ERP. Peruanas y peruanos mayoritariamente descalifican a la presidencia de la República y sobre todo al Congreso. Tras la equivocada decisión de Pedro Castillo Terrones ocurrida el 7 de diciembre del 2022, devino a una sucesión presidencial percibida como la materialización de un fin buscado por la derecha y extrema derecha peruana y como el corolario de una sistémica campaña en contra del exmandatario.
Lo que se pretendió sea una sucesión presidencial pacífica, conforme fueron pasando los días se develaron dos hechos. El primero, el alineamiento de Dina Boluarte Zegarra con los perdedores de las elecciones del 2021 y la decisión de reprimir con fiereza a la población que salió a las calles a protestar contra un gobierno que lo consideran usurpador.
Hoy, Dina Boluarte y con ella su premier Alberto Otárola tienen en su haber cerca de 50 personas asesinadas por las Fuerzas Armadas y Policiales y centenas de heridos y por su parte, la mayoría congresal que decidió la sucesión presidencial, de antigua cuestionadora, se ha convertido en su más férreo defensor y no existe ninguna de las tradicionales acciones para garantizar justicia.
Las medidas de fuerza de la población, desafían el peligro y pese a la amenaza contra su vida, insisten en pedir la renuncia de Dina Boluarte, convocatoria a elecciones en el plazo más próximo y que se le pregunte a la población si está o no de acuerdo con la convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente. La presidenta sucesoria y su Premier, con mucha soberbia responden que no les corresponde y que ya existe un camino señalado.
Luego Boluarte repite hasta el cansancio los equívocos de Pedro Castillo y obvia las responsabilidades de los verdaderamente golpistas.
Las protestas no cesan y como era de esperar, el gobierno culpa a grupos violentistas de la actual situación, incluso hablan de muertos con un tipo de balas que no son de las Fuerzas Armadas y Policiales, pero no muestran prueba alguna que demuestren sus afirmaciones. Estas estratagemas son bastante conocidas y se aplicaron en el gobierno de Alberto Fujimori.
Los gritos de Dina “Asesina”, o Dina “Renuncia” crecen y fortalecen en regiones como el Cusco, Puno, Tacna, Arequipa, Huancavelica, Ayacucho y otros. El clamor para que renuncie Dina Boluarte, se expande hacia otras organizaciones; pero el Congreso defiende a la mandataria, la misma presidenta se encorajina y responde con voz chillona, pero con una flema sorprendente que no se irá del cargo.
Dina pretende victimizarse abrigándose en su condición de mujer; sin embargo, las protestas son claras y nada tiene que ver con un inexistente rechazo por dicha condición. Boluarte, como ya hemos dicho antes, simplemente es un accidente de la política peruana y de apestada de los grupetes de la derecha, se ha convertido en una marioneta de ellos.
Lamentablemente no existen salidas democráticas en el corto tiempo; el Congreso pretende crear normas electorales, olvidándose que solo tiene una legitimidad del 10%; es un grupo recalcitrante y probablemente volverá a perder en unas próximas elecciones. Sabedores del rechazo mayoritario, no solo se han apoderado del Ejecutivo, Tribunal Constitucional, Junta Nacional de Justicia y Ministerio Público, también quieren en su dominio al sistema electoral.
Pero, para el gobierno calificado con mucha certeza cívico-militar-congresal, están en la etapa de matar para crear temor disimulando sus acciones con el de paz social; asimismo, terruquear reviviendo un problema social inexistente y para ello, cuentan con el apoyo de varios medios de comunicación que cual coro, repiten en sus programas noticiosos, contenidos con objetivos partidarizados e inconfundibles.
Se espera que estas fuerzas fácticas dueñas del poder actual, sean sepultados en las próximas elecciones y que se elija líderes que restituyan la democracia que se viene perdiendo, por una de mejor representación de la sociedad peruana. Esperamos igualmente, que el gobierno de Dina Boluarte, responda por los crímenes cometidos y estas formas de actuar no queden impunes.
Esperar que renuncie, aunque es mucho más conveniente, la percibimos distante, por la forma y modo como se obtuvo el poder del Ejecutivo y por la condescendencia de los grupos fácticos del Congreso, que avalan a una presidenta cuestionada y a un gobierno cruento.