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Lun, Dic

El salvavidas que pide San Lorenzo podría no mantenerlo a flote

Nelson Peñaherrera
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Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Como muchos saben y lo he contado por aquí, entre 2009 y 2011 estuvimos trabajando con el equipo de FACTORTIERRA.NET un proyecto por encargo del Comité de Desarrollo Zonal de Malingas, en el distrito de Tambogrande, cuyo desafío principal era ponerlos en el mapa. Eventualmente la propia comunidad se empoderó y entendió que tiene todo el potencial para destacar con luz propia en el mundo, pero también tiene un problema recurrente.

Todo nació durante una de las salidas de campo, cuando uno de mis compañeros, Joe Ríos para más señas, hizo una pregunta válida: si el potencial es prometedor, ¿por qué no se organizan para salir adelante?

Recuerdo que la pregunta se la hizo al finado Manuel Román Balarezo, uno de los dirigentes más connotados que tuvo Malingas, y la respuesta dejó a Joe poco menos que patidifuso: "Organización sí hay, joven; solo que no funciona".

http://factortierra.net/malingas/modelos_desarrollo.html

Retrocedamos hasta 1968 cuando comenzaron a adjudicarse las primeras tierras de lo que se llamó Colonización San Lorenzo, un proyecto del Gobierno Peruano con capital del Banco Mundial, que buscaba generar un polo de desarrollo agrícola en una extensa faja de bosque seco en los distritos de Las Lomas y Tambogrande (y una pequeña porción en Sullana, Somate para ser exactos), mediante la derivación del río Quiroz al río Chipillico (ambos afluentes del Chira) para represarse y alimentar a casi 50 mil hectáreas.

Mucho antes que la Reforma Agraria se aplicara, y mal aplicada (en 1969), en San Lorenzo cada agricultor era dueño de su propia tierra. Por éso es casi un chiste de los primeros colonos que ése fue el único lugar del Perú donde no se aplicó la medida de la dictadura velasquista. 

En efecto, los valles circundantes eran haciendas, y extensas haciendas dicho sea de paso que terminaron siendo expropiadas y repartidas a los peones como su nueva propiedad.

El proyecto de San Lorenzo vino, además, con un programa de educación mercantil que se ejecutó hasta finales de la década de los 70, donde estuvieron involucrados varios y varias especialistas, entre ellas la docente Elsa Fung, quien aún vive para contar los años dorados de la colonización. En esa época, básicamente se enseñó al agricultor a convertirse en un microempresario y en un tomador activo de decisiones comunales.

El problema vino de Lima cuando el estado malentendió su rol subsidiario, y en lugar de tener una actitud garantista, se comportó sobreprotecttoramente. éso causó que el campesino, a quien localmente se le había educado a ser autónomo, pasara de pronto a ser un sujeto hiperdependiente: el Estado debía resolverle todo, absolutamente todo.

Bueno, y ésa es una razón por la que cuando alguien me habla de Velasco de un modo idealista, prefiero cambiar el tema para ocultar mi incomodidad. Es cierto, yo no nací durante su dictadura, por lo que no tengo más memoria que lo que se escribió, y se escribió harto.

Quizás en esencia lo que quiso hacer Velasco era bien intencionado, pero falló cuando creó un Estado-papá en lugar de un Estado-socio.

Solo para dejar a Velasco tranquilo, diré que esa primera generación de agricultores quienes vivieron en la dicotomía autonomía/dependencia terminó transmitiendo la contradicción a la siguiente generación, que comenzó a trabajar la tierra en la década de los 80, cuando tuvimos la crisis económica causada por la egolatría de cierto ex presidente con pose mesiánica, quien ahora trata de evadir una medida de impedimento de salida del país pidiendo asilo en una embajada. Pero ése es otro tema. Volvamos a San Lorenzo.

El Banco Agrario, que debía proveer el capital para que el campo prospere, dio el dinero, lo prestó, pero nunca supervisó cómo se estaba utilizando (en cualquier cosa menos en la tierra), y mucho menos movió un dedo por recuperarlo. La razón, con los años, se hizo evidente: la entidad fue tomada como un programa social subsidiario encubierto para tener al campesinado callado, tranquilo. Como la plata les llegaba sola, casi no había el reto de producir. Total, el Banco soltaba el billete sí o sí.

