ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Esta semana, mi compañero Marco Paulini publicó un conmovedor caso para remecernos en nuestra anomia respecto a los derechos de los y las adolescentes, en especial de ellas*, y mi memoria (a pesar de lo que diga cierto chamán de computadora) automáticamente me recordó una denuncia que uno de ustedes (sí, un varón) me contó casi en susurro, y que ocurre a 40 minutos en station wagon desde Sullana.
En el distrito de Querecotillo está el caserío de Santa Victoria, que lo recordamos por ser uno de los sitios probables para construir un reservorio satélite a Poechos; pero lo que nadie sospecha es que hay familias que arreglan los matrimonios o las convivencias de sus hijas adolescentes –unos 14 años en promedio, según lo que me contaron- con adultos que les exceden el doble de su edad.
El razonamiento es primariamente perverso: como la chica ya puede concebir y se asume que ya sabe las tareas básicas de la casa –perpetuación del rol de género que nuestra sociedad sigue asignando a las mujeres-, y representa una carga económica en un hogar pobre y de partos múltiples, entonces ya está lista para irse de casa con alguien a quien sirva en todos los aspectos y que la mantenga.
Sé que es un chiste malísimo el que diré y sonará a escarnio, pero hasta donde pude averiguar, no hay casos de chicos de 14 en promedio que hayan sido entregados a mujeres de 28 a más para los fines que la interesada crea conveniente, lo que confirma, al menos teóricamente, el enfoque machista de esta ‘costumbre’, porque así me la han querido vender: “Siempre lo hemos hecho y nadie nos dice nada”.
Para quienes deseen hacer sofismo (el 95,5% de la población machistamente activa), esto nos remonta al efebismo, es decir, una costumbre griega clásica en la que un adulto adoptaba a un adolescente de quien se convertía en su mentor y protector a cambio de tenerlo como amante. Sí, Sindicato Homofóbico de Sullana, y las fiestas donde se pescaba chibolos se llamaban ‘symposium’. Nada que ver con el significado que le damos ahora, pero ya saben de dónde viene.
Lógico que lo del efebismo era entre varones, pero en el caso de Santa Victoria no sé qué término ponerle aunque sí me queda claro cuál es el escenario legal, aunque no sea abogado: si una persona adulta mantiene relaciones sexuales con una persona menor de 18, aunque sea consentida, es violación, delito según recuerdo.
Lo de la costumbre en verdad es una justificación bien fácil que trata de disculpar el no haber tenido templanza suficiente para someter a una mujer al deseo sexual masculino, explotando al máximo su rol reproductivo, como si fuera parte del ganado o la decoración hogareña. Machismo, al fin y al cabo.
Y hay dos argumentos fuertes que se traen abajo el de la costumbre: hace más de cuarto de siglo que las campañas de planificación familiar están en el aire, y si las chicas dadas tienen 14, por simple matemática, no revela falta de información sino falta de voluntad; por otro lado, Santa Victoria no es una comunidad sin contacto, lejana a la civilización (está entre dos capitales distritales), por lo que desconocimiento de la ley no exonera la pena.
Por lo mismo, los padres y las madres que entregan a sus hijas son tan culpables como quienes las reciben y son incapaces de madurar psicológicamente para conquistar una mujer y terminar adquiriendo una esposa. Pero también es culpable la gente que sabiendo lo que pasa allí, se ha quedado callada por temor, porque no es su problema o porque ‘así es la vida’. Y no, así no es la vida.
En todo caso, qué valiente ha sido el varón que se animó a contarme el tema sabiendo que lo iba a publicar sí o sí.
Toda persona tiene derecho a tomar sus propias decisiones y a delinear qué hará con el resto de sus años para realizarse, incluso si opta por dedicarse a la noble chamba de administrar un hogar; por lo mismo, nadie puede interferir en ese proceso, ni puede obligarle a tomar un destino que quizás no desea.
Sospecho que el caso de Santa Victoria se sabe ahora por este relato en confidencia y porque está junto a la carretera; entonces, no es descartable que más adentro este patrón pudiera estarse repitiendo. En todo caso, corresponde a la autoridad competente indagar, educar si cabe y reprimir antes que la ‘costumbre’ degenere en violencia de todo tipo, embarazo adolescente, muertes maternas (ahora de moda) o feminicidios.
Francamente el machismo nos hace comportarnos peor que reptiles; mas bien las lagartijas parecen tener mayor dignidad.
* http://marcopaulini.blogspot.pe/2016/06/blanca-y-radiante-va-la-novia.html
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