ERP. No sé si fue idea mía o si realmente hay una relación causa-efecto, que casi es lo mismo, pero el lunes salió del aire la estación de radio que suelo prender a las seis de la mañana, apenas me levanto a trabajar compartiendo noticias y subiendo material. Ya me había programado y… terminé antes de la hora prevista. Por lo general, cuando la tengo sintonizada, siempre me quedo al 90% de la tarea en curso.
Por: Nelson Peñaherrera Castillo
Reflexionando sobre qué pudo haber pasado, la respuesta lógica inmediata que me vino a la cabeza es que al no tener una fuente distractiva, mi nivel de concentración se elevó en la tarea que estaba haciendo en la computadora. Aunque uno no lo crea, detenerse un par de minutos a escuchar los titulares o poner atención a alguna noticia o entrevista, si se acumula, te quita por lo menos media hora de las cosas que pensabas hacer. Y si es una noticia urgente, tu horario se fue al tacho.
Las historias que mayormente escucho son políticas y, aunque la estación que sigo es una de las menos peliculineras del espectro, de todas maneras termina entrando al formato folletinesco que imprimen varios actores políticos diciendo más sandeces que algo realmente enriquecedor al diálogo nacional. Posiblemente se trate de un placer culposo, algo que sabes te perjudica más que otra cosa pero lo terminas buscando de todos modos.
Por ponerte ejemplos de placeres culposos, podríamos mencionar comerte una barra de grasa de chocolate (que lo venden como chocolate) a pesar de los cinco kilos de sobrepeso que tienes y por los que el médico te dijo que trates de evitar las golosinas. No te beneficia, pero te produce satisfacción.
Volviendo al asunto de la radio, definitivamente la actualidad política ha creado una relación tóxica o dañina si sumamos todos esos placeres culposos: ya estás harto de escuchar cada idiotez, a pesar de los 30 mil soles de sueldo que pagamos de nuestros impuestos, pero lo haces autojustificándote que tienes que estar alerta si acaso alguna pachotada mesiánica se lanza al éter y resulta que tú te enteras cuando el pleno ya la votó (como a eso de las cuatro y media de la mañana).
Sí, ése es el argumento perfecto para sostener ese círculo vicioso, a menos que la ciudadanía plantee una vuelta de tuerca, un giro de timón, nuevas reglas para el juego. No, una nueva Constitución no, porque, como ya te dije por acá, va a ser más de lo mismo si consideramos los buitres que por un lado nos harán creer que Ramsés sí tuvo origen divino y por el otro nos dirán que es malo tener tus buenos ahorros para garantizarte un futuro decente (y al que querrán meterle uña por insistencia).
En manos de la ciudadanía
La solución no consiste en generar más papel o más bytes. La solución consiste en que quienes realmente decidimos a quién le damos la confianza para que genere diálogo nacional y perfeccione la meta-país establezcamos una agenda bien definida y práctica basada en bien común y no en interés individual, aunque también cuenta. Finalmente, el bien común no es otra cosa que la suma de intereses particulares que se articulan mediante consensos.
Y aquí viene la primera palabra clave de esa nueva agenda: articular. Sí, es un verbo; después nos ponemos de acuerdo con los grados morfológicos y esas cosas. La articulación es clave porque si todos y todas terminamos disparando a cualquier lado menos al objetivo, jamás vamos a extinguir al mamut… peor aún si el mamut es chiquitito. Mira tus codos, mira tus rodillas, mira tu cuello, o tu talón. Imagina si los quitamos de donde están: no podrás conectar ni mover tus brazos, piernas, cabeza y tronco, o tus pies.
Pues bien, en la práctica, la política peruana nos ha dejado sin esas ‘junturas’ y pretende ser una prótesis que las una y les de movimiento. Pero si la prótesis es de pésima calidad, podría funcionar los dos primeros días y al tercero estaremos corriendo por una reparación o un reemplazo (lo más práctico). Y, ojo, tú elegiste la prótesis, a pesar de que en el mercado habían mejores opciones no muy cómodas, pero ya sabes que lo barato siempre sale caro.
Entonces, salvo que realmente esas ‘junturas’ no existan porque las hemos perdido o porque no hemos nacido con ellas, la política peruana no tiene razón de desarrollar complejo de prótesis. En todo caso, ésa es potestad ciudadana. Sin embargo, la política sí nos puede entrenar sobre cómo ejercitamos esas junturas para que se fortalezcan y puedan lidiar con mayores tareas o cargar más peso. Incluso si la política peruana tuviese que hacerla de prótesis, su meta no es serlo todo el tiempo sino por un tiempo mínimo que nos genere autonomía, y de ese modo ésta pasa a otra tarea que nos perfeccione.
El caso es que si algún político mediocre lee el párrafo anterior, va a entrar en pánico porque se quedará sin chamba en el corto o mediano plazo. ¡Y de eso se trata! No elegimos políticos vitalicios, les contaré; tienen tiempo de vida limitado (viene con fecha de vencimiento, menos mal).
En cambio, un político que realmente entra a servirnos no terminará con urticaria por saber eso; al contrario, porque lo que le interesa es que todo el mundo (incluyéndole) se desarrolle y progrese. Como dije, Mesías fue Jesucristo y lo matamos por un psicosocial hábilmente armado hace unos dos milenios. Ya no hay otro. Entonces, cuidado con los que usan el verbo en primer o tercera persona singular (“voy”, “va”); yo le tomaría asunto a quienes vienen en primera persona plural (“vamos”) pero demuestran que tienen capacidad tanto de palabra como de hecho, y más de hecho que de otra cosa con un clarísimo enfoque inclusivo: liderazgo, se llama.
La cruda realidad
La política peruana actual no está cumpliendo ese objetivo en plena tercera década del siglo XXI sino todo lo contrario. Sea de derecha o de izquierda, está jugando con esa imposible-pero-real cópula entre Macchiavello y Marx polarizándonos, obligándonos a plegarnos a los extremos, siendo una cosa u otra sin escala de grises, sin diversidad.
Si eres parte de un extremo, entonces no puedes estar en el otro extremo; pero si no eres parte de ningún extremo, eres escoria. Sí, ése es el mensaje que ahora operan, y mal haríamos si nos dejamos envolver en ese chantahje que nos obliga a ser lo que ellos quieren que seamos y no ser quienes realmente somos (hablo en términos políticos también).
Y no lo hacen por nuestro bien. Lo hacen porque hace buen tiempo han descubierto que su modelo está obsoleto, que ya no nos sirve, que no permite construir nada más que grandes riquezas para una reducida cúpula, insisto, no importa si es derecha o izquierda (y esto ya lo vengo advirtiendo hace meses). Y esa gente que quiere ser nuestra medida moral, legal y etcétera se está descapitalizando por su propia culpa, por no evolucionar, por no responder a las necesidades de este tiempo en el que la gente tiene que ser autónoma, competitiva, prospectiva, eficiente, sensible, saludable y feliz. Sí, los tiempos cambiaron.
Quizás por eso bastó un día en que las noticias políticas se ausentaran de mi vida para entender qué nos está sobrando como ciudadanía para avanzar. Y lo que nos sobra, de lejos, es la política como está configurada en este momento. Como cuando el celular o la computadora no da ni para adelante ni para atrás, llegó la hora de ‘resetearla’ y reprogramarla en un entorno que nos facilite procesos, no que nos genere más refunfuños. Finalmente, como lo dije, la pagamos con nuestros impuestos.
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