a nosotros y nosotras, y particularmente a nosotras; asimismo, el consumo de alcohol nos deja sin armas suficientes para tomar decisiones reflexivas y mas bien da paso a reacciones impulsivas, muchas de ellas lesivas contra nosotros, nosotras y quienes nos rodean.
El problema es que no tenemos una estadística a la mano que respalde tal afirmación, aunque apuesto que debe haber interesantes investigaciones universitarias que respalden esa hipótesis. El problema es que por esa absurda política de encarpetarlas y archivarlas, será complicado que pongamos a discutir números y conclusiones. Yo diría que tal actitud también es un síntoma de una mala salud mental: baja autoestima.
Pero no se trata de realizar un estudio. Sabiendo el escenario ante el que nos enfrentamos, ¿qué vamos a hacer para curarnos en salud y en enfermedad, en la alegría y la tristeza, en la riqueza y la pobreza?
Sí. Mientras no entendamos que la salud mental es un problema que nos toca sin excepción, y que se encadena al resto de espacios de la salud donde ya estamos en cuidados intensivos, será difícil que presionemos para que haya una estrategia integral que no dependa solamente del gobierno sino de todos los estamentos de la sociedad.
De ese modo, reducimos al máximo, o totalmente siendo bien optimistas, los índices de violencia hacia las niñas, adolescentes y mujeres de cada uno de nuestros entornos.
Me parece positivo el esfuerzo de San Juan de Dios y la Diócesis de Chulucanas. Ojalá eso pueda replicarse en las ocho provincias de Piura.
Por encima del crecimiento económico o la mejora de la calidad de servicios, si las instancias que toman decisiones no promueven que vivamos en paz interior y exterior, de nada servirá tener la billetera llena o la pared repleta de diplomas y medallas.
Puedes comprar lo que ves; pero lo que no ves, tienes que luchar para ganártelo. ¿Quién se anima a ser verdaderamente valiente?
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