ERP. La sistemática campaña de la mayoría congresal en contra de Pedro Castillo Terrones dio sus resultados. Los opositores, ahora gobierno de facto, hablaron de un fraude que nunca existió, de cercanía con Cuba y -Venezuela que fueron invento; en esa falsa narrativa construyeron el escenario adecuado para llevarlo a una locura temporal como lo expresó Sinesio López y después, comenzarse a apropiar una a una las instituciones que son el equilibrio de la democracia.
Lo sucedido contra la fiscal suprema Zoraida Ávalos Rivera, es un acto más de una sucesión de hechos que nada tienen que ver con el interés nacional. A la exfiscal de la Nación, se le acusa de no haber investigado a Pedro Castillo Terrones, cuando en realidad fue todo lo contrario. Ese poder omnímodo viene actuando a discrecionalidad e interés propio y no de acuerdo a lo que correspondería en aplicación constitucional.
Este grupo que se ha apoderado del poder, tiene acogotado al Poder Ejecutivo dirigido por Dina Boluarte, ya hizo lo propio con el retroceso de la reforma universitaria, igualmente modificaron con Ley la Constitución Política validado por el Tribunal Constitucional, convertido en una extensión parlamentaria y no en un ente que garantice el genuino cumplimiento de la Carta Magna.
Este Perú sin clase dirigente, ensalzado por sus riquezas naturales, pero pobre en liderazgos y valores democráticos, ha sido tomado por un grupo de congresistas, que no tienen miramiento alguno para trastocar la Constitución que dicen defender, pero que no les interesa hacerla trizas con el único fin de copar las instituciones democráticas a como de lugar. El Perú está de duelo, no por haber sacado a Zoraida Ávalos, sino lo que ello significa.
"En este país, esta democracia no es democracia" indicó después Zoraida Ávalos y agregó otra frase que quedará perennizada, "tampoco existe justicia", canticos que son entonados por la población para rechazar la presencia en el gobierno de Dina Boluarte y demás actores oficialistas.
La mayoría congresal cuenta para hacer realidad sus arbitrariedades con el aval de un Tribunal constitucional convertido, no en el grupo de expertos jurisconsultos, sino en la extensión de las bancadas de Fuerza Popular, Avanza País y Renovación Popular. Sendas sentencias, han sido duramente criticadas y la última sobre la denegatoria del voto de confianza, supera toda lógica.
Los objetivos de este grupúsculo aún no se han completado. Sus dardos totalizantes van hacia las autoridades del poder electoral y es probable que hagan lo mismo de lo sucedido contra Zoraida Ávalos. Para ello, deberán modificar la Constitución Política y someter a control constitucional a los miembros del Jurado Nacional de Elecciones, a la Oficina Nacional de Procesos Electorales y a al Reniec.
Para lograrlo cuentan con el voto de las fuerzas política de la derecha, pero igualmente de ese híbrido llamado Perú Libre. Lo cierto que tras tres derrotas electorales consecutivas, la única manera de ganar sería mediante un fraude y para eso necesitan condescendencia de estos entes. El más claro ejemplo de lo que desean, son el actuar de fiscales del Ministerio Público y del Tribunal Constitucional.
Estamos en un gobierno de facto, aunque en la formalidad parezca una democracia, pero lo que viene sucediendo solo es entendible en Cuba y Venezuela, países que detestan, pero que avalan con la práctica. Tal como sucedió en su momento, corresponde a la Sociedad Civil detener estos actos antidemocráticos y violatorios de la Constitución Política del Perú y para ello, el único camino es la protesta.
El coraje de los peruanos se levantó contra el gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez, se alzó contra la estatización de la banca que intentó Alan García Pérez, se hizo lo propio contra Fujimori cuando busco reelegirse por tercera vez y se movilizó para hacerlo huir y renunciar por fax. La sociedad civil tiene la acción y la palabra. Pese a la represión actual y la violación de los derechos humanos, sabemos que no se amilanarán.
Aún con lo que sucede ahora, la fortaleza de peruanos y peruanas que no admiten el mal, son superiores a quienes actúan de acuerdo a sus propios intereses; es por eso, que hoy más nunca, la sociedad civil en su conjunto, debe defender el país como lo hicieron antes. No puede ser ganado por personajes con intereses aviesos.