ERP. Por enésima vez, marca el domingo 11 de abril de 2021 en tu calendario porque es el día en que elegiremos nueva fórmula presidencial y representantes para esa desmejorada institución llamada Congreso de la República. Comienzo así porque alguien me conversó esta semana en el chat acerca de por qué el gobierno no dice nada sobre tal o cual tema. Sí, ahora resulta que tenemos teorías de conspiración a esos niveles.
Por: Nelson Peñaherrera Castillo
El chiste –porque mejor lo tomo cual chiste—es que si uno apela a San Google, o Google-san si le vas a la mística oriental, tiene, por así decirlo, toneladas de información publicada al respecto. Entonces partamos de una premisa inicial: sí hay datos; ahora que a ti no te dé la gana investigar un poquito no es culpa ni del gobierno ni de los medios.
En todo caso, si quieres el desayunito servido en tu camita apenas te despiertes a las once de la mañana con el periódico debidamente planchado, al menos trabaja para pagarlo, ¿no? Sigamos.
Esta actitud me lleva a sospechar que estamos volviendo al mismo punto cero que hace cinco años. O peor aún, que hace un año cuando don Martín Vizcarra Cornejo, presidente del Perú por si las moscas, le hizo chu a la formación congresal anterior y nos convocó a renovarla mediante el voto solemne que la Patria, mejor dicho la Oficina Nacional de Procesos Electorales, a al Jurado Nacional de Elecciones elevó.
A todo esto, como que esa propuesta de renovar al Legislativo por tercios a mitad de mandato parece ser una buena idea. Aunque creo que una verdadera revolución democrática sería que se prohíba pagar a los asesores de cada legislador o legisladora con dinero público (sí, que salga del sueldo básico de cada congresista). Se supone que si alguien postula a un cargo de elección popular es porque al menos tiene una peregrina noción de qué significa la palabra ley. Si no, que no nos haga perder tiempo ni plata. Prosigamos.
No hablemos de los resultados de la última elección en la que participamos (claro está si participaste), que no es saludable porque estamos haciendo llover sobre mojado, ya está claro que metimos las cuatro patas, tenemos que superarlo y votar de modo más inteligente (sí, no leíste mal) en esta oportunidad; porque eso de estar lamentándonos por el mismo error pasado que pudimos evitar equivale a escuchar un trap, o sea, no está claro por dónde comienza ni dónde acaba. Círculo vicioso. Malo. Vamos pa’lante.
La confusión de Confucio
Pero, exactamente, ¿dónde está pa’lante? Recuerdo que les comenté por esta misma columna que mientras se planteaba las candidaturas al Congreso actual, había gente que no tenía claro para qué postulaba, si quería postular. Al margen de si les conocía, al menos, la cuarta parte de su distrito electoral (lo que no significa que todo ese grupo va a darle el voto), sí era horrorizante que no tuviera clarito cuáles son sus funciones.
Una candidatura había planteado hacer obras públicas en una localidad cuando eso es competencia exclusiva de la municipalidad, y a lo más del Ministerio de Vivienda, Saneamiento y Construcción. El Congreso de la República no tiene iniciativa de gasto público, dicho sea de paso. Y ya vemos en la práctica por qué: serían capaces de hasta romperle la alcancía a tu hijo o hija mientras tú te esfuerzas por educarle en el valor del ahorro. Pues bien, ese sustantivo y su verbo (ahorrar) parecen no estar en el vocabulario legislativo.
Si quien postula ya estaba perdido, pensemos en nosotros y nosotras, los y las votantes, quienes de primera instancia decidiremos quién sube como autoridad de 2021 a 2026. Sabemos que vamos a marcar cruz o aspa, o poner el dedo si es voto electrónico; pero, ¿sabemos para qué estamos eligiendo a quienes elijamos? Y no hablo de los nombres, total, presidente, vicepresidente, congresista, claro que lo sabemos. Yo me refiero concretamente a las funciones que cada cual ejecuta.
