ERP. Durante las últimas horas he sido testigo de la desesperación de las personas para encontrar una solución médica al COVID-19; los hospitales se encuentran llenos y las clínicas limitadas en su atención. Una cosa es conocer el caso por literatura y otro tener los testimonios directos y en realidad estar inmersos en una crisis de esta naturaleza donde el referente que se tiene son varios conocidos fallecidos, como que la esperanza de la sanación se hace lejana.
Lo cierto que el COVID-19 nos ha desvestido como país, un Estado paquidermo, con aparente mucho dinero, pero con incapacidad para utilizarlo y menos en los servicios esenciales para proteger a sus nacionales, con funcionarios prestos para la corruptela y dados a beneficiar a quienes menos lo merecen, una población diversa en lo educativo y por ende en lo cultural, diferenciada sustancialmente en lo económico y sobre todo con altos niveles de egoísmo.
Pero este es el Estado que tenemos, con un presidente entusiasta y un sistema que no funciona. Será el análisis del presente, lo que determine la agenda del futuro; pero esas responsabilidades serán para otro momento; allí se discutirá que hacer con el sistema sanitario, qué con los laboratorios y puntos de expendio de medicinas, qué con clínicas y hospitales, qué con el sistema financiero. La tarea será ardua, claro si se quiere cambiar.
El presidente de la República manifestó recientemente que hemos llegado al pico y pueda que sea así; sin embargo, en la región Piura todo hace indicar que se prolongará por algunos días más. La información que se recibe no es confiable y las pruebas que se hacen insuficientes para hacer un pronóstico según especialistas en el tema. Esta situación lleva a la reiteración que todo está en nuestras manos.
Han pasado dos meses desde el inicio de la cuarentena y es probable que la soportabilidad haya mermado; que la confianza cedido y que, sin quererlo, los riesgos se hayan incrementado. ¿Podemos evitar estar en esta situación? La respuesta tiene sus propias particularidades, unos dirán si y otros responderán que no; unos dirán puedo comprar vía delivery y otros que tienen que salir para comprar para el diario. Son dilemas propios de nuestra realidad social.
Al cerrar esta edición a una semana que termine formalmente la cuarentena, solo queda esperar que las personas, las familias, la comunidad entiendan que el cuidado en estos momentos es nuestro, que el Estado por el momento es incapaz de garantizar tu derecho a la salud en su integridad y que solo es posible bajarle carga a los establecimientos de salud para salir de este fondo en el cual nos encontramos.
Felizmente en momentos aciagos existen hechos que cambian las percepciones y se muestra la valía de las personas y lo menciono por la iniciativa de los sacerdotes de dos parroquias, quienes consiguieron abastecer de oxígeno al principal hospital de Piura y la colaboración de monseñor José Antonio Eguren y Cámara de Comercio de Piura para la adquisición de un isotanque. Ello nos demuestra que cuando los representantes del Estado son débiles, la fuerza de la organización social puede suplantarlo con mucha facilidad.
Hagamos votos por la racionalidad de mantener el aislamiento social tan necesario en un momento muy angustiante para la región que registra a la fecha 323 personas fallecidas y 3432 personas contagiadas. Con esos datos, ¿se podría ser mucho más sensato en sus decisiones? nuestros lectores tienen la respuesta