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Mié, Nov

Bolívar dictador del Perú

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. Muchos dictadores se hacen, capturan el poder por la fuerza, y protagonizan sombras dentro de la democracia, generando una serie de baches en el camino de fortalecimiento de la delegación del poder del pueblo a sus autoridades.

Hay interpretaciones, de que entre los incas no hubo democracia, y seguro que fue así, porque entendemos a la democracia, como esa forma de gobierno, en la que los ciudadanos delegan poder a sus autoridades, y lo hacen periódicamente, bajo el amparo de la Constitución, y de las leyes electorales. Sin embargo hubo una política, de procurar mejoras entre la población sometida, garantizando el bienestar social que les permitía vivir sin grandes problemas, pero jamás la población, hasta donde se sabe, participó en la toma de decisiones.

Una experiencia similar se vivió en el virreinato, la prolongación de la monarquía se sintió en el Perú a través de los virreyes, y a esto se suma el despotismo, el asco racial sobre los indios y mestizos, aunque la población criolla, al comienzo también fue marginada, sin embargo después tuvo un ascenso, que los llevó a ser parte del engranaje del poder en todo sentido.

Quizá estas dos experiencias, hacen que se afirme que los rasgos característicos en el Perú antes de la independencia, fueron asociados a la autocracia en el incanato, y al despotismo en el virreinato; y que por eso, por esta fuerte tradición de más de 500 años, los peruanos de la República, conservaron una conducta muy distante de la igualdad e inclusión social, tan necesarios para vivir en democracia.

El general José de San Martín, Protector de la Libertad del Perú, tuvo un encuentro con Bolívar, en la famosa entrevista de fines de julio de 1822, sin que finalmente se pusieran de acuerdo en Guayaquil, entendiendo San Martín, que su presencia estorbaba a Bolívar, por lo que decidió humildemente retirarse del escenario de la guerra, dejando a Bolívar, la oportunidad de concluir con la guerra de la independencia, en cuya victoria confiaba el ilustre militar de Yapeyú.

simon bolivar

Así, en medio de todo lo que significó la convocatoria del primer Congreso Constituyente de nuestra República, el mismo día de su instalación San Martín renunció a los cargos que ostentaba, dimitiendo y anunciando su retiro de la tierra de los incas, había protagonizado una página trascendente en la historia de los peruanos, aureolándose de un prestigio que crecería con el paso de los años.

El 2 de setiembre de 1823, el Congreso de la República otorgó plenos poderes a Bolívar, el gran venezolano, había llegado el día anterior al Callao, en el bergantín Chimborazo, después que una comitiva enviada por el Congreso de la República del Perú presidido por José Faustino Sánchez Carrión, le enviara una invitación mientras estaba en Guayaquil.

Estuvieron presentes en el recibimiento, el presidente José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle, y el pleno de su gabinete, y al día siguiente de su arribo, el 2 de setiembre, el Congreso lo nombra "suprema autoridad", encargándole después la dirección de la lucha contra el ejército realista, y por lo tanto Torre Tagle debería rendirle cuentas de todo cuanto hiciera.

Bolívar eliminó las fuerzas de José de la Riva Agüero, personaje que fuera presidente del Perú, y que se había opuesto a la llegada del libertador del norte, Riva Agüero fue tomado preso en noviembre de 1823, y tras escapar luego, se retiró a Inglaterra. Por otro lado, el Congreso Constituyente estaba próximo a proclamar la primera Constitución política del Perú, y previamente emitió una resolución advirtiendo que entrarían en suspenso las disposiciones de la Constitución que fuesen contrarias a lo dispuesto por Bolívar; la Constitución fue jurada el 11 de noviembre de ese año, sin entrar en vigencia.

Por su parte, el ejército realista controlaba la sierra central y el sur del país, es decir Junín, Ayacucho, Cusco y Arequipa, y los patriotas con las fuerzas del ejército unificado tenían posesión de la costa central y norte, y de la sierra norte, es decir Piura, La Libertad, Ancash, Lima y Cajamarca, y frente a los peligros de una invasión realista, Bolivar decidió trasladar su cuartel general a Pativilca, al norte de Lima.

Torre Tagle recibió el encargo de Bolívar, de acercarse a los mandos españoles que se hallaban en Jauja, para lograr una negociación, que en realidad obedecía a la necesidad de ganar tiempo, y aumentar el número de efectivos entre los patriotas y marchar contra los realistas; sin embargo, pese a esto, Bolívar terminó acusando de Torre Tagle de ponerse de acuerdo con los realistas para sacarlo del escenario de la guerra, y quedar él al mando del Perú.

Poco después, las fuerzas realistas ocuparon Lima el 29 de febrero, y se retiraron después a la sierra central, manteniendo una guarnición en el Callao, bajo el mando de José Ramón Rodil, quien cobijó a varios patriotas que no confiaban en Bolívar, y entre ellos, el mismo Torre Tagle que murió al año siguiente en el sitio del Callao.

El Presidente Torre Tagle fue depuesto por el Congreso el 10 de febrero de 1824, entregando a Bolívar todo el poder político y militar, entrando el Congreso en receso, hasta esperar una convocatoria por Bolívar, convirtiéndose el Libertador del Norte en la única y máxima autoridad en el Perú, y de inmediato nombró como único Ministro General a José Faustino Sánchez Carrión, retornando el gran venezolano a Pativilca.

En Pativilca hizo todo lo posible para aumentar el Ejército Unido Libertador del Perú, nombrando por sus jefes principales a los generales grancolombianos Sucre, Lara, y Córdova, excluyendo a los peruanos, que no gozaban del afecto del Libertador.

El 6 de agosto de 1824, en la batalla de Junín la caballería del ejército realista fue derrotada por primera vez en el Perú; y pocos meses después, el 9 de diciembre de ese año se puso fin a la hegemonía militar hispana concluyendo el virreinato del Perú con la derrota infringida en Ayacucho a las fuerzas realistas.
Bolívar había nombrado un gabinete ministerial antes de la derrota de La Serna, manteniendo a José Faustino Sánchez Carrión como ministro encargado de la Cancillería, Hipólito Unanue se destinó al Ministerio de Hacienda y Tomás de Heres fue designado ministro de Guerra. No falta quienes aseguren, que el gobierno de Bolívar en el Perú estuvo marcado por una gran represión contra el pueblo, y que no tuvo contemplaciones contra sus opositores; e incluso, que se entrometió mucho dentro del Poder Judicial y en la elección del Congreso.

El 10 de febrero de 1825, Bolívar convocó al Congreso que había estado en receso un año, y un mes después fue disuelto, sus funciones se dieron por concluidas el 10 de marzo, después de haber autorizado la salida de 6000 soldados peruanos a la Gran Colombia, y haber acordado la entrega de premios a los militares vencedores en la gesta de la independencia.

El 20 de mayo de 1825, encontrándose en Arequipa, Bolívar convocó a elecciones para un Congreso General con la intención de que se reúna el 10 de febrero del año siguiente, disgustando a Bolívar la incorporación del diputado por Arequipa Francisco Javier de Luna Pizarro, y de otros representantes que no veía bien. El Congreso recién se reunió en abril, fracasando sus sesiones preliminares porque el gobierno declaró no válidos los poderes concedidos a los diputados de Arequipa, Lima, Cusco y a quienes no gozaban de la simpatía bolivariana.

Al año siguiente, se recortó a los ciudadanos el derecho de elegir democráticamente a sus alcaldes, retirándose a los municipios el derecho de elegir a sus autoridades, poco después decreta que los prefectos convoquen a los colegios electorales de las provincias, con la intención de que cada una apruebe directamente la Constitución Vitalicia que lo nombraba como Presidente Vitalicio y que había sido elaborada por el mismo Bolívar.

Finalmente, el 4 de septiembre de 1826, Bolívar se embarcó con rumbo a Colombia dejando en el Perú un "Consejo de Gobierno", que buscaría entre otras cosas la vigencia de la Constitución Vitalicia. Bolívar no regresó más al Perú. La Corte Suprema del Perú no aprobó la Constitución Vitalicia ni el nombramiento de Bolívar como Presidente Vitalicio, y el Congreso recurrió al Cabildo de Lima, que presionado, validó las actas de los colegios electorales, y se manifestó partidario de la promulgación de la Constitución, que solo tuvo vigencia hasta el 26 de enero de 1827, tras caer el Consejo de Gobierno, convocándose a nuevas elecciones.

San Martín y Bolívar tuvieron enemigos, no fueron entendidos por muchos de sus contemporáneos, sufrieron cuestionamientos, confiando San Martín que sería el juicio de sus contemporáneos, sino el de las generaciones futuras, el más acertado, con respecto a su protagonismo en la independencia del Perú y de América; Bolívar debe haber experimentado lo mismo, cuántas de sus acciones habrán sido movidas por las circunstancias, por el entorno y acciones de los principales actores del teatro de operaciones de la gesta de la independencia, y por los que en años sucesivos aspiraban al gobierno, haciéndose del poder.
Lo cierto es, que San Martín y Bolívar están hasta hoy en la memoria colectiva del Perú y de América, y aún más, el mundo contempla asombrado a estos dos genios cuyo ideal principal fue movido por el mismo deseo: libertad e independencia para América.

 

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