ERP/Juan Aguilar Hidalgo. Han pasado ya algunas semanas desde la tan comentada renuncia de la Congresista Yeny Vilcatoma a la bancada fujimorista; y estamos asistiendo a la noticia mediática del 'negociazo' del convenio entre el SIS y la clínica Especialidades Médicas y Osteoporosis que involucra al ex asesor presidencial Carlos Moreno. Vilcatoma no es la primera en renunciar a su bancada, pero si es la que más rápido ha renunciado a una bancada parlamentaria, y quizás sea la última ahora que se aprobó la Ley contra el Transfuguismo.
De igual manera Moreno no es el primer caso de corrupción ensombreciendo una gestión y con seguridad no será el último. No voy a profundizar en las causas que motivaron a una y a otro en sus respectivas acciones, más bien quiero aprovechar estos casos para referirme a algo más profundo y estructural en el sistema político peruano, y se trata de la debilidad de los partidos políticos, venidos a menos en los últimos veinte años, con carencias cada vez mayores y destinados a ser flor de un día si se mantiene la situación actual.
En las sociedades modernas el acto de gobernar, es decir, quien ejerce el poder (otorgado por los ciudadanos y ciudadanas) para dirigir una sociedad lo hace a través de un partido político, que viene hacer una institución importante en la comunidad, está conformado por varones y mujeres que se reúnen y trabajan en conjunto con el objetivo de acceder al poder y concretar sus propuestas para mejorar el bienestar social, están regidos por doctrinas y teorías que explican su modo de interpretar la realidad.
En nuestro país desde la década de los noventa, a los partidos políticos se les impuso la etiqueta de partidos tradicionales, como si la tradición, la trayectoria y la madurez organizacional fueran elementos negativos y descalificadores. Esta “etiqueta” ha sido el caldo de cultivo para el surgimiento de movimientos regionales y locales, organizaciones que muchas veces no tienen una base orgánica, son grupos de personas donde el único objetivo común que los une es el acceder al poder, pero no cuentan con doctrina ni menos teoría, y estas carencias hacen que terminen siendo la expresión de un caudillo.
El reto para nuestra sociedad es fortalecer el sistema político peruano, volver a creer en los partidos políticos, y estos a su vez deben refundarse, hacer de la democracia interna su principal instrumento de trasparencia y alternancia de cargos, desarrollar y difundir su doctrina y su teoría respecto de su plan para gobernar una sociedad.