ERP. Que la declaración de la congresista Martha Chávez sobre el ex presidente del Consejo de Ministros, Vicente Zevallos, a quien el gobierno peruano ha asignado como representante diplomático ante la Organización de Estados Americanos, sobre que por su apariencia andina mas bien debería ser nuestro embajador en Bolivia, y que los insultos del jovencito que sacó a pasear a su perro fuera de tiempo y fue intervenido por el serenazgo en Lima son racismo, sí, lo son.
Por: Nelson Peñaherrera Castillo
Cuando tú incluyes, adoras, desprecias o separas a alguien por su etnicidad (capacidad de expresar mis particularidades étnicas o del grupo humano al que pertenezco o con el que me identifico) física y cultural, y de pronto tus opiniones o comparaciones sobre este detalle tienen el afán expreso de sobrestimar o subestimar su calidad personal sin admitir otros criterios, entonces podríamos decir que estás incurriendo en racismo.
Uso el modo condicional porque esta definición que doy es extremadamente general, y se tendría que revisar minuciosamente cada caso para determinar si hay o no hay ese rasgo; pero, repito, en líneas generales, el principio de la definición es ésa. Más adelante te explicaré por qué no afirmo sino que abro las posibilidades.
Legalmente, y hablando del ordenamiento peruano, la figura exacta de racismo no existe, pero sí está incluida como una modalidad del delito de discriminación, que está enunciado en el artículo 323 del Código Penal. ¿Chávez puede ser denunciada por discriminación? Como saben, no soy abogado sino periodista, pero, a mi entender, primero se le debería quitar la inmunidad parlamentaria, y ya en el llano, someterse a la investigación que pudiese abrirle el Ministerio Público. Pequeño detalle. Sigamos.
Lo que veo como positivo en estos episodios es que la gente y los medios de comunicación están identificando la inconducta con mucha mayor facilidad y la están señalando públicamente como anormal sin mayor miramiento. Es un progreso enorme que, ojalá, también funcione con el resto de formas de discriminación, especialmente las más violentas (el solo acto de discriminar es en sí un acto de violencia).
Sin embargo, también creo que el asunto no debe quedarse solo en la identificación y el señalamiento sino que debe actualizar una agenda que tenga dos propósitos claros: primero, educarnos sobre lo pernicioso de las conductas que nos segregan, y, segundo, convencer a quienes las normalizan que lo normal ahora es no ostentarlas como motivo de orgullo, sino de vergüenza. Así que aquí van unas sugerencias que podemos incorporar de aquí en adelante.
Hablar abiertamente del tema
Es bueno aprovechar estos actos para estimular una discusión pública desapasionada pero firme sobre lo que es la discriminación y todas sus formas, no solo el racismo. Y se trata de una discusión que debe comenzar desde círculos tan pequeños como la familia y los amigos y las amigas hasta foros públicos que, por ejemplo, podríamos promover los medios de comunicación, ¿o qué tal la educación a distancia?
Mi sugerencia es que antes de iniciar cualquier debate, es necesario educarnos en la precisión de cada concepto sobre la discriminación y su combate puesto que, de un tiempo a esta parte, se ha vuelto tendencia usarlo antojadizamente para victimizarse y ocultar otros ilícitos. Abogados, periodistas, docentes y profesionales de las ciencias sociales, tenemos aquí una interesante oportunidad para propiciar cambios positivos.
No solo se trata de lanzar opiniones desde nuestro lado sino de usar el debate inteligente para curarnos de ese mal que lo arrastramos desde el momento en que la humanidad creó cultura y comenzó a acentuar sus diferencias en lugar de sus similitudes.
Si al término del intercambio terminamos peor que cuando lo comenzamos, algo hicimos mal en el proceso, y casi siempre se resume en querer imponer nuestro punto de vista sobre el del resto. Si todo termina así, no auguro mayor utilidad.
Identificar y señalar sustentadamente otras manifestaciones de racismo o discriminación
Como dije, el hecho de que le pongamos el nombre correcto a la inconducta (y no lo estemos suavizando con algún eufemismo), es un gran avance. Pero no debemos quedarnos con la idea de que es el único existente. Por desgracia, las formas de discriminación son más de las que sospechamos, e incluso podrías estarlas ejerciendo casi (espero) inconscientemente.
Recordemos que todavía tenemos muy marcada la discriminación por sexo, orientación sexual e identidad de género, la que sigue haciendo el doloroso trayecto de la agresión psicológica a la física con la muerte como su consecuencia final. Y déjenme decirles que los agresores siguen pensando que no lo son porque siguen naturalizando la agresión con pretextos del tipo “así me criaron” o “es que me provocaron”.
Asumir que el problema es propio sigue siendo una asignatura pendiente, y esto solo por hablar de un tipo de discriminación. No olvidemos que todavía arrastramos las de credo de cualquier especie, nacionalidad (como que se ha sosegado un poco pero esperen a que pase lo del coronavirus) y origen, habilidades, hasta lo que preferimos comer. Decir que no existe es precisamente el primer síntoma de que sí, existe.
Por lo tanto y como decía antes, tenemos que educarnos más y mejor respecto al tema, explorarlo con perspectiva terapéutica, sacarlo a flote para saber cómo enfrentarlo y combatirlo, plantear compromisos que no nos conduzcan a terminar en una acción legal sino en una acción afirmativa, algo que construya y nos integre. Y si la acción legal es inevitable, adelante.
