ERP/M.Godos. Muchas de las flores amarillas vendidas en el mercado con motivo de año nuevo en realidad no lo son. Su color corresponde al artificio del tinte. Una vez en contacto con el agua se despintan y se destiñen. Los baños de florecimiento elaborados con pétalos de rosas, yerba buena, ruda macho, Agua de Cananga, Agua Florida y otros menjurjes que se estilan para la ocasión no cambian, como se espera, la mala suerte y el infortunio. Sus efectos inmediatos son escozores incontenibles y alergias. La práctica extendida por los medios de comunicación es un negocio altamente rentable y floreciente.
Los cotizados calzones amarillos, son parte de este ajuar de amuletos rituales comercializados en todas las tallas. Desde la S, M,L hasta la XXL. Tales prendas coloridas de queso son utilizadas para convocar la pérdida del invicto de las solteronas empedernidas en las que se esfuman, con muchos sobresaltos, los flechazos de cupido. El amarillo, el color de la luz, es el favorito, una especie de privilegio de la fortuna que no hay que desaprovechar. Sin embargo, nada cambia para los semáforos que parpadean y están pintados de ámbar y a los que se tornan de este color a consecuencia de la hepatitis.
No faltan tampoco los bolsones de arroz y lentejas para que no falte el qué comer en la alacena. Y los velatorios de billetes de alta denominación, mucho mejor si son verdes, para que la plata llegue en el nuevo año a raudales. Por supuesto numerosos son los entusiastas que recurren a los lectores de las cartas y expertos en la adivinatoria materia de por sí complicada para asomarse a las vaticinios del año que se avecina. Todos desean saber cómo les irá en el nuevo año.
Los cabalistas especulan que el 2015, conforme al horóscopo chino, corresponde al año de la cabra. Y como tal este año será un año "loco como una cabra" en donde prima la inestabilidad, lo inesperado y a contrapelo la creatividad y la actitud reflexiva. Otros se empecinan en quemar el año viejo y su estela de pasado para que no retorne jamás. En realidad el éxito y el fracaso no reposan en los astros, las estrellas ni en las conjunciones planetarias. Ni en ningún otra parte. Son producto de la voluntad, el esfuerzo personal de construcción del porvenir.
Lo demás es la irracionalidad químicamente pura en todas sus variantes. Sean estas videncia, numerología, tarot, horóscopos, cartas astrales, espíritus que se comunican tras la muerte, apariciones y milagros que finalmente no son otra cosa que los variados rostros de la ficción humana. La mitología es la sustancia de las religiones. Como correlato para quienes se nutren y destetan con los mitos no es necesario pensar, razonar y reflexionar con espíritu crítico. Es suficiente creer y posteriormente obedecer a tientas y a ciegas. La irracionalidad finalmente se convierte en una bisagra de sujeción y sometimiento. Lo irracional es lo que aún no ha sido sometido a la razón y ocupa el territorio de la imaginación desbocada que aloja a la ignorancia.
Tememos a la razón porque mata las ilusiones y las apariencias. La filosofía es una herramienta que proporciona remedios útiles contra todo aquello que provoca el miedo y la inutilidad paralizante. Theodor Adorno (1901-1969) advierte: "El ocultismo es la metafísica de los mentecatos. Desde los primeros días del espiritismo, el más allá no ha comunicado cosas de mayor monta que los saludos de la abuela fallecida junto a la profecía de un viaje inminente". Bachelard (1884-1962) señala con mucha precisión: Todo conocimiento para el científico es una respuesta a una interrogante. Si no hay pregunta no puede haber conocimiento científico. Nada está dado. Todo se construye. Ambrose Bierce, periodista norteamericano del siglo XIX, invitado a colaborar en el San Francisco Examiner por William Randolph Hearst señaló en su columna titulada Diccionario del diablo esta definición certera: "El destino, es la justificación del crimen de un tirano y pretexto del fracaso de un imbécil". Ni más ni menos.