ERP. En las tres ediciones de Historia de Sullana, hemos dado a conocer sobre los yacimientos arqueológicos del Valle del Chira, lamentándonos de la desidia de quienes debieron velar por su conservación, y no lo hicieron oportunamente, quizá porque no concibieron, que eso que llamaban ruinas, eran en realidad yacimientos, riqueza que evidenciaba el desarrollo cultural de nuestros pueblos.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia de la DNEF del Jurado Nacional de Elecciones
En el 2023, el norte del Perú es azotado por lluvias implacables, de magnitudes parecidas a las de 1578 y 1616, que causaron grandes destrozos como otras lluvias sucesivas, que coincidieron con años de terremotos en Piura, afectando no solo a la población, y a las construcciones que se levantaron a partir del siglo XVI, sino a todo lo que habían edificado los tallanes, los Sicán, los Chimú, y los incas en el norte peruano.
A continuación reproducimos lo publicado en esas ediciones de 1986, 1994 y 2011, cuando apareció Historia de Sullana, y que ahora compartimos, a propósito del Día Internacional de los Monumentos y sitios que se conmemoró el 18 de abril, procurándose sensibilizar a la población en el conocimiento y valoración de su pasado, así como a las evidencias del desarrollo social de otros tiempos. Todo esto genera una motivación para la conservación del patrimonio cultural, fomentándose la conservación preventiva, la protección y/o su restauración.
He aquí lo publicado en las ediciones mencionadas:
Movidos por el afán de conocer, algunos arqueólogos, sin profundizar el tema, han hecho estudios referidos a los vestigios arqueológicos de la Provincia, publicando sus avances en revistas y separatas. Heese recorrió el valle del Chira en 1958, publicando sus resultados en la Revista de Arqueología de la Universidad Católica. Por su parte Samuel Lothrop, en 1948, publicó también sus estudios arqueológicos de la zona del Chira y Pariñas.
A las publicaciones anteriores, les precedió la de Max Uhle titulada "Aportes sobre la prehistoria de la Región de Piura". Tras él vendrían nuevos estudios que han intentado reconstruir arqueológicamente la zona.
David H. Kelley refiriéndose a nuestra zona anota: "Sin embargo un número de culturas arqueológicamente distintas han sido encontradas, muchas de ellas presentan, en más de un yacimiento sobre una distancia considerable, una diferencia mayormente cronológica que geográfica, aparentemente. Sobre esta base, varios períodos han sido distinguidos a pesar que su secuencia no ha sido todavía determinada. Muchos yacimientos no están incluidos en los períodos definidos, a causa de la poca cantidad de fragmentos de cerámica, o a lo esparcido de las características relativas a las culturas definidas.
Sigue anotando Kelley que las culturas definidas reconocidas eran en el Chira, Colán y Garabato. Destaca, por otro lado, que para el período Chuchales, no hacía referencia sólo al lugar donde el Piura entraba al mar, también a una parte de Colán ya la zona de La Chira al este de la hacienda Sojo. Para destacar el período Chuchales, dice: "La palabra Chuchal es el término local para un montículo de conchas pero también es dado como un nombre propio a ciertos montículos de conchas específicos. El nombre parecía particularmente apropiado, ya que grandes montículos de conchas son un rasgo típico de la cultura de este período en esta área.
Al estudiar la Cultura Garabato, Kelley situó su más importante manifestación en la hacienda con igual nombre, en el flanco norte del Chira muy cerca a Sullana. Destacó que varias vasijas mixtas entre los estilos Mochica y Tiahuanaco, provenían de este lugar, tanto como otras vasijas que delataban un período floreciente. Agrega, "Bordes ocasionales se parecen a aquellos del período Virrilá y hay clara ocupación Chuchales del yacimiento, así como una relativamente gran cantidad porcentual de cerámica negra Chimú. Sin excavaciones estratigráficas, será imposible definir propiamente la cultura Garabato, pero parece bastante claro de que una debería ser reconocida, aún si no está claramente definida".
Al final del estudio recomienda hacer trabajos en el área Garabato, por las evidencias que hay de contener buena parte del pasado sullanero. Chalacalá, por otro lado, para Kelley, estuvo entre la transición de la cerámica paleteada y la cerámica sin adornos; éste fue otro lugar considerado importante en el estudio.
Tras Kelley, llegó por estudios arqueológicos Paul Tolstoy, indicando que en la zona del Chira y Piura se notaba influencia lnca y Chimú con predominio de la "cerámica mortuoria monócroma, una fase cursiva sepia sobre crema equivalente al cursivo modelado más hacia el sur". Tolstoy es claro cuando dice "La aparición de cerámica mortuoria paleteada y del cursivo sepia sobre crema parece marcar el punto de aproximación en el cual el área Piura-Chira adoptó una variante de una amplia cultura de la costa norte que se sabe se extendió hacia el sur por lo menos hasta Virú y que en tiempo produjo el estilo comúnmente designado como Chimú. Además, la evidencia de Plateritos sugiere que el área al norte del valle del Chira fue más tardía en sumarse a la corriente principal de la cultura tardía de la costa norte o quizá que nunca se unió por completo".
La huaca de Chalacalá
Construcción tallán que está situada en el caserío del mismo nombre en el lugar conocido como el Alto Grande. Este adoratorio era el más prominente de la zona según se nota, y gran parte de los cultos tallanes debieron realizarse aquí. Hoy está bastante deteriorada por efecto de las lluvias de 1983; sin embargo, por el recuerdo de quienes la observaron antes, es posible describirla como una gran construcción desde cuya cima se domina gran parte del valle del Chira.
La estructura de La Huaca de Chalacalá delata una construcción ubicada en un punto estratégico, con paredones que recuerdan las construcciones de estos adoratorios en otras zonas de la costa peruana. Actualmente tras el injusto saqueo de la huaca y sus zonas adyacentes, es posible determinar que una gran cantidad de personas se enterraron allí después de muertas, como dando seguridad a sus almas o como parte de las creencias que se generaron en el mundo prehispánico.
En el virreinato, la huaca fue muy admirada. Continuamente se rescataban valiosos utensilios de arcilla, así como incrustaciones de oro adheridas a piezas de madera. Algunas de las piezas desenterradas son un retrato de la vestimenta Tallán, como la describen los cronistas; una representación es la de un tallán tuerto por causas de las arenas y mal de ojos. Los restos óseos profanados alrededor de la huaca tenían vestigios de arcilla y bronce; alguna vez se desenterraron barretas y hachas, y alrededor del esqueleto, utensilios, colocados unas veces sobre la cabeza y otras, bajo los pies.
En 1703 se describe la Huaca de Chalacalá tras un problema de linderos con los dueños de Guangalá. Este importante documento testifica que, al lado de la construcción de adobe, habían restos de construcciones de piedra como delatando la presencia incaica al lado de este adoratorio tallán.
Otro problema judicial de 1792, describe tres huacas en la margen izquierda del Chira; allí se afirma: "Huaca Grande, conocida por la de Poma que se halla de la parte de arriba del río de la Chira, de la banda de Piura…………. y bajando de este abajo, se reconoció el otro lindero, que divide las tierras enunciadas con las de Laysaquilla que es un cuadro de Huaca, en la que se dice había un zapote quemado……… con lo que se volvió a pasar el río a esta banda de Querecotillo, y se reconoció el lindero, que divide las citadas tierras, con las del dicho don Diego de Laysaquilla, que son tres huacas seguidas".
En 1848, don José Félix Castro, el hijo del prócer de la independencia, presentó un interesante recurso a la Excelentísima Corte Suprema de Justicia, a nombre de José María y Pedro Cortés, propietarios de los terrenos; en ellos se determinó la extensión del Poechos prehispánico dando el croquis de ubicación de la Huaca Mayor y de la Huaca Menor en la comprensión de Chalacalá. La Huaca Mayor corresponde a la de El Alto Grande y la Menor a la de Chalacalá Alta, cuya existencia se delata por la gran cantidad de huacos extraídos después de las lluvias de 1983.
Otra huaca en la provincia de Sullana es la ubicada en términos del distrito de Ignacio Escudero, conocida como La Coneja por los moradores del lugar. Estudios arqueológicos posteriores permitirán un conocimiento más amplio de estas muestras del ingenio tallán y de su necesidad de adoratorios para rendir culto a las fuerzas ocultas.
Otras huacas
De acuerdo a los estudios realizados por Hans Horkheimer, el Chira tuvo más huacas de las que ahora es posible estudiar con facilidad. Sin restar le unidad al valle describe en su jurisdicción las siguientes:
Huaca de Amotape. Hoy ubicada en términos de la provincia de Paita, en la margen derecha del Chira, en las inmediaciones del área cultivada, a pocos centenares de metros al este de Amotape.
Al referirse a este lugar, Kosok lo anota como "El mayor sitio antiguo del valle del Chira". Para entonces, sólo observó, unos desintegrados montículos de adobe y otros que parecían pirámides en mejor estado de conservación, al lado de las que se conjeturaban, eran viviendas del mismo período.
Kosok se apoyó para sus estudios en las aerofotografías que le proporcionó la International Petroleum Company. Llegó a presumir que en la parte alta del Chira había evidencias de canales dirigiéndose al Piura.
Huaca de Poechos. Hans Horkheimer la describe como de fortificación, cuando la visitó estaba muy destruida. Se ubicaba en la margen derecha del río.
Huaca Sojo. Ubicada cerca de la Casa Hacienda de Sojo era una "estructura piramidal de 3 terrazas. Residencia de uno de los 13 jefes que dominaban el valle del Chica. Extensión de 90 x 120 metros. Altura Máxima 20 metros. Material, adobe con tierra. Los muros enlucidos, con algunos restos de color azul, están cubiertos por masas de adobes rústicos, más recientes. De esta huaca también se ocuparon Leicht y Means, aunque el primero le da una ubicación errada.
Alrededor de estas huacas, siguen saqueándose los vestigios arqueológicos; las lluvias de 1983 dejaron al descubierto centenares de objetos de cerámica, hoy en posesión de particulares.
Reflexiones en el 2023
Esto que hemos reproducido, nos lleva a reflexionar sobre ese patrimonio que ya no se ve, lamentablemente. Solo recuerdo lo que observamos entre 1986 y 1988 en Chalacalá, en Monte Lima, y en Garabato, algo singular, pero tremendamente afectado por las lluvias de 1983, y al respecto elaboré un informe que hice llegar al Instituto Provincial de Cultura de Sullana, presidido entonces por Marcela Isabel Ruiz Carnero.
Quizá pasado el efecto y la re reconstrucción de lo afectado por el fenómeno El Niño, no se consideré al patrimonio cultural relacionado con la arqueología, y habrá que esperar futuras re reconstrucciones, si cabe la expresión, porque es difícil sensibilizar a las autoridades de turno, que muchas veces como se evidencia en los juicios que se les sigue, tras el final de su gobierno, han estado envueltos en actos de corrupción, dejando de lado la solución los problemas sociales, sin haber propuesto actividades de mantenimiento y de reconstrucción de lo que nunca aprendieron a valorar.
Procuremos que la reflexión que fue propuesta e impulsada por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), con aprobación de la UNESCO, y teniéndose en cuenta desde 1984, para tener un día en cada año para reflexiones sobre esta realidad, multiplique las meditaciones alrededor del significado de este día, que este año 2023 tiene como lema “Patrimonio en transformación”, orientándose a destacar la importancia de este tema, buscándose “promover y visibilizar el potencial de las investigaciones sobre patrimonio cultural y prácticas patrimoniales que brindan estrategias resilientes a los cambios climáticos”, reflexión que es para nosotros, por los tiempos que se viven.