Las razones, incluso ofensivas, no se combaten con más ofensas
Un problema que debemos superar es el de responder el agravio con un agravio peor que el inicial. Eso no resuelve nada. Quien agravia siempre va a estar en desventaja (incluso si pretende defender su punto de vista cuando es vulnerado) puesto que demuestra escasez o carencia de argumentos. Y ojo que las redes sociales siguen siendo el campo fértil donde la gente no opina, agrede (por eso no acepto invitaciones a grupos de Facebook).
Las opciones contra los agravios siempre serán ignorarlos o buscar un argumento sólido y expresado en una forma inteligente que, aunque siga provocando insultos de la parte ofensora (lo que demuestra que tú estás ganando el debate), deje en claro el concepto real. Pero si todo va a terminar en más ajo-are-erda, la verdad haremos que el remedio sea peor que la enfermedad.
Un debate lleno de agravios explícitos o disimulados quita todos los beneficios que produce aprender más sobre cualquier tema. Quienes moderemos los intercambios debemos tener mucho cuidado en dejarnos envolver en la admisión del insulto como respeto a la libertad de expresión que todos y todas tenemos. El derecho de decir se balancea con el deber de respetar a todo el mundo.
No responder racismo con más racismo
En el sentido de lo anterior, la idea de combatir el racismo de un lado no consiste en reducirlo con el racismo del lado opuesto. Es lo mismo que combatir fuego con gasolina. Si la parte A genera resentimiento y la parte B busca generar más resentimiento (especialmente si dice que su intención era “no dejarse pisar el poncho”), lo que tenemos es resentimiento en escalada, y luego todo el mundo querrá jalarse de las mechas.
No debemos caer en ese juego (que de por sí, ya viene politiqueramente manipulado) sino superar la tentación de sonar más racista que el racista y más bien desarmar al racista con argumentos que incluyan, y en ese aspecto, la ciencia nos los da en bandeja: utilicémoslos.
Así que, si la señora Chávez quiere mandar a Zevallos a Bolivia, la respuesta no consiste en ver a dónde mandamos a la señora Chávez, sino en enseñarle a la señora Chávez a que su educación y ascenso social la convirtieron en exitosa pero no en una mejor persona, y sustentárselo (un diario capitalino, por ejemplo, ha sacado la lista de sus exabruptos). Si no lo entiende, lástima por ella. Ojalá que la Comisión de Ética se lo haga entender.
Dejar en claro que la discriminación es mala y la inclusión es buena
Aquí es donde tenemos que usar una de las frases que repite la prestigiosa colega Christiane Amanpour (CNN) cuando dice que entre ser imparcial y ser veraz, ella prefiere lo segundo. Podríamos dar el beneficio de la duda al infractor a ver si reconoce que metió la pata y puede enmendar; lo innegociable es llamar a la discriminación por su nombre y establecer que es una inconducta. En principio por eso es un delito penal.
Sin embargo, también es necesario señalar que antes de ponerle la etiqueta, primero averigües todo lo que puedas mediante fuentes confiables acerca de cada episodio para que a la hora de identificarlo y señalarlo, no patines. Sí, hay que tener cuidado con los tonos grises. Por eso decía más arriba que uno no puede afirmar a rajatabla algo a menos que tenga todos los elementos que le permitan decirlo sin posibilidad de contradicción inteligente. Ya, si te dicen que no es lo que evidentemente sí es, el problema no eres tú.
En las experiencias que he tenido educando sobre racismo y sexismo, una táctica que nunca nos ha fallado es presentarle a los y las aprendices una situación montada (incluso por ellos y ellas) o un caso bien contado para recién pasar a la teoría. Los sociodramas y los recortes siguen siendo instrumentos eficaces para que los ejercicios de identificación y definición se hagan mucho más fáciles. Pruébenlos; si no, avisen para echarles una manita.
Educar sobre, y exigir, la activación de instrumentos legales contra la discriminación
Además del 323 (no se olviden de ese número) en el Código Penal, a su sombra han nacido una pléyade, si me permiten el término, de instrumentos legales de alcance departamental, provincial o distrital: las ordenanzas antidiscriminación u OAD. Les soy honesto que le he perdido el rastro a cuántas vamos en todo el Perú, creo que medio ciento o por ahí, pero al menos en el departamento de Piura, estamos contando una regional, una provincial (Sullana) y como tres distritales (Catacaos, Piura y una que se me está escapando).
Así que en términos de instrumentos, los tenemos y están bien diseñados. El problema es que los gobiernos respectivos o no los están aplicando como se debe o no los han implementado, como el caso de la 013-2008/MPS, que a más de doce años ha sido olímpicamente ignorada por todas las gestiones de la provincia de Sullana, y de la que ni siquiera en los debates para alcalde han sido tocadas.
Es más, recuerden que en uno de estos encuentros se quiso meter como elemento de discusión la supremacía de una religión sobre el resto de cultos existentes, lo que me pareció un despropósito por el tema del respeto y porque el Perú es un estado laico.
En consecuencia, ahí tenemos un montón de tarea para la casa, trabajo en grupo, monografía, tesis y sustentación por hacer en todas las esferas donde podamos movernos, especialmente las virtuales. Si el tema del racismo se actualiza, aprovechemos esta vez (por algo pasan las cosas) para educarnos más y actuar mejor. Si es así, toda esta discusión habrá valido la pena. Y espero que los infractores, especialmente si tienen privilegios legales, reciban la sanción que les toca. Ya si no lo entienden así, problema suyo.
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