ERP/N.Peñaherrera.Durante el sismo del 15 de febrero, en Sechura, dicen colegas que mucha gente se arrodilló de golpe a pedir que la tierra dejara de temblar. Menos mal (a Dios gracias), al párroco se le ocurrió cerrar el templo San Martín de Tours.
Tras la alerta de tsunami del 1 de abril (por el terremoto de 8,2 que azotó la costa norte de Chile), pescadores en esta misma localidad, lejos de guarecerse costa adentro, corrieron a la playa para jalar sus embarcaciones unos metros en tierra firme.
¿Piedad? ¿Miedo? No. Irresponsabilidad.
Arrodillarse a mitad de algo mientras las cosas tiemblan alrededor puede ser una estampa que satisfaga el ego de ciertos pastores religiosos, pero arriesga tanto la vida, que dudo que aquél responda por ella. En todo caso, lo mejor es ubicarse en una zona de seguridad y desde allí emitir las plegarias con toda confianza.
Sobre las lanchas, la mejor manera de resguardarlas es llevarlas mar adentro; y si no hay tiempo de hacerlo, salvar la propia vida alejándose de la playa.
Si la gente no ha reaccionado de esta forma, y hasta se ha reído (alguien me comentó que no faltó el tarado que lo reclamó) de las alertas emitidas por las autoridades, es porque no nos da la bendita gana participar en los simulacros de sismo y maremoto.
No me queda claro si es porque nuestra anomia ya llega a límites extremos, o porque tenemos la esperanza de ganarnos la vida sin hacer nada a costa del estado (pésima herencia de Fujimori).
Como sea y tal como lo señalaban varias periodistas la noche del alerta, un evento sísmico similar, ocurrido en costas peruanas una tarde de domingo, se hubiera llevado miles de vidas.
El pronóstico no es nada alarmista. La gente va en mancha a las playas, así que si ocurre una eventualidad como ésa, no faltará el tarado (disculpen la palabra, pero no encontré otra) que se ponga a ras de rompiente a ver cómo llega el tsunami.
O no faltará el surfer frustrado (que no conoce ni la tavla de sumar) que se alucine cineasta y arriesgue su vida para perpetuarse en YouTube, sin tener la más remota idea de la anatomía del desastre.
En efecto, la noche del alerta del 1 de abril, a pesar que la gente cerró tramos de la Costa Verde, en Lima, hubo gente que lo desafió y siguió circulando.
Me aterra imaginar qué pasaría en Bayóvar, Puerto Rico, Parachique, Yacila, Colán, Lobitos, Talara, Cabo Blanco, Punta Veleros, Vichayito o Máncora, donde todo está a ras de playa y el acceso a zonas seguras es inseguro.
¿Seremos tan inconscientes de arriesgar nuestras vidas al extremo de perderlas? ¿Tenemos vocación de damnificarnos? ¿Nos llegará a la punta del... zapato participar en el próximo simulacro?
La Naturaleza, hasta ahora, ha sido demasiado benévola con Piura y anda mandando unas advertencias a gritos que nadie quiere escuchar.
Creo no equivocarme que el próximo sacudón no será misericordioso, en absoluto. Y ése es mi temor: creo no equivocarme.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)