Comencemos por aspectos clave del Estado Peruano, en el que existen tres poderes (teóricamente) en equilibrio. En las próximas elecciones vamos a cambiar la composición de los puestos por elección popular en dos de ellos. ¿Sabemos cuáles son? Y si la respuesta es correcta, ¿sabemos cuáles son los rangos y límites de cada uno? A mí me parece que parte de nuestro deber como ciudadanía es educarnos lo más que podamos al respecto, de tal modo que seamos conscientes de a qué y a quién le marcaremos en abril próximo; pero, además, que esa información válida sea un eficaz tratamiento preventivo contra la desinformación que, de hecho, comenzará a pulular durante la campaña.
La otra campaña
Esto nos plantea como primera necesidad contar con fuentes confiables en las que podamos aprender las cosas como realmente son, no como ciertos intereses partidarios desean que las entendamos. Y aquí está un gran primer reto porque si muchos y muchas hemos sucumbido a las noticias falsas en tiempos críticos, olvídense, en esta campaña electoral ciertos intereses retorcidos harán lo que sea posible por convencernos de que Hello Kitty también paga sus tributos por serenazgo y limpieza pública. Digo, por poner un referente tierno.
Por cierto, será un momento glorioso si un candidato o una candidata sale a decir algo falso o incorrecto, y algún ciudadano o alguna ciudadana le dice en su cara: “¿Sabe? Usted miente, y la verdad es ésta…” Pero, llegar a ese nivel requiere que primero nos eduquemos en el tema.
Entonces, ya está claro que necesitamos conocer primero cuál es la estructura de nuestro estado unitario y descentralizado, cuáles son las funciones de cada uno de los poderes básicos o clásicos que lo componen, qué hacen los otros poderes autónomos, cuáles son las funciones de las personas a quienes les demos el voto, qué pasa si lo hacen todo mal y cuáles son los parámetros para medir que todo lo estén haciendo mal, qué pasa si nos eligen miembros de mesa, qué sí podemos y qué no podemos hacer como votantes, cómo se escruta el proceso y qué pasa si hay dudas con los resultados…
La buena noticia es que todo ya está regulado y escrito, la mala es que no todo está en el mismo sitio y demanda cierto trabajito buscarlo y organizarlo con tal de entenderlo.
Por ello hace falta toda una campaña paralela e independiente al gobierno y los partidos para tener educación electoral. Sí, necesitamos educarnos porque en la medida que sepamos más y mejor, vamos a tomar decisiones de calidad al margen de si van a uno u otro bando, pero al menos sustentadas, lógicas, reflexivas. La democracia va a fortalecerse en la medida en que administremos nuestro poder con sabiduría y también con precisión.
Y cuando la ciudadanía tiene todos los elementos a mano para tomar mejores decisiones, se fortalece. Claro que a ciertas tiendas políticas esas no son buenas noticias, pero estamos hablando de grupúsculos cuya agenda es tomar el poder a como dé lugar para hacer del país un fiasco completo. Si navegamos en la campaña sin ese conocimiento, esos grupúsculos serán más poderosos que los millones de votantes. Si les damos un ápice de oportunidad para crecer, seríamos bien tontos y tontas.
Y una cosa que debes meterte en tu cabezota, querido y querida votante, es que tú –sí, tú—tienes más poder que uno de esos grupúsculos, que no dependes de ellos sino ellos de ti. Si llegas a convencerte al respecto, créeme que comenzarán a tenerte respeto.
Y esto no significa que la política sea mala, como también quieren convencernos para evitar que los fiscalizemos, sino que, por esa misma razón, ellos y ellas porquerizan la política para que tú o yo huyamos despavoridos. Y la política no está bajo control de la llamada clase política; la política, en realidad, debería estar bajo control de la ciudadanía… o sea, tú o yo.
Lo dicho: necesitamos involucrarnos en una gran campaña de educación electoral, y en ese aspecto me parece que los medios de comunicación junto con los organismos autónomos encargados para tal fin (la Oficina Nacional de Procesos Electorales) podríamos hacer una gran diferencia para mejorar la vida política de nuestra nación. De paso que hacemos la celebración del Vicentenario algo realmente significativo y no otra palabra suelta al viento o las redes.
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