ERP. Este 1 de mayo se conmemora el Día del Trabajo, oportunidad propicia para valorar actividades que permiten extraer las riquezas naturales para estar dispuestas a favor de las familias peruanas. La pesca artesanal es una de ellas y Javier Ramón Panta Morán (48), un ejemplo de esa constancia para ir al mar, adentrarse en él, ser un instrumento más del viento y realizar una lucha constante con los lobos marinos que se disputan el fruto de su esfuerzo.
Los hombres de mar, sobre todo aquellos que realizan la pesca artesanal, es como si tuvieran una comunión con el azul infinito del oceáno, desde la caleta de su aposento, sus embarcaciones son preparadas para ir hacia unas 5 millas y en ellas, buscan los peces que después comercializarán o lo usarán para su propio consumo. El oficio lo reciben de generación en generación.
La pesca lo eligió o él eligió a la pesca. La respuesta no es clara, pero lo cierto es que Jorge Ramón, ha dedicado su vida a esta actividad. Lleva la pesca en su sangre, que es chalaca y norteña. Nació en el Primer puerto, muy cerca al mar, pero su niñez y adolescencia las vivió en Piura, la tierra de sus padres.
La mayor parte de sus familiares en Piura, una de las principales regiones pesqueras del país, son pescadores. En el año 1990, cuando Jorge Ramón llegó a esta ciudad, la gente tenía muy pocas opciones que elegir para su futuro. Unos pocos estudiaban y otros debían escoger si deseaban ser agricultores, pescadores o albañiles. Él eligió el mar.
Los pescadores artesanales no tienen un horario de trabajo fijo. Sin embargo, los días de Jorge Ramón por lo general empiezan entre las cuatro y cinco de la mañana en el Desembarcadero pesquero artesanal del Callao. El retorno a casa depende del desempeño de la faena. Puede ocurrir alrededor de las cuatro de la tarde o aplazarse por varios días.
En altamar, para ubicar un buen punto de pesca, Jorge usa un GPS y su intuición. Los más de 30 años dedicados a esta labor le han permitido desarrollar un sexto sentido que le permite identificar los lugares donde abundan los peces. Compara su labor con la de un taxista cuando busca pasajeros, “uno ya conoce, ya sabe dónde va a encontrar algo”, dice.
Las jornadas en altamar no suelen ser fáciles. A las complicaciones que genera el trabajar al aire libre, se unen las inestables condiciones atmosféricas. Cuando el viento sopla con más fuerza que de costumbre y las olas se vuelven más inestables, la lancha de Jorge no avanza y su día de pesca se vuelve imposible. Muchas veces ha estado cerca del naufragio.
Los lobos de mar que, a simple vista parecen inofensivos y embellecen los paisajes costeros, a veces también dificultan su labor. Algunos días, manadas de entre 100 y 200 de estos animales atacan a sus redes y devoran todo el pescado que se ha capturado, dejando en las artes solo los residuos.
No obstante, los pescadores artesanales no tienen muchas alternativas. Pescan para su propia subsistencia, viven del día a día. Siempre deben salir al mar. Su ritmo de trabajo lo marca la productividad del océano y sus propias necesidades. Los únicos feriados que se permiten descansar son el Día del Pescador, Navidad y Año Nuevo. Este 1 de mayo, conmemoran la fecha como ellos saben hacerlo: trabajando.
El Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero (FONDEPES) promueve el avance integral de la actividad pesquera artesanal principalmente con la dotación de infraestructura, el fortalecimiento de capacidades a través de cursos gratuitos y apoyo financiero con créditos supervisados con tasas de entre 3% y 7% de interés anual.
En este día especial, con el ejemplo de Jorge Ramón, debemos mirar la dedicación de estos hombres de mar que en caletas ubicadas en el litoral peruano, se adentran en el Oceáno Pacífico, se dedican a la pesca artesanal y mediante la riqueza marítima, forjar de nuevas esperanzas a peruanos y peruanas que viven del sudor y esfuerzo de su trabajo.