Entonces, la dicotomía se terminó de resolver. Adiós autonomía; bienvenida la hiperdependencia.

Lo que nadie quiso escuchar es que la hiperdependencia produjo hiperinflación, y cuando el modelo no fue posible de sostener, el campo entró en crisis. Para este momento, ya estamos pisando la década de los 90.

Algunos campesinos que se mantuvieron en la línea productiva pudieron mantener la cabeza a flote; quienes no se reinventaron terminaron vendiendo tierras empobrecidas. Quienes se quedaron comenzaron a competir entre sí para subsistir en un inicio, y replantear el modelo de negocios a continuación. Sin embargo esta segunda generación de agricultores albergaba un deseo secreto al inicio que terminó confesándose con el tiempo: producir, pero si el Estado podía seguirles rescatando, no habría problema.

En efecto, el Banco Agrario quebró, cerró, se reinventó hace poco como Agrobanco y volvió a quebrar: dar dinero sin recibir nada a cambio es insostenible. Sigamos.

el caso es que el Estado en los 90 ni rescató ni tampoco se dio por ampliamente enterado. Ya no era ni estado-papá, ni menos Estado-socio. era Estado ausente. Y allá en el campo, la gente seguía añorando los tiempos de Velasco, construyendo una suerte de cápsula mental.

Cuando el Perú abrazó la economía de libre mercado y con sangre, sudor y lágrimas entendimos que debíamos pensar en términos de competitividad (productividad, eficiencia e innovación), el campo insistió en anclarse en los 70 aunque su conducta estaba con un pie en el nuevo milenio. Se vio a la banca de consumo y el sistema financiero de las cajas como una especie de nuevo Banco Agrario. Y comenzaron los endeudamientos.

El problema vino a la hora de cobrar las cuotas o cuando los primeros embargos comenzaban a ejecutarse. El sistema financiero habla en idioma de competitividad (en el mejor de los casos); el campo sigue hablando en idioma de hiperdependencia. Si tu lengua materna es el castellano y tu interlocutor solo habla inglés, quizás tengan éxito haciéndose señas, pero la interacción será altamente limitada y probablemente prolija en malentendidos.

En esos términos entran empresarios quienes sí saben hablar el idioma de la competitividad, en varios casos con un marcado acento mercantil. Por éso se entienden no solo con el sistema financiero sino con mercados globales. El campesino vio aquí tierra firme dónde anclarse hiperdependientemente, y confió.
Junto al empresario aparecieron los intermediarios quienes viven a costa de la especulación. Se toparon con un campesinado con organizaciones de papel, pero que en la práctica no son eficaces porque no funcionan, Román Balarezo dixit. Y no funcionan porque los miembros que se comprometieron a trabajar mancomunadamente en realidad se disparan cada quien por su lado.

El intermediario lo entendió perfectamente y apostó al divide-y-vencerás. Comenzó a jugar con el precio de los cultivos, y los campesinos lejos de pararse en bloque y negociar en bloque, jugaron ese cruento juego en el que terminaron vendiendo individualmente su producción por debajo incluso de su costo completo. Consecuencia: el intermediario terminó enriqueciéndose o creando una suerte de mafias que controlaban ciertos cultivos (como el arroz); el campesinado continuaba siendo hiperdependiente.

Detalle adicional: el poco dinero que el agricultor percibía jamás alcanzaba para cubrir sus necesidades básicas, pero sí corría mejor que el agua cuando la "fiesta chelera" era convocada en la radio, y no sabías de dónde aparecía una multitud en improvisados espacios para el baile y la borrachera. ¿Y las necesidades básicas? Para éso existe el estado-papá, pues.

Desde hace una semana, ese campesinado ha emplazado a todo el mundo para que en el caso del mango se les pague 130 soles (unos 35 dólares) por la jaba. el intermediario les paga 20 soles (unos 6 dólares).

Su principal medida de fuerza fue bloquear todos los accesos viales del distrito de Tambogrande, incluyendo el ramal de la Carretera Panamericana, consiguiendo paralizar el centro geográfico del departamento de Piura que enlaza toda su mitad norte.

¿Por qué no es posible que se le pague los 130 soles que el campesino cree merecer? simple. Román nos explicó que el intermediario sabe del precio acordado, pero inicia toda una red de intriga en que aísla a cada productor y le dice que el vecino le ha vendido por debajo de esa cantidad, obligando a que sistemáticamente todo el valle desplome el valor justo.

Entonces, ¿cuál es la fuerza de sus asociaciones, agremiaciones, comités y demás colectivos? "Es que entre los propios integrantes, todos desconfían de todos", llegó a declararnos el dirigente. Hace ocho años de esa conversación. ¿Ha cambiado algo el panorama? Aparentemente no.

Y como existe economía de libre mercado, la triquiñuela podría no ser ética, pero es técnicamente legal.

Dicho ésto, el campesinado no es capaz de reconocer que tiene ghran parte de la responsabilidad en la caída del precio del mango; ni siquiera acusa al intermediario; sus dedos apuntan a las empresas que los exportan, y exigen que el Estado (el estado-papá inexistente) controle el precio. Es más, hay voces que reclaman que el Estado (el estado-papá) compre la producción por lo que llaman precio justo, que lo podría ser, pero la operación de compra no es ninguna obligación estatal.

Y para colmo, uno de los candidatos a la gobernación regional de Piura, quien navega y vive gracias al sistema de comercio justo, donde la organización sí funciona y es rentable, acude a dar su respaldo. ¿En serio? ¿No sería mejor que les diga a los campesinos que dejen la hiperdependencia de lado y vuelvan a abrazar la autonomía con la que prosperó la primera generación de colonos? ¿No que el comercio justo consigue precios justos, pero sobre la base de exigentes estándares internacionales en los que hay una participación mucho más responsable del mercado, y que procura tocarle al Estado lo mínimo posible? Estado-socio, por cierto; no Estado-papá.

Y la agricultura no es el único potencial de San Lorenzo. El turismo vivencial también puede serlo, pero el modelo no funciona en un ambiente de hiperdependencia sino de autonomía, que apueste por una organización comunal racional, como lo entendimos cinco años después de terminada la intervención en Malingas.

http://www.factortierra.net/2017/0810/index.html

Un ejemplo exitoso de ello es la localidad de Las Palmeras de Yaranche, sector Tejedores, donde vienen aplicando el modelo, y que gracias al paro no está generando dinero para la comunidad organizada. Por cierto, este lugar tiene un mercado potencial en Alemania en tanto atractivo turístico. ¿Lo saben los dirigentes?

quebrada san francisco cerca de colina miradorQuebrada San Francisco a su paso cerca del caserío Guaraguaos Bajo | Foto: FACTORTIERRA.NET.

http://www.factortierra.net/2018/0323/index.html

O no olvidemos cuando Malingas salió en la cadena History. Claro, maquillada como un sitio que no lo es en realidad, pero a los productores les fascinó la idea de grabar en una locación atractiva para la audiencia internacional. Y el Estado no participó en absoluto; todo fue confiar en la autonomía de autoridades y población.

http://www.youtube.com/watch?v=TD8oTZg0rn0

Porque ése es el problema: el estado mental de quien produce. Y la autonomía, en periodo electoral, abre mentes pero no da votos; entonces, quizás es mejor acentuar la hiperdependencia. O dicho de otra manera: a río revuelto, ganancia de pescadores.

Hoy es el mango, y luego será la palta, el arroz, el limón. en fin. el problema no es qué produces, no es a quién vendes, no es quién te compra. El problema es cuál es tu visión de negocio, si la tienes, a la hora de dar el primer lampazo, y cuál es tu capacidad para llevar la organización de papel a la organización en la práctica diaria; cuál es tu intención para migrar de la hiperdependencia a la autonomía.

el día en que San Lorenzo y todo el campesinado peruano entienda que la hiperdependencia es anacrónica, ya fue, es inoperativa, entonces puede que las cosas cambien para un sector rural evidentemente golpeado, pero donde, como lo dijo Román, hay organización... pero no funciona.

Ni siquiera para el paro, porque son cinco personas quienes perdieron las municipales (ni siquiera campesinas) detrás de todo. Hasta para éso hay que ser autónomos.

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