ERP/N.Peñaherrera. Hace unas noches nos reunimos unos amigos para pasear un rato aprovechando los feriados, y tras probar algunas opciones ruidosas, como el centro comercial que está a la entrada de Sullana (no tiene dónde tomarse un jugo, siquiera), terminamos en la remozada Plaza de Armas.
Hablemos con justicia: lo realmente atractivo es que la pileta al fin tiene agua, que hay música, que no está a todo volumen, y que en la selección no hay cumbia, ni reggaeton, ni las guachiturradas ésas que dicen estupidez y media, con perdón de quienes las escuchan.
Por lo menos, para quienes aman el rock y el pop previo al cambio de milenio, no deberían perderse los 'covers' que allí se tocan.
En contraste, alguien me reportó que algunos acabados de color plateado ya comenzaron a salirse de su sitio.
Por lo demás, las losetas siguen en el suelo, los árboles crecen frondosos, la irregular arquitectura –un verdadero 'kitsch'- parece seguir incólume, y la chiquillada postula a manejar mototaxi atropellando con sus patinetas a los caminantes.
Pero es nuestra Plaza de Armas, ese icónico lugar donde la fotografía de rigor es agarrar justo el ángulo de la pileta y la Catedral, de diseños nada complementarios pero universalmente nuestros (otro símbolo de la ciudad es el puente Isaías Garrido).
Es nuestra Plaza de Armas, aquélla a la que Héctor, un amigo de quien no sé hace mucho, la bautizó como el 'zonzódromo', pues siempre fue el sitio de convergencia donde todos y todas nos divertimos dando vueltas y vueltas y más vueltas, conversando, encontrando amistades, o pasando el rato más que sea, casi sin sentido, de manera automática.
Es nuestra Plaza de Armas, que poco a poco debe convertirse en un espacio democrático para el arte, la tertulia, el amor y el descanso seguro de toda la ciudadanía sin excepción.
Es nuestra Plaza de Armas que, esperamos, la próxima gestión municipal no la cierre de nuevo diz'que porque la remozarán.
Es nuestra Plaza de Armas donde esperamos que Kenji ya no meta su camionetaza y donde un hijito de mami no nos raye la mayólica a cambio de nada.
Es nuestra Plaza de Armas que tenemos que cuidar porque es el principal patrimonio de la ciudad, el sitio más decente para estar y visitar, lo mejor que tenemos para mostrar, un remanso en medio de una ciudad que se hiere por todas partes y cuyas cicatrices tardarán en desaparecer.
Es nuestra Plaza de Armas. Que nadie nos quite el gusto de sentirla "nuestra".
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)