ERP. Durante la 69ª reunión bianual de la Convención Ballenera Internacional, que se realizó en nuestro país, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) hizo un llamado enérgico para establecer una red de Áreas Marinas Protegidas que asegure la conservación del Corredor Azul del Pacífico, que es vital para las rutas migratorias de diversas especies marinas, entre ellas las ballenas jorobadas.
En el caso peruano y solo como referencia, podemos observar cada año, el avistamiento de ballenas en la zona de los distritos El Alto, Los Órganos, Máncora en Piura y también en la zona de Corritos en la región Tumbes. Ellas en su proceso migratorio, pernoctan en este lugar en determinado perido y es una exhibición natural de la riqueza que tiene la naturaleza en su fauna terrestre y marina.
“Es crucial avanzar hoy en un trabajo colaborativo y coordinado entre los diferentes países de la región y los actores clave para implementar medidas concretas y eficaces para reducir los impactos negativos de las actividades humanas sobre los grandes cetáceos, como tráfico marítimo y pesca, y así fortalecer el rol que estas especies juegan en los océanos”, enfatizó Yacqueline Montecinos, coordinadora de Biodiversidad Marina y Políticas Oceánicas de WWF Chile.
Montecinos, quien lidera la iniciativa del Corredor Azul del Pacífico, destacó la importancia de proteger estas rutas migratorias de especies emblemáticas como las ballenas jorobadas, que recorren miles de kilómetros desde la Antártida hasta América Central.
Planteó la necesidad de destinar mayores recursos a la investigación y conservación de estas especies, que permitan reducir al máximo los efectos de la captura incidental, el ruido submarino, las colisiones con embarcaciones, el enmalle con “redes fantasmas” y la intoxicación por ingestión de plásticos y otras sustancias contaminantes, entre otras amenazas que perjudican el tamaño poblacional de los grandes cetáceos e impiden o limitan su rol de fertilizadores del océano.
Explicó que las grandes ballenas, sobre todo aquellas que se alimentan de organismos ricos en hierro como el krill, a través de sus procesos digestivos tienen la capacidad de reinsertar en la columna de agua grandes cantidades de hierro.
“Esto favorece la formación de fitoplancton, uno de los componentes claves en nuestros océanos para la captura de carbono, y que lo transforman en oxígeno a través del proceso de fotosíntesis. Este mismo fitoplancton, además, es el primer gran eslabón de la cadena alimenticia en el mar, en donde su biomasa también sustenta la formación de grandes stocks pesqueros de importancia comercial”, precisó.
Un corredor vital
El Corredor Azul del Pacífico Oriental es un eje migratorio fundamental para diversas especies marinas. Entre ellas, las grandes ballenas que navegan desde sus áreas de alimentación ubicadas en el Océano Austral, hacia sus sitios de reproducción en América Central.
Se trata de inmensas extensiones oceánicas que pueden ir desde la Antártica o el sur de Chile hasta Galápagos o las costas de Panamá, por el norte. Para la ballena jorobada, por ejemplo, este recorrido es equivalente a 8.000 km de distancia solo de ida.
La importancia de proteger este corredor no solo tiene que ver con la biodiversidad y los beneficios climáticos, sino que es una pieza clave para la mantención del equilibrio ecosistémico de un océano altamente relevante para el desarrollo de distintas actividades humanas como la pesca, el transporte marítimo, el turismo y la investigación.