ERP. Cada 4 de noviembre, se conmemora el aniversario del levantamiento de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, y de Micaela Bastidas Puyucahua, su esposa, dos peruanos protagonistas dentro de la historia nacional, e hispanoamericana. Es parte de este registro, la fecha de su heroica muerte, el 18 de mayo de 1781.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia de la DNEF del Jurado Nacional de Elecciones
Y en efecto, es evidente que los peruanos tienen en la memoria colectiva, a dos de las más grandes figuras de la historia nacional, asociadas al proceso de emancipación de su patria, a Túpac Amaru II, y a Micaela Bastidas, líderes en una gran rebelión que comprometió a muchos peruanos batallando por la libertad de su patria, y por ellos se diría en un poema, que querrán matarlos, y no podrán matarlos, y en efecto ambos son inmortales.
La gran rebelión de Túpac Amaru, es de conocimiento obligado en el Perú, se escucha y se lee sus nombres tributándoseles un gran reconocimiento desde la independencia, y hasta hoy se les sigue popularizando a través de monedas, estampillas y billetes con el perfil de estos precursores de la independencia, cuya vida fue llevada al cine hace unos años, multiplicando estrategias para la difusión de su hazaña.
Tumbesinos y piuranos, y los peruanos que vivieron durante el virreinato, fueron testigos de una serie de protestas, asonadas, rebeliones, y todo tipo de manifestaciones contra el poder de los hispanos, y cuando se llega a finales del siglo XVIII, esas protestas continuaron remeciendo al virreinato, con las rebeliones de Juan Santos Atahualpa, de los caciques de Huarochirí, y la gran rebelión del sur, cuyas figuras centrales fueron Túpac Amaru II y Micaela Bastidas; ambos esposos fueron padres de Hipólito, Mariano y Fernando.
La imagen de un gran líder como Túpac Amaru, está asociada a las acciones que remecieron la estructura socio económica de los dominios hispanos en América, sacudiendo la jurisdicción de los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, como queda constancia en el Archivo Provincial de Córdoba, y en otros de igual naturaleza en la República Argentina.
En 1764, Túpac Amaru fue nombrado cacique de Tungasuca, Surimana y Bambamarca, fijando su residencia en el Cusco, desde donde viajaba para controlar el funcionamiento de sus tierras. Túpac Amaru sufrió la presión de las autoridades realistas, por quejas de los arrieros del Río de la Plata, cuyas redes comerciales monopolizadoras se orientaban hacia el Alto Perú, por el tránsito de mineral.
El Inca se vio afectado, como los nativos, por el establecimiento de aduanas y aduanillas, y por el alza de las alcabalas, que le llevó a generar un reclamo, considerando también la liberación de los indígenas del trabajo obligatorio en las minas, al que estaban forzados, en un proceso que pasó por las instancias de Tinta, Cusco y Lima, sin que su queja fuera atendida. Todas estas reformas de aduana, provenían de los cambios realizados en ese campo por el visitador Antonio de Areche, quien llegó al Perú como funcionario de la corona española, y cuyas acciones se orientaban a un mejor control del movimiento económico en todo el virreinato peruano.
Túpac Amaru II se levantó contra el poderío español el 4 de noviembre de 1780, y su rebelión generó reflexiones en muchos peruanos de su tiempo, tanto hispanos, como indígenas, mestizos, negros y criollos, y llevó a consideraciones reflexivas a las autoridades, y aún a los corregidores, que si bien presenciaron la derrota de los rebeldes y su ajusticiamiento, entendieron paulatinamente, que el mundo no debería continuar así.
Para Juan José Vega, el movimiento de Túpac Amaru fue una gran conjura indocriolla, cuyos movimientos están más allá del mundo de los andes, pues los conflictos sociales no se habían limitado a Cusco y Puno, se vivían en todos los dominios hispanos en América, y esto generó que muchos siguieran al Inca rebelde, en busca de mejores consideraciones.
Queda en la memoria colectiva, el recuerdo de las batallas de Tungasuca, y otras victorias iniciales, así como Sangarará, y también del día de su ejecución en la plaza de armas del Cusco el 18 de mayo de 1781. Con sus muertes no acabó su gloria, era el comienzo de la inmortalidad de ambos líderes, a los que los peruanos han hecho un altar especial en las raíces y fortalecimiento del amor patriótico y en el sentimiento de peruanidad.
Las figuras de Túpac Amaru y de Micaela Bastidas han inspirado una diversidad de óleos, dibujos, grabados, bustos, estatuas, y otras manifestaciones de admiración, que principalmente se proyectan en la parte principal del Panteón Nacional de los Próceres de la Independencia, santuario patriótico muy visitado, bajo al administración del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú.