Por: Nelson Peñaherrera Castillo
ERP. A raíz de los aniegos que se presentaron esta semana en diversos puntos del centro de Sullana, una persona me comentaba que solemos ser algo injustos e injustas cuando criticamos a la EPS Grau.
Estábamos por el parque Huamán de los Heros, cuando nos topamos con una corriente de aguas servidas (pobre memoria de don Benjamín) saliendo desde uno de los buzones en el área de los colegios Cardó, San Juan y J.M.Manzanilla.
Esta persona sostenía que no es tan cierto que la entidad fuera ineficiente en sus procesos.
Recordaba, en efecto, que cuando se trata de cobrar los recibos o cortar el servicio o facturar (especialmente las moras), no dejan pasar ni un milisegundo y están ahí, al toque, para ejecutar lo que tengan que ejecutar.
Claro que a la hora de reponer o reparar el servicio ya es otra cosa, pero de que en lo otro son puntuales, ni reloj suizo.
Sí, es un chiste bien feo, pero refleja la relatividad con que funcionan muchas de las operadoras de los servicios con que, supuestamente, resolvemos nuestras vidas: lentitud en la solución, velocidad de la luz en la penalización.
Aplica también a la empresa de la energía eléctrica, y ni qué hablar de las de teléfono e Internet, a las que les hemos dedicado varias columnas. ¡Ah! También tenemos a las tiendas por departamentos, de electrodomésticos, entidades financieras... y un largo etcétera.
Pero, recordemos, las empresas son creaciones humanas; entonces, no son otra cosa que la proyección de nuestras propias conductas.
Sobre esta premisa, se entiende por qué demoramos lo positivo y aceleramos lo negativo.
Imagina que pides prestado un poco de dinero, y tienes que devolverlo. A menos que seas una de esas muy pocas personas honestas, lo que podríamos esperar de ti es que pongas mil y una excusas para no honrar la deuda, hacer perro muerto y cargar con el muerto por años, de ser posible.
La figura cambia si tú prestas dinero. No se ha cumplido el plazo para que hagas efectivo el cobro, y ya estás tocando la puerta o acosando a tu deudor.
¿Y dónde quedó el padrenuestro? Amén. Quiero decir, sigamos.
A pesar que leyes y reglamentos obligan a las empresas a ser equitativas en cómo proporcionan sus servicios, en la medida en que su personal no 'internalice' el mensaje y lo transforme en una actitud, va a estar bien complicado que tal panorama cambie.
Ojo, la idea tampoco es ablandarse y ponerse a nivel de una organización de beneficencia. Las personas tenemos que aprender a dar en la misma medida en que recibimos, aunque eso implique sacrificarnos en nuestras comodidades.
El secreto del equilibrio está en servir del mismo modo en que nos gustaría que nos sirvan. Obvio, siempre y cuando tengamos claro qué significa el verbo servir; si no, he perdido el tiempo escribiendo todo esto.
Ése sí sería un chiste superfeo.
(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsulana)