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Sáb, Nov

¡Con mis vacunas no te metas!

Nelson Peñaherrera
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ERP. Ahora que finaliza la administración de Francisco Sagasti y comienza la de Pedro Castillo, una de las preguntas válidas que me hago es por qué extrañaré al gobierno de transición, y la respuesta viene por doble partida: porque sí se comportó como un gobierno, guardando las formas de un gobierno, y porque hizo la hazaña de implementar un plan de vacunación contra la Covid-19 en tiempo récord. Para el Perú, al menos, sí es una hazaña.

Por Nelson Peñaherrera Castillo

Lo confirmado es que nuestra nación se ha asegurado con 70 millones de dosis, según datos del actual Ministerio de Salud, las que, si tomamos la arbitraria medida de que todas son de doble aplicación (la de Johnson & Johnson es de aplicación simple), nos da una cobertura de 35 millones de personas en todo el territorio… ¡y somos solo 33 millones! Eso en economía para principiantes se llama superávit o sobrante.

A ver, hazte esa cuando recibes la quincena. ¿No se te va todo en pagar deudas y endeudarte para cubrir otras deudas? Ése es el escenario opuesto, el del déficit o faltante, que es lo más común no solo en la tierra de los incas que ansiaban oír tu voz (Manuel Alejandro dixit) sino en casi cualquier lugar del planeta, especialmente el que ostente mayor desarrollo.

Y lo interesante es que el Perú puede preciarse de una diversidad de fórmulas: está la germanoestadounidense de Pfizer (que tiene más devotos que el Cautivo, la Lupe y el Señor de los Milagros juntos), la inglesa de AstraZeneca, la china de Sinopharm, y hasta la rusa de Gamaleia, por la que congresistas, aspirantes a congresistas, gobernadores regionales y uno que otro mercachifle vestido en Tommy Hilfiger apostaba hasta sus barbas. La buena noticia: todas son eficaces.

Según el ministro de Salud, Óscar Ugarte, hasta inicios de la semana pasada, la cobertura con una sola dosis anduvo por el 35% (más de 11 millones de ‘shots’). Presumo que en la contabilidad del titular de cartera ya está incorporado el segmento de edad de 12 a 17 años que acaba de ser añadido en el plan de vacunación, porque si solo consideramos a quienes votamos (25 millones), la cobertura ya superó el 40% o por ahí.

Para quienes no terminen de hacerse una idea de lo que estos números relativos significan, supongamos que en una manzana de por estas calles, donde la compasión ya no aparece y la piedad hace rato que se fue de viaje (Yordano di Marzo dixit), viviésemos unas 200 personas repartidas en 20 casas donde no hubiese población menor de 12 años, solo siete hogares están cubiertos con una dosis, y, si no voy mal con mi memoria y mis matemáticas, solo dos hogares tienen dosis completa, y un tercer hogar tiene dos de sus miembros quienes aún necesitan completar su plan de inmunización.

Los números son relativamente promisorios según el lugar del Perú donde te encuentres. Por ejemplo en Tacna los treintañeros ya están recibiendo la primera dosis; en Lima recién se completará a los cuarentones; en Piura… bueno, Piura parece otro planeta, pero los cincuentones ya deberían estar cubiertos con una sola dosis a la fecha en que esta columna se publique.

El problema es que, conforme se sigue bajando en la pirámide poblacional, como toda pirámide que se respete, la base demográfica se irá ampliando; por lo mismo, el desafío de vacunar. Si englobamos todas estas cifras que te estoy jugando, no hemos cubierto a la mitad de la población beneficiaria y esta semana cambiamos de gobierno, ergo, de gabinete. Sin pecar de sobón ni de mezquino, si hemos avanzado a este ritmo y compás, ha sido precisamente por la gestión sostenida del equipo Sagasti.

¿La población menor de 50 años, y que confía en el poder de la vacunación, debería estar sudando frío ante este panorama? ¡Sí! Porque existe la mala costumbre en este país, que cuando cambia el jefe, no solo cambian los subalternos, sino que cambian completamente los estilos, y mientras todo el mundo le agarra la gracia al chiste nuevo, hay un momento en que todo el mundo anda más perdido que cuy en tómbola. Eso va a afectar al proceso de vacunación.

El otro detalle es que la proclamación fue el 19 de julio y la transferencia de mando debe suceder el 28. A ver, restemos –usted también, señor Castillo—y nos dan nueve días para hacer todo el proceso de ponerse al día con las cosas que deja el gobierno saliente. ¿Mencioné que estamos en Perú, con uno de los aparatos estatales más quelónicos del continente? Mejor dicho, ¿quién rayos hace una transferencia de funciones de todo un país en una semana y dos días? ¡Ni Flash!

Por eso se ha recomendado al nuevo gobierno una salida que, en lo personal, me parece la más saludable (mi papá diría “la salida más cristiana”): mantener a todo el equipo humano involucrado en mover el plan de vacunación hasta que concluya, como ya lo adelanté en una columna previa; y si para eso hay que conservar a Ugarte en el puesto (Hernando Zevallos, si se confirma, a mí personalmente no me inspira confianza), habrá que hacerlo no porque Ugarte nos caiga hermoso sino porque aquí el asunto se trata de gestionar eficaz y eficientemente el salvataje de la vida de 28 millones de personas, ya no los 25 que se pensó inicialmente.

A la fecha, Pedro Castillo sigue en modo “no sé”, entonces lo que vaya a pasar con el control de la pandemia en nuestro país sigue siendo una gran interrogante considerando que progresivamente el mundo comenzará a abrir sus fronteras, reactivará sus economías y nuestra nación no puede estar a la zaga.

Ya luego veremos el tema de los experimentos populistas que el presidente electo y compañía quieren hacer; pero si vemos el tema de prioridades, el acento ortográfico está ahí, y los peruanos y las peruanas no debemos dejar por nada del mundo que nos quiten el salvavidas. O sea, con mis vacunas no te metas.

No niego que es medio ‘cool’ salir con la mascarilla a la calle (funciona mejor que los lentes oscuros, si quieres pasar desapercibido), pero también pensemos que lo ideado hasta ahora son soluciones de barrera transitorias para evitar más contagios.: la vacuna es la solución terapéutica más eficaz que se haya podido desarrollar, es un derecho humano (tanto que Pedrito se llena la boca con el concepto ése) y debe continuar para que este país renazca. Dicho esto, ¡felices 200 años de vida republicana!

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