ERP/N.Peñaherrera. Durante los últimos meses he notado que se han incrementado los anuncios sobre cursos de oratoria, el arte de hablar, como lo venden.
Hay incluso uno que ha sido adecuado para quienes quieren hacer política. No sé cuán bueno o malo es; solo digo que lo han anunciado.
Hasta algunas personas me han pedido si puedo darles el curso, y de hecho ahora también soy 'coach' de expresión oral y escrita, así que hablaré con conocimiento de causa.
Hay dos defectos que encuentro en quienes abren la boca para decir algo.
El primero es que dicen mucho, pero no nos dejan nada. Emplean una larga verborrea (el famoso floro) llena de abigarramiento, altisonancia y rimbombancia, pero que, en resumen, deja poco o nada como esencia.
Además, hablan tanto que no escuchan al resto, no aceptan objeciones y terminan creyendo que su palabra es el 'non plus ultra' del pensamiento actual.
El segundo problema es un pésimo uso del idioma.
Pasa desde líderes y lideresas de opinión hasta mis colegas. Nadie se salva.
Aún hay gente que sigue 'aperturando' cosas en vez de abrirlas, o que continúa 'recepcionando' algo en lugar de recibirlo.
El antojadizo uso del lenguaje policial y legal también ha contribuído a crear barbaridades lingüísticas. Aún buscamos si un delincuente es 'requisitoriado' en vez de requerido, o si una resolución fue 'ejecutoriada' en lugar de ejecutada. ¡Ojo! El hecho que alguien sea abogado (perdonen los que trabajan conmigo) no significa que hable mejor.
¡Ah! Y hay colegas que ya no cubren noticias, sino que las 'coberturan'.
Y además tenemos a quienes hablan al estilo Laura Bozzo, donde agregan 's' innecesariamente al pretérito simple de la segunda persona singular, o quienes esperan que se les 'dea' y no se les dé, o quienes tienen 'cónyugue' en lugar de cónyuge.
En fin, cientos de expresiones incorrectas que nos darían insumo para una especie de libro de estilo ciudadano. No sería mala idea como negocio.
Entonces, hablemos lo justo, hablemos correcto.
Antes de aprender a respirar, elaborar tu mapa mental o manejar el escenario, deberías comenzar por adquirir esas dos capacidades.
Agarrarle gusto a la lectura y tener a mano un diccionario son las formas prácticas de desarrollar y mantener en forma a ese músculo conocido como 'buen decir'.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)