ERP. Detrás de su bata azul de especialista y esa mirada seria, Víctor Sobrevilla Navarro, de 27 años, jefe de Enfermería de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital de Contingencia Virgen de Fátima, esconde una historia llena de esfuerzo y sacrificio, que lo llevó al cargo que ahora ocupa y a mantener a su familia unida y feliz.
Terrible suceso
Casi nadie sabe que a sus 24 años, cuando entraba en la etapa final de su carrera universitaria, Víctor ni siquiera tuvo tiempo para secarse las lágrimas por la pérdida de sus padres y sacó fuerzas para convertirse en el padre de sus hermanos, quienes todavía eran niños y cuida hasta hoy, en su casa de Cieneguillo.
Desde ese entonces y durante siete meses, Víctor recibió el apoyo de algunos familiares, pero necesitaba obtener más dinero para terminar la carrera de Enfermería, que hasta antes de lo ocurrido era sustentada por sus padres. Es así que se convirtió en ayudante de cocina, oficio que le ayudó a llevar un pan para alimentar a sus hermanos.
“Habían días en los que no teníamos ni para comer. No sacar mi título ni mi colegiatura, pero aunque recién estaba aprendiendo presenté mis papeles en varios lugares y una clínica me dio la oportunidad. Trabajé allí y continuaba estudiando porque mis amigas me inculcaban a siempre ser mejor y obtener más grados y diplomados”, contó.
No se dejó vencer
Ya en el 2018, Sobrevilla ingresó a laborar en el Hospital de Apoyo II-2 de Sullana, donde compartía su trabajo con sus estudios de especialización en servicio a los pacientes de UCI, para lo cual viajaba todos los fines de semana. No imaginaba que con esto se preparaba para la gran prueba que tenía por delante.
Cuando empezó la pandemia por coronavirus y al abrir el servicio de UCI COVID, Víctor, al igual que los licenciados contratados, inició su servicio con mucho temor. La mayoría del personal nombrado temía contagiarse. No obstante, el protagonista de esta historia, demostró que tiene una voluntad de hierro y asumió este rato con responsabilidad.
“Al inicio no había oxígeno ni los profesionales suficientes para todos los pacientes. Salíamos muy cansados porque debíamos cubrir al personal que se enfermaba de COVID y a veces se tomaban más de 15 días de permiso. Una vez me fueron a buscar a mi casa a la 1 de la madrugada porque no había quien asuma ese turno”, narró.
Victorios, como su nombre
Sin embargo, Víctor comenta que ahora se han superado estos obstáculos y las carencias, es donde puede poner en práctica todos sus conocimientos. Dice que ni la infección de coronavirus de regular intensidad que padeció en abril de este año y las críticas a su trabajo no lo han amilanado, sino que lo motiva a dar un servicio más humano.
“No tengo tiempo para discusiones vanas, cuando mi principal preocupación y la de mis compañeros es salvar más vidas. Cada alta es una pequeña victoria para nuestro equipo. Ahora tengo que revisar el avance de los estudios de mis hermanos, que son mi motor para seguir adelante”, dice Víctor, orgulloso de sí mismo.
Precisamente, esta falta de tiempo hace que este héroe de primera línea deje de lado su vida personal, que ahora se reduce a estar al lado de su familia y hacer deporte, cada vez que pueda. Sus pacientes son el motivo para seguir adelante y los cuida como si se tratara de los padres que perdió físicamente, pero que todavía lleva en su corazón.