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Sáb, May

El beato Fray Mamerto Esquiú símbolo de Santidad Argentina

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP. (Por Miguel Arturo Seminario Ojeda) La santidad es una virtud especial, es un don de pocos privilegiados, que frente a la gracia recibida, hacen de su vida un constante tributo de agradecimiento a Dios, y se convierten en modelos de vida a seguir por los demás. La santidad se vive de manera diferente en cada época, son distintas las formas de vivir la santidad en tiempos de Santa Rosa de Lima y de San Martín de Porres, como lo es la forma de llevar esa santidad en los siglos XIX y en el propio XXI, porque hasta ahora hay santos en vida, que en el momento oportuno serán elevados a los altares.

Hemos visto en el siglo XXI, que varios santos han sido entronizados por el Vaticano, y aceptados por el mundo entero, entre ellos Santa Teresa de Calcuta y San Juan Pablo II, cuya vida santa es diferente a los dos santos peruanos anteriormente mencionados, pero, son santos para todo el mundo católico por esa vida reconocida de acercamiento permanente a Dios.

Así ocurrió en el siglo XIX, cuando en la Argentina, por lo menos tres grandes vidas se asocian a la santidad, por ese llamado especial que les hizo Dios, y que con la práctica de una vida ejemplar, tuvieron reconocimiento de sus contemporáneos, y de los que ahora se esmeran por su elevación oficial a la santidad, porque así lo merecen, son los casos del Cura Brochero, recientemente santificado, canonizado en el siglo XXI, y la vida del beato Ceferino Namuncurá, y del recientemente reconocido como tal: Fray Mamerto Esquiú, un catamarqueño que dejó sus huellas en su país, en Bolivia, Perú, Ecuador y Europa.

Mamerto de la Ascensión Esquiú, nació el 11 de mayo de 1826, en Piedra Blanca, en la provincia argentina de Catamarca, y falleció en El Suncho, el 10 enero de 1883, en la misma provincia de Catamarca. Si tenemos que resumir su vida, diremos que fue un fraile y obispo argentino del siglo XIX, que nació casi diez años después de la proclamación de la independencia.

Fray Mamerto Esquiú fue un hombre sometido al orden moral, social y jurídico de su tiempo, como se puede conocer por la defensa que tuvo con respecto a la Constitución Argentina de 1853, por la que expresó una ardorosa defensa, cuando un grupo de catamarqueños, intentó desconocerla, tal como se pretendía hacerlo en otras provincias.

El sermón que dio en Catamarca, se conoció en toda la Argentina, terminando en gran parte la resistencia a aceptar la Constitución, pese a que por entonces, el fraile no era muy conocido, lográndose que el Presidente de la República, Justo José de Urquiza, autorice la impresión del sermón. Asimismo, en otro discurso pronunciado al año siguiente asentó los principios de sociología cristiana, tan necesarios en ese tiempo, y también asentó principios de historia política. Todo esto ocurría paralelamente a la vida piadosa que llevaba.

Fray Mamerto Esquiú fue hijo de Santiago Esquiú y de María de las Nieves Medina, se llamó Mamerto de la Ascensión, porque nació el día de San Mamerto, día también en que la Iglesia Católica celebra el misterio de la Ascensión del Señor, que en 1826 había caído el mismo día. Empecé a conocer sobre este hombre de santidad en los años 70 del siglo pasado, cuando viví en la docta ciudad de Córdoba, donde su nombre es bastante popular, y semanalmente, yo leía la revista ESQUIÚ.

La vida santificante de Fray Mamerto Esquiú, fue de manifestación temprana, desde los cinco años empezó a usar el hábito franciscano que lo acompañó toda su vida. Ingresó al noviciado del convento franciscano de Catamarca el 31 de mayo de 1836, y a los 22 años fue ordenado sacerdote, celebrando su primera misa en1849.

En 1860 estuvo por breve tiempo en Paraná, como secretario de fray Luis Gabriel Segura, primer obispo de esa diócesis. Viviría después en el convento franciscano de Tarija, en Bolivia, estaba desengañado de la situación política de su país, porque una vez más se había entrado en enfrentamientos de guerra civil, por la constante rebelión contra las leyes, que se experimentaba con frecuencia.

Cinco años vivió en Tarija, y cinco en Sucre, al lado del arzobispo de Sucre como su colaborador en esa ciudad, donde publicó un periódico de resistencia a las presiones de los intelectuales anticlericales. Estando en Sucre, en 1872 recibió su nombramiento para arzobispo de Buenos Aires, firmado por el mismo presidente Domingo Sarmiento, y no aceptó, porque sarmiento había contribuido a la caída de la Confederación. Pasó luego a vivir en Perú, y posteriormente a Guayaquil. En 1876 viajó a Roma y a Jerusalen, Ciudad Santa donde predicó frente al Santo Sepulcro, el Viernes Santo de 1877

Fue en Tierra Santa donde se encontró con el superior general de la orden franciscana, quien le encomendó reorganizar la orden en la Argentina, regresando a su querida Catamarca después de 16 años de ausencia, en 1878 año en que el Presidente Avellaneda le nombró candidato a obispo de Córdoba, y el Papa León XIII le confirmó la propuesta, recibiendo su ordenación episcopal en Buenos Aires, y su consagración como obispo de Córdoba, el 12 de diciembre de 1880, tomando posesión de su sede episcopal el 16 de enero de 1881.

Su vida fue marcada por la austeridad; murió el 10 de enero de 1883 en El Suncho, Catamarca, cuando regresaba desde La Rioja a su sede obispal. Pese a su delicado estado de salud, no dejó de socorrer espiritualmente a su feligresía, mientras avanzaba, compartiendo incluso los regalos que recibía, junto a los rosarios, medallas y estampas.

Sus restos mortales reposan en la catedral de Córdoba, y su corazón "incorrupto" fue depositado en el convento franciscano de San Fernando del Valle de Catamarca, como lo recuerdan emocionadas, Elda y Silvia Dibez, por quienes me enteré del robo que se hizo de esta sagrada reliquia, dos veces sustraída por manos sacrílegas.

Fray Mamerto Esquiú fue declarado Siervo de Dios en 2005 y Venerable el 2006. Acaba de ser declarado Beato, y se espera que la ceremonia oficial se lleve a cabo en Catamarca, ciudad emplazada, en un antiguo asentamiento inca.

El Perú y el Río de la Plata siempre han experimentado vínculos de unión, y no solo a través de la guerra de la independencia. Antes ben, durante el mundo virreinal el lazo siempre estuvo presente, por la dependencia política y las relaciones comerciales entre Lima y Buenos Aires, antes que a este lugar se le declarara puerto libre, tras la creación del virreinato del Río de la Plata.

Sin embargo los lazos van más allá del virreinato, y se hunden en la proyección del imperio incaico sobre tierras argentinas, cuando gran parte de lo que fue el Tucumán, fue incorporado al Tahuantinsuyo, en las avanzadas incas, que anexaron al imperio las tierras de las actuales provincias de Salta Jujuy, Tucuman, Santiago del Estero, San Juan, Catamarca, La Rioja Mendoza, y gran parte de Córdoba.

Diario El Regional de Piura
 

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