Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Cuando las clases presenciales en las escuelas debieron suspenderse debido a la amenaza que representa el Covid-19, el gobierno peruano implementó como pudo (nunca lo había previsto y probablemente no era una prioridad) un plan de educación a distancia o educación remota. Mientras un grupo sigue viéndole los cinco pies al gato, otros han creado sus propios entornos virtuales (antes incluso que el lanzado oficialmente) con relativo éxito.
Digo relativo porque no podremos hablar de éxito completo hasta que tengamos evaluaciones, pero la respuesta inmediata vale el mérito, y ya en esta columna me he referido incluso a soluciones made-in-Sullana que han representado un interesante emprendimiento para su diseñador (Iván Rotta, por si te interese un nombre).
Si te dormiste, recuerda que goles que no haces, goles que te hacen, y los tiempos de crisis no son para roncar a pierna suelta hasta mediodía: la vida sigue comenzando a las cinco o las seis de la mañana. Sí, como la chilala. Sigamos.
Dejemos la reprimenda y regresemos al asunto de la educación remota. En principio, como se trata de una solución en progreso, el ensayo-error va a ser cosa de la etapa inicial hasta que todo el mundo le halle el ritmo. Algo así como el día que aprendiste a manejar bicicleta… incluso si se trataba de una bicicleta estacionaria.
Obviamente que los sistemas de educación alternativa, como por ejemplo el orientado a personas con habilidades diferentes, sí que la está pasando mal porque muchos de los recursos tele educativos no aplican a las circunstancias de esta población, sobre la que también se debe gestionar una solución pronta porque nadie puede ser excluido o excluida.
Como es natural, la transición está impactando a estudiantes, docentes, padres y madres de familia, y directivos. Y hay otro grupo que no solo está impactado sino que la está viendo cúbica, ya no cuadrada: los promotores de servicios educativos privados. Y cuanto más pequeños, mayor es el drama, y éste consiste en que sus herramientas de gestión que pudieran funcionar casi a la perfección (casi) en el mundo real, en el mundo virtual son inútiles.
A los factores que han representado un desafío para la transición de todo el sistema educativo peruano en general –estudiantes sin contacto físico entre pares, docentes sin una interacción más controlada en aula, y padres y madres que no terminan de entender que la tecnología que usan para el ocio tenía empleos más sublimes y productivos—se le suma en el sistema peruano privado el hecho de que los modelos administrativos menos automatizados (si los tuvieron) no permiten administración alguna porque no está claro dónde está qué recurso, la relevancia a la máxima potencia de la vulnerabilidad laboral de docentes y personal en general, y en el caso de aquéllos que se crearon eminentemente como negocio, el desmoronamiento progresivo del emprendimiento cada 24 horas, domingos y feriados incluidos.
Y como para completar el cuadro, el gobierno peruano ya ha lanzado entre el miércoles 29 y el jueves 30 de abril, una válvula de escape masivo para padres y madres de familia: ahora será posible trasladar alumnado del sistema privado al sistema público aprovechando la modalidad no presencial que se mantendrá todo 2020. ¿Culpa del gobierno? No, en todo caso lentitud de los promotores para adaptarse y reaccionar.
¿El sistema peruano de educación privada está colapsando hasta sus bases? La respuesta podría ser: depende. Como dije antes, los sistemas que se fueron configurando híbridamente ya sea en el modelo educativo o el modelo de administración puede que pervivan, pues lo que la automatización no podrá resolver, tendrá que ver mucho con la habilidad gerencial de sus promotores. Pero los planteles que no hayan cuidado este no-tan-pequeño detalle, sí, van a desaparecer… salvo un giro de timón de última hora.
No son pilares, son cimentos
No siendo pedagogo, por lo tanto con opción a error, pienso que todo sistema educativo en implosión progresiva solo puede salvarse cuando tiene dos bases sólidas sobre las que se puede reconstruir todo el esquema, y que lo adelanté en un artículo que está en mi blog (luego les pongo el enlace): estudiantes y docentes. ¿Cuál es más importante? Ambos. Uno supone la existencia del otro.
No hay mucho que filosofar de primera mano, a menos que agreguemos un aspecto de competitividad (mi habilidad para ser mejor que nadie): si tu docente destaca por todo, entonces el o la estudiante tendrá algo llamado calidad educativa. Incluso bajo una ramadita, cuando se da esta condición, los resultados son increíbles. Digo, Sócrates no tenía pizarra ‘touch-screen’ y lo seguimos estudiando hoy.
Pero, para ser bien equilibrado, también es necesario generar o detectar un factor de ccompetitividad en los y las estudiantes: la autoconfianza en su talento y la motivación para emprender toda la ruta educativa con entusiasmo, curiosidad, perseverancia y autoexigencia. Si no hay este cuadro actitudinal, dudo mayormente que al margen que el o la docentes sea lo óptimo existente sobre la Tierra, haya éxito. Y todo ese cuadro actitudinal no es responsabilidad exclusiva de uno, es una suma de todo.
Si ambas bases son competitivas a esos niveles, el resto del edificio llamado sistema educativo se construye con una arquitectura funcional y escalable. Esteee, creo que no estoy descubriendo la pólvora; deben habérselo dicho en cuanta capacitación haya asistido, y si no se lo dijeron, acuse recibo y rúmielo.
Y esto último aplica exactamente a la educación privada también. Porque si vas a cobrar por el servicio, lo que tienes que ofrecer es una ventaja competitiva en el mismo. ¡Listo! Aquí están tus factores de calidad: docentes y estudiantes. ¡Claro que el resto aporta; pero la base, insisto, parte de aquí! ¿Cuál parece ser tu error? Te estás apoyando en los padres y madres de familia porque proveen el dinero, es cierto; pero ellos no te darán su plata ni a palos a menos que tu oferta se reinvente.
¿Un “star system” magisterial?
Como lo adelanté en un artículo en mi blog (paciencia, luego te pongo el enlace) el paradigma postcuarentena para la educación en general apunta a la progresiva desaparición de las instituciones educativas que no partan en la práctica de esas bases ni de esos factores de competitividad. Y si desaparecen las instituciones educativas, ¿desaparece la educación? ¡Para nada!
La educación se reconstruirá en torno al o a la docente quien se cimentará como figura referencial organizando su propia escuela, no como institución formal sino en su concepto clásico: el entorno hecho para aprender. Y ojo con un factor que no podemos ignorarlo ni de broma: la tecnología. Por supuesto que si el o la docente no se llega a creer esto, también se diluirá, profesionalmente hablando quiero decir.
Miren cómo están mutando algunos instructores de gimnasio. Cuando la cuarentena les obligó a cerrar sus negocios, si eran dueños de los negocios, algunos se dieron cuenta que tenían una vasta comunidad en las redes sociales. ¿Qué hicieron? Clases por redes sociales. Y ojo que están ganando plata, digo porque de todos modos de algo uno tiene que vivir: han hallado herramientas de monetización automática, e incluso dan clases privadas en línea a ciertos alumnos, quienes si quieren seguir teniendo al entrenador en casa (bueno, en el dispositivo móvil), pagan por transferencia web.
Justo me tocó seguir los casos de dos de ellos: el sullanero Félix Oviedo, quien trabaja en Paita, y el alteño José escobar (El Churre), quien trabaja en San Miguel, Lima. Ambos están aplicando el modelo virtual, y no les está yendo mal. Claro que ya venían posicionándose en redes sociales mucho antes (construyeron reputación de marca), así que eso ayudó. Ah, no me olvido del limeño Mario Kanashiro, en Nagoya, Japón, quien hizo el ‘crossover’ en las mismas condiciones, y de quien ya les conté en una columna a inicio de año.
Si un o una docente aún tiene dudas sobre cómo gestionar su propia transición, bien podría pedirles un ‘coaching’ virtual a estos tres sujetos, y les garantizo que, además de tratarles con la mayor amabilidad posible, les encantará la idea. Bueno, sí, son instructores de gimnasio, pero supieron leer los signos de los tiempos y respondieron: resiliencia, ergo competitividad. Bienvenidos y bienvenidas al siglo XXI.
En ese contexto, si la educación privada quiere supervivir, va a tener que reinventarse a un sistema muy parecido al de los agentes de talentos: encargarse de toda la parte administrativa del o la docente, y dejarle a éste o a ésta toda la chamba pedagógica. Ah, algo que olvidé decir: en el nuevo sistema, el o la docente ya no trabajará para la institución educativa sino completamente al revés. Ya, no pongas esa cara, querido promotor, querida promotora: evolucionar o extinguirse. No hay opciones intermedias, pero se puede negociar.
En este contexto, los y las docentes en el sistema privado ya no tendrán que convencer a los promotores sobre lo bien calificados que están para el puesto; más bien tendrán que convencer a papás, mamás y alumnado, los que, tras investigar antecedentes, dirán si toman la clase o no. Y, por supuesto, todo ello supervisado por el Ministerio de Educación.
Y aunque el sueldo será a tratar, no creo que sea al alza: la competencia ya es dura, así que dispararse con precios en un clima de crisis equivale a no ser tomado en cuenta. Posiblemente las referencias salariales de la carrera pública magisterial pueden ayudar; el resto será aplicar algo llamado valor agregado.
Obviamente el otro reto es que el Ministerio de Educación note a tiempo que éste podría ser el futuro inmediatísimo del esquema, solo que en su caso, ellos seguirán a cargo de toda la administración en el sector público además de dar el marco directriz nacional; pero en el privado, o le crean el marco, o ese colapso terminará de producirse muy pronto. Así que todavía se puede rescatar parte de los escombros.
Ésta es solo una receta; si pueden mejorarla, adelante. Ah, sí, sí. No me olvidé del artículo de mi blog: http://nelsonsullana.blogspot.com/2020/04/efecto-coronavirus-o-como-evolucionara.html
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