ERP. Hace ya más de un mes que participo como invitado en el noticiero que la entrañable Midian Agurto tiene todas las mañanas en una estación de radio en Sullana (pero que, gracias a la internet, es posible seguir por audio en vivo en cualquier lugar del planeta), y se trata de un ejercicio que era muy común cuando estudiaba la carrera: comentar las noticias más saltantes de la coyuntura.
Por Nelson Peñaherrera Castillo
Midian y yo no tenemos una pauta, menos preparamos un libreto. A decir verdad, yo tengo marcado en mi agenda que todos los miércoles desde las 8:00 de la mañana ya debo tener la línea libre para entrar al aire. Más no sé. Me entero cuando ya me dan pase, o quizás en los minutos en que se prepara la conexión y hay el típico diálogo por interno, así que si no ando actualizado, fácil que meto las cuatro patas: buen ejercicio de agilidad mental periodística, por cierto.
Justo el último miércoles, ella metió como tema algo que la inquietó mientras cubría la inauguración de una obra, y no era ni la obra, ni el discurso, ni quién dio el discurso, sino la ‘portátil’, ese grupo de gente que parece estar entrenada para vitorear y cantar consignas en favor de alguien en especial. Obviamente, se entiende que no es un grupo que da respaldos espontáneos; habría una relación clientelar que, como le dije a Midian al aire, me recuerda una clásica tradición de Ricardo Palma.
Nuestro consagrado literato cuenta que en la época de la Colonia e inicios de la República habían mujeres que se ganaban la vida plañendo, ni siquiera llorando, en cuanto velorio hubiera por Lima. La cofradía iba especialmente en mancha cuando se conmemoraba el Viernes Santo, y, guion de por medio, al momento de la Crucifixión y muerte de Jesucristo Nuestro Señor y Salvador, gemían lastimeramente, suspiraban o plañían a toda la extensión del verbo. Y cuanto mayor era el pago, porque era pagado, más ruidosa la actuación.
Aparentemente la costumbre no fue exclusiva de Lima porque, entiendo, o se adoptó o era un uso general en otras localidades del Perú. Bueno, tampoco me parece que tengamos que apoyarlo o condenarlo puesto que es parte de nuestro pintoresco folklore. Sin embargo, cuando hablamos de actos públicos que impliquen inversiones pagadas con nuestros impuestos, sí es legítimo levantar una ceja para preguntarse algo tan básico como el financiamiento de toda la logística y hasta el ‘casting’ de quienes gritan, avivan, vitorean e insultan si sale algún grupo que busca protestar contra la autoridad.
A Midian le llamó poderosamente la atención cómo esta gente habría estado sobreactuando, disforzándose, y cuando algo se exagera, termina siendo una puesta en escena de muy mal gusto o una caricatura que, en lugar de levantar la imagen de la autoridad, el líder o el orador, más bien hace que ni siquiera se hable ni de él, ni de su obra, sino de su ‘portátil’. ¿Error de marketing político? Más bien, horror.
Obviamente, mi colega, a quien cariñosamente le digo ‘madre’ porque fue mi primera jefa cuando empecé a hacer periodismo hace casi 30 años (noviembre es mi aniversario, por si acaso), quería que yo reaccione y comente. Como dije al inicio, no conozco la pauta hasta que entramos al aire, entonces, lo primero que se me vino a la cabeza, y yendo a tono con esas sacrosantas plañideras bien pintadas por Palma, es esa cita bíblica de “por sus frutos los conoceréis”.
Se refiere a que más allá de lo que yo pueda decir sobre lo que hago, lo que hablará poderosamente por mí es mi legado, lo que heredo a la gente para la posteridad… y no necesariamente hablo de algo material. Dicho en cinco palabras: lo que trasciende de mí. Por eso le dije a Midian que la autoridad no debería enfocarse en venderse a sí misma sino dejar que la misma obra la venda.
Incluso ella hizo un ejercicio que me pareció genial poniendo como ejemplo al paseo Turicarami, a orillas del río Chira, aquí en Sullana: ¿qué nombre me traía a la mente? Mi memoria por asociación llamó de regreso a José Burgos Ramos, porque la obra se hizo durante su gestión. A ella le recordó a Lizardo Yáñez Cesti, el arquitecto que diseñó el conjunto; y este segundo nombre me trajo a la memoria el mirador a la entrada de Las Lomas, provincia de Piura. Una cosa llama a la otra.
Las construcciones tienen casi tres décadas; sin embargo, aún es posible que en ellas reconozcamos a quienes las idearon o quienes las gestionaron. O como el ejemplo que puse al aire: el Paseo de la República, en Lima, que de inmediato evoca a Luis Bedoya Reyes, entonces alcalde de la capital peruana. ¿Ya cuántos años han pasado de esa obra?
Dicho esto, en esos tres ejemplos ya vemos que la dinámica mental trasciende (verbo clave) incluso a las placas recordatorias, los discursos o las ‘portátiles’. Esos detallitos pueden generar un efecto sincrónico, muy a tono con la filosofía inmediatista que parece marcar estos tiempos. El problema de la sincronía es que lo que ahora es tiempo presente, en un par de segundos ya dejó de serlo.
Si la política se esfuerza por trabajar únicamente para el tiempo presente, en realidad no hará mayor cosa aunque todo el mundo crea que sí. La política, más bien, debe trabajar bien en tiempo presente para garantizar un mejor tiempo futuro que, si bien es cierto, no existe aún porque no ha pasado, al menos garantiza que haya un resultado positivo. Se llama control preventivo.
Claro que explicarle eso a un político es una verdadera hazaña porque es física cuántica en estado puro y duro. Y si algo está caracterizando a la actual generación de autoridades es que ni siquiera leyeron a Pons Muzzo… ni por casualidad. Snif, snif. Más bien, si quieres escucharnos a Midian y a mí comentando las noticias en desarrollo, estamos todos los lunes y miércoles desde las 8:00 de la mañana, hora peruana(1300 tiempo universal), en www.radiolacapullana.com (busquen la opción de audio en vivo).
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