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Dom, Abr

Un adiós hacia la eternidad para Miguel Hernando Robles Prieto

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP. No fueron las clases en el aula lo que nos acercaron, sino la vecindad que compartimos cuando unas cuadras nos separaban de domicilios muy cercanos, ahí creció la amistad con Jorge Luis Baquero Ortiz, el risueño “Peneca”, los hermanos Saldarriaga, Manolo Vega Rivera, y otros niños y adolescentes de las familias Rivera y Ortiz, con los que las distracciones menudas, eran acciones de cada día, junto a Miguel Hernando Robles Prieto.

Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Presidente Honorario de la Asociación Cultural Tallán

Y así fue pasando el tiempo, y llegada la década del 70, cada uno fue descubriendo lo que su alma le ponía por delante, hacia el arte y las letras, hacia el comercio, la docencia, y otros quehaceres que son la brújula de nuestros días. Y luego la frecuente presencia del potencial compositor en mi casa, guitarra en mano, cantando con las muchachas y muchachos de mi cuadra.

De manera circunstancial, vino luego compartir las aulas en nuestra querida Gran Unidad Escolar Carlos Augusto Salaverry, y el fortalecimiento de un amor por la tierra en la que nacimos, que Miguel Hernando expresó a través de la música, y, yo, mediante la historia. Luego la ausencia de separarnos por estudios y trabajo, pero la conjunción por el amor hacia Sullana, nos mantuvo unidos en un propósito.

Restos mortales Hernando Robles Prieto, fallecido el último 5 de julioRestos mortales Hernando Robles Prieto, fallecido el último 5 de julio

En la década del 80 del siglo pasado, quedé abismado al escuchar la composición “Sullana de tradiciones”, que mereció la misma admiración de Guillermo Ríofrio, el autor de “La Perla del Chira”, cuando la escuchó, y presintió la naturaleza de un compositor que dejaría frutos perdurables.

En una de las últimas conversaciones que tuve con Miguel Hernando, a quien muchas veces suprimíamos la o final de su segundo nombre, fue diciéndome lo mucho que había compuesto, y por supuesto que también hablamos de la ingratitud y de la cultura necrófila reinante en Sullana, de rendir homenaje, y de dar reconocimiento a los muertos, regalándose homenajes a veces, a quienes están vivos y son solamente personas rutinarias sin mayor trascendencia en el campo laboral o cultural, sin aportes destacados, sin creatividad, y solo hacedores de trabajos mecánicos, es decir, repetitivos, como lo manda su ejercicio laboral.

Digo esto, porque en marzo de 2022, sugerí al alcalde de ese momento, reconocer la valía del compositor, y conversé con algunos regidores que tampoco hicieron eco para dar la distinción bien merecida por este hijo ilustre de Sullana, que la merecía no en un acto de esos de cada 4 de noviembre, sino, de recibirla en cualquier momento.

Con toda seguridad Miguel Hernando Robles Prieto le ganó muchos diplomas a la vida, y eso lo vivía con plena satisfacción interior, más allá de los diplomas que le otorgaron algunas instituciones. Recuerdo su cara de felicidad, cuando se grabó “Sullana de tradiciones” en los años 80, porque estuve en el lugar de grabación, al que llegaron los otros valiosos cantantes sullaneros, cuyas voces quedaron estampadas en el casete que registró sus interpretaciones.

Ya se dijo que “Existen personas que dejan el plano físico para trascender y mantenerse siempre en la imaginaria de la población”, reiteramos, que ese es el caso de Miguel Hernando Robles Prieto, quien anteayer partió hacia el infinito, dejando el recuerdo imperecedero de sus composiciones, y de la fuerza amical de la que era dueño.

Promoción 1972 del Colegio Carlos Augusto SalaverryPromoción 1972 del Colegio Carlos Augusto Salaverry

Con su música rindió homenaje a la ciudad de Sullana, al Valle del Chira, y a la provincia de Sullana; también sus composiciones de fondo social, de hermanamiento con los menos favorecidos en la sociedad, porque cantó para que los desposeídos sintieran que también de su inspiración salía una vena que lo llevaba a hacer suyos los problemas de multitudes.

Miguel Hernando Robles Prieto fue alumno de la entonces Gran Unidad Escolar Carlos Augusto Salaverry, egresando en 1972 en la promoción Enrique López Albújar, de la que somos parte muchos de sus amigos. Ahora, “la ciudad de los olvidos”, que obvió un gran homenaje reconociendo su trascendencia, será testigo de su entierro, mientras flota en el recuerdo lo grandioso de sus composiciones.

Siguiendo el compás de la letra de “Sullana de tradiciones”, aunque sea sepultado por la mañana, sienta que Cuando el viento acaricie la tarde, y desde su ataúd sienta despertar sus arenales, porque ha partido con la inspiración de seguirle cantando a Sullana, la tierra que amó, y en la que todo le parecía bello, y le hacía olvidar las penas.

Por otro lado, no puedo dejar de recordar que cuando escuche “Sullana de tradiciones”, en las voces de la soprano Laura Agurto Adrianzen, y del tenor Eduardo Castillo Rivas, la emoción fue muy grande, ellos interpretaron con alma, corazón y vida, ese cuadro descriptivo de costumbres sullaneras, que es el retrato de instantes ya idos, que perdurarán para siempre a través de la gran canción.

Pedro Miguel Arrese Arisméndiz, Guillermo Riofrío Morales, Adrián Flores Albán, el profesor y compositor Siancas del José Cardó, Teodolinda Villalobos de Cruz, y otros creadores a través de la música, le han recibido en el Cielo, junto a Coco Castillo, y a la Alondra del Chira, mientras él se queda en la tierra, en los quereres de todos los suyos.

Diario El Regional de Piura
 

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