ERP. (Por Nelson Peñaherrera Castillo) No sé si ya conté ésto antes, pero hace unos años hicimos una cobertura conjunta con Radio Cutivalú en Suyo para ver la reacción de la comunidad ante la minería ilegal. Hubo una manifestación pacífica en la plaza de armas de esa localidad, y estábamos conversando con varias personas venidas del área rural circundante; entonces, con uno de los compañeros de la radio se nos ocurrió ir a entrevistar al párroco, quien no asistió a esa concentración.
El camino de la plaza a la casa del párroco es corto, un trayecto en L; pero, como ese día era domingo, y toda la atención estaba concentrada en el paseo público, el resto de calles circundantes estaba poco o nada transitado.
Yo sabía, por mi experiencia cubriendo los casos Tambogrande y Río Blanco, que todos nuestros movimientos estaban siendo observados de forma muy sutil y muy descarada a la vez, así que mientras iba conversando con mi colega acerca de la inmortalidad de la mosca, yo estaba también haciendo mi reglaje y viendo mis opciones en caso de cualquier eventualidad... y no tardó en presentarse.
Cuando estábamos a mitad de camino entre la plaza y la casa del cura, mi compañero se percató que alguien vestido de polo y jean (de buena marca, a juzgar por el diseño), contextura y apariencia recia, nos seguía. Me lo dijo. Si seguíamos de largo, íbamos a dar a la quebrada que cruza Suyo, donde no había más gente; si regresábamos sobre nuestros pasos, nos chocaríamos con el sujeto sí o sí.
En una jugada arriesgada paré en seco, me di media vuelta, y con la mayor firmeza y naturalidad del mundo lo encaré: "Buenos días, ¿podrías decirnos dónde está la casa del párroco?".
El sujeto se pasmó por unos segundos. Como tragando saliva nos dio las indicaciones que ya conocíamos. Regresamos sobre nuestra ruta y llegamos a la casa que buscábamos. Con el rabillo del ojo nos dimos cuenta que, mientras tocábamos la puerta, él seguía a mitad de calle, mirándonos. Cuando nos abrieron y le dijimos a la persona de servicio el hecho y que nos dijera si podía identificar a la persona que nos seguía, ésta se había esfumado.
Nos reunimos con el párroco, no sin antes contarle el episodio que no había durado más de cinco minutos. Yo no participé de la entrevista. Aprovechando la seguridad de la casa parroquial, me fui a una de las habitaciones. Como Cutivalú había llevado una de sus camionetas, llamé por teléfono al chofer, y luego a una de mis productoras que estaba en la plaza (y se había percatado que el sujeto nos seguía), para elaborar un plan de escape.
Cuando la entrevista terminó y nos despedimos, la móvil de la radio ya se había cuadrado en toda la puerta de la casa del cura; con las mismas subimos. Una cuadra más allá de la plaza, en una esquina, recogimos a mi productora, y salimos disparados de allí con la consigna de no frenar por nada del mundo.
Recién al llegar a Las Lomas pudimos parar y recuperar el aliento. Analizando el peor escenario, coincidimos los cuatro que ese día tuvimos más que suerte, providencia.
No ha sido la única ocasión en la que tenía que actuar como agente de Inteligencia antes que como periodista. Hace casi década y media en Huancabamba, con tal de proteger a una fuente, le di todo un rodeo enorme a la plaza de armas para evadir al contingente policial que la estaba resguardando, y encontrarme con un policía amigo mío, de pechito y solos, en la calle que, según mi cálculo, era segura. O también estuvo otra cubriendo la destrucción del campamento de Manhattan en Tambogrande, donde para el terror de uno de mis colegas, comencé a tirar fotos que luego fueron publicadas en contratapa por el diario El Tiempo de Piura (además de organizar una operación de rescate a una de sus enviadas especiales).
Quizás fueron coincidencias, quizás no lo fueron. Quizás fueron advertencias. Quizás fueron ideas mías. Quizás no fue nada. Difícilmente sabré. Pero esos recuerdos se me vienen a propósito de un informe publicado el viernes 6 por el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
El informe, que en realidad es una serie de reportajes de investigación, establece que América Latina es, acaso, el lugar más peligroso del mundo para ejercer el periodismo, entre amenazas veladas o directas, atentados, y hasta asesinatos como el de los tres colegas del diario El Comercio de Quito, mientras hacían una cobertura en la frontera de las provincias de Esmeraldas (Ecuador) y el departamento de Nariño (Colombia), y que ha motivado la indignación, el rechazo y la solidaridad no solo del gremio periodístico sino de organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía latinoamericana en general. Puede leerse la serie de IPYS y UNESCO en este enlace: http://bit.ly/2HodMry
Si considerábamos que solo pasaba en Ciudad Juárez (México) o en la Colombia durante los enfrentamientos entre guerrilla, paramilitares y narcotráfico, lamento decir que estamos bien equivocados. en Perú lo hemos vivido durante el enfrentamiento entre Sendero Luminoso y el MRTA contra las fuerzas armadas y policiales, o durante la dictadura de Alberto Fujimori, cuando los medios tenían que ceder o resistir (o atenerse a las consecuencias), y cuando ese régimen colapsó, ante los grupos de poder económico, práctica que continúa hasta ahora, que va desde contraofensivas propagandísticas hasta el uso servil del Ministerio Público y el Poder Judicial para crear eternos procesos legales que busquen silenciar al medio, como incluso pasa con éste en el que publico ahora.
Y cómo olvidar las acusaciones contra la propia Radio Cutivalú durante los casos Tambogrande y Río Blanco, o la destrucción de Radio Difusora Huancabamba (rebautizada como La Poderosa) durante el caso Río Blanco. Hasta FACTORTIERRA.NET fue atacada propagandísticamente durante ambos casos.
Pronto saldrá una tesis doctoral en una universidad estadounidense bien conocida en la que habla de esos temas, y justo analiza el caso Tambogrande. He tenido acceso al borrador, pero por advertencia del autor, no podré comentar nada hasta que sea defendida y aprobada. Lo que sí puedo adelantar es que el documento incluye las amenazas que la prensa afín a las dos partes del conflicto recibió, que incluso se materializaron en agresiones directas a periodistas.
Sí, Piura también es un lugar donde ejercer el periodismo tiene sus riesgos.
Todavía recuerdo a un grupo de estudiantes universitarios que estuvo siguiendo la pista de los anabólicos esteroides que se consumen en los gimnasios locales (y sobre los que las autoridades no hacen ni dicen nada), y se toparon con lo que parece ser una ruta de trasiego que coincide con la misma que usan el contrabando, la trata de personas y hasta el narcotráfico. No pudieron ahondar en esta línea de investigación porque recibieron amenazas veladas, pero igual pudimos tomar su trabajo donde lo dejaron y logramos llegar a esa primera conclusión. Entonces, lo publicamos.
Y es que informar, revelar la realidad a la gente para que esté enterada y tome posición, puede significar redención y libertad para muchas personas, pero siempre será un peligro para algunos intereses con suficiente dinero y poder para sepultar lo que deseen. Ojo que dije algunos, no dije todos, porque si bien es una infección, menos mal que aún no se generaliza, pero podría.
Es difícil esperar que la áspera relación entre periodismo y poder se lime. Hasta cierto punto debería ser así, puesto que la controversia bien enfocada y el conflicto inteligentemente cubierto, beneficia a la ciudadanía a que sepa quién es quién y cuál es cuál. Pero, pasar a la agresión venga de donde venga, y degenerar en cierre, censura o violencia, es algo que solo se podrá evitar con el fortalecimiento del gremio (de por sí, dividido) y el respaldo de la ciudadanía (mayormente indiferente).
Solo para recordar por qué existimos en el planeta, invitaría a buscar, descargar, ver y rumiar dos películas: 'Todos los hombres del presidente', basada en la investigación épica del Washington Post y que se trajo abajo a la administración Nixon, o 'El síndrome de China', una obra de ficción protagonizada por Jane Fonda, Michael Douglas y Jack Lemmon. Quienes quieran algo actual, les recomiendo 'Fuego sobre Bagdad' con Michael Keaton, basada en cómo realmente CNN cubrió la I Guerra del Golfo.
Aunque, pensándolo bien, toda profesión o actividad que sea vista como un riesgo por los intereses económicos o políticos, buscará ser mermada o desvanecida a como dé lugar: la educación, la salud, la justicia, la seguridad ciudadana, la libre competencia, la diversidad, la cultura, el arte... en fin, todo lo que nos haga más independientes y libres.
Si no, busquen y miren 'El profe' con Cantinflas.
Piura también tiene sus mártires, como Godofredo García baca (+ Somate Bajo, 31/03/2001), que se suma a una larga lista de atentados con pérdidas humanas, en los que el caso más reciente es el de la dirigenta shipibo-conibo Olivia Arévalo cerca de Pucallpa, Ucayali.
Por ahora, aquí cruzando la frontera, nos faltan tres; y si seguimos desunidos e indiferentes, comenzarán a faltarnos más. Y al dinero y al poder poco le importa que falten más o que falten todos, a menos -reitero- que nuestra respuesta conjunta sea la unidad y la solidaridad.
(Opina al autor. síguelo en Twitter como @NelsonSullana)