ERP/N.Peñaherrera. Hace unos días, un colega comentaba, al revisar las estadísticas de autoridades o candidatos víctimas de sicariato, que la política peruana se está "mexicanizando".
No me gusta el neologismo porque la combinación a la que se refirió este presentador de radio no es exclusiva de México.
Otra cosa es que, como siempre nos vemos en el espejo de ese país, creamos que es el único lugar del mundo donde sucede; pero un recorrido 'googleado' por América Latina nos revelará que tal situación es alarmantemente común.
En todo caso, lo que parece ser una constante es que la política y la delincuencia no están figurativamente aliadas. Sino que parecen convivir en una relación simbiótica.
Gobernantes locales de turno se deshacen de potenciales o reales contrincantes, mientras pistoleros o matones a destajo consiguen financiarse... ¿con fondos públicos?
Mejor dicho, quienes califican a los políticos de delincuentes, ¿no estarían tan lejos de la realidad?
Los espacios donde esta relación simbiótica puede prosperar son aquéllos donde hay sumas de dinero ingentes, muchas de las que pueden provenir desde actividades ilícitas, como el narcotráfico.
No hay que ser detective para saber que Piura es una zona clave en esta actividad ilegal, por lo que el acceso a dinero fácil es... ¡fácil!
Si a ello agregamos un sistema de Justicia endeble, inoperante y blandamente corruptible, tenemos impunidad asegurada.
Si añadimos un sistema de información tomado del cuello por quienes financian a la delincuencia, tenemos todos los elementos para hablar de una 'lumpencracia', el gobierno de la delincuencia por la delincuencia y para la delincuencia.
Eso, unido al 'democaos', del que hablé aquí el 16 de marzo, explica el resquebrajamiento total de nuestro sistema político.
Quiero decir, si tenemos autoridades aliadas a sicarios y una población que prefiere lo superfluo a lo necesario, ¿qué desarrollo estamos construyendo?
Y ahora que estamos entrando a periodo electoral, se están dando las condiciones para que ambos 'sistemas de gobierno' se siembren y estén listos para germinar en octubre. Y no habrá Onda Kelvin ni trasvase amazónico que los detenga.
La solución también se consigue 'googleando' un poco.
En la medida que la población se mantenga unida y se comprometa de verdad a no dejar pasar a la delincuencia –sea de corbata o de ratonera- y defienda la satisfacción de necesidades básicas 'de veras', se formará una especie de película que impida que la 'lumpencracia' y el 'democaos' hagan metástasis en nuestras comunidades.
Y no hablo de refugiarnos en la 'marchocracia'. Usemos las leyes que ya tenemos para cortarle las alas a estas infecciones virales.
Y ojo, que la 'lumpencracia' no solo puede anidarse en esferas de gobierno. Ya está metida en dirigencias sindicales o en ciertos salones de gerencia privada.
Un poco más de indiferencia nuestra, y su diseminación inevitable será cuestión de meses, si no de semanas.
Entonces, no esperemos a que las autoridades tomen el toro por las astas, porque si son una de las patas, será bien complicado que lo hagan (por no decir imposible). Es tarea de la ciudadanía.
Después, no nos lamentemos que haya que cuidarnos tanto de ladrones como de políticos: cualquiera nos puede matar.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsulana)