Pariñas/Talara (ERP). Como es de conocimiento público, los robos y asaltos en Talara se han incrementado en forma alarmante. La otrora ciudad tranquila ya no lo es más, pues los hurtos se incrementan día a día. La creciente inseguridad ciudadana se refleja en las estadísticas que se registran en las PNP y el Serenazgo. Los robos de celulares, billeteras, bolsos y mochilas se producen en cualquier lugar y a toda hora.
Para dialogar acerca de los efectos psicológicos que pueden causar en una víctima de robo o asalto, dialogamos con el especialista en Salud Mental del Centro de Salud II del Minsa Talara, Víctor Bossio Rodríguez.
Según el psicólogo del Minsa Talara, dos trastornos principales (no excluyentes entre sí) se observa en las víctimas de robo, asalto o atraco: el síndrome por Estrés Post Traumático y la paranoia, ambos con una duración mayor a los doce meses luego de ocurrido el hecho generador. Las víctimas, dice, también manifiestan temores o desconfianza excesiva con respecto a la gente anda en la calle o por la ciudad.
Bossio Rodríguez explica que en el caso del Trastorno por Estrés Postraumático, los síntomas más comunes en las personas que son asaltadas por delincuentes son: incapacidad de conciliar el sueño (insomnio), la vuelta indeseada del recuerdo negativo, apreciación negativa de los demás, pérdida del sentido de libertad o autonomía, la incapacidad para relacionarse con otros (temporalmente) basado en un aumento de la desconfianza, la autoculpa (sentirse responsable del hecho, principalmente por conductas de omisión).
En ese sentido, señaló que todas estas manifestaciones, si no son tratadas, pueden desencadenar estados altos de frustración e ira, lo que lleva a una menor calidad de vida social que se refleja en conductas agresivas, y menos tolerancia hacia otros.
Mientras, dijo el especialista en Salud Mental, la paranoia (también frecuente luego de un robo o atraco), implica un alto nivel de desconfianza hacia los otros y pensamientos de persecución.
“Un ejemplo, es el temor a todo motorizado (si los delincuentes usaron ese medio de transporte), a quienes usan gorras o franelas de algún color específico (si eran igualmente usado por los delincuentes), y ello, trae como consecuencia (si no fuera tratado), incluso, un estado de aislamiento progresivo social (evitar salir, para evitar ser víctima de robