ERP/N.Peñaherrera. De muy buena fuente, sé que dentro de dos meses se presentará una investigación muy profunda sobre el estado de la salud mental en la parte oriental de la región Piura, y los resultados preliminares no son favorables.
No sé si el trabajo resultante incorporará, aunque sea como nota al pie de página, el comportamiento de ciertos electores fanatizados por los resultados de las elecciones del domingo.
Desde pedradas y grescas hasta balazos y una lamentable muerte en Yamango, Morropón, casi ningún lugar en todo Piura se ha librado de personas desadaptadas (otro calificativo no cabe) que asumen la violencia como arma para vivir en democracia.
Cuando alguien apela al mal para conseguir el bien, definitivamente, no está bien de la cabeza. Y esa filosofía se transfiere a nuestra actuación en sociedad, tarde o temprano.
Desde el lenguaje que se utiliza hasta las acciones casi inconscientes, la imposición de la propia voluntad a través de la fuerza se convierte en la peligrosa tendencia mediante la que convertimos una comunidad en un espacio de vida silvestre donde sobrevive ¿el más fuerte', y adiós con las escalas de valores.
Todos los gobernantes regionales y municipales que inician su gestión el 1 de enero próximo, y aún desde el periodo de transferencia, deberían considerar qué hacer con la salud mental de todos los piuranos y todas las piuranas, comenzando por la difícil tarea de reconocer cómo está la propia salud mental, porque si no, no funcionará.
Si no se apuntala este aspecto, mucha gente seguirá creyendo que la violencia es la norma para convivir, y de pronto respirar o morir tendrán el mismo valor como el de sinonimar robo con esfuerzo. Sí, estamos llegando a esos niveles.
Dicho sea de paso, una población con mala salud mental no garantiza una adecuada gobernabilidad porque bastará la menor rencilla para desatar la madre de todas las trifulcas.
Salvo que sea parte de un plan oculto de gobierno...
Aquí en el Regional de Piura, hemos ido soltando, mediante ciertos autores especializados, puntos científica y lógicamente sustentados que se pueden ir incorporando en una agenda de largo lazo que nos permita vivir con bienestar.
Mientras tanto, erradiquemos de nuestras cabezas que tiene la razón quien grita más (aunque diga tonterías) o quien pega más fuerte. Ambas son aberraciones, y, en tanto tales, o las extirpamos o tendremos que atenernos a las consecuencias.
Y es que... cuando al cielo se escupe, en la cara nos cae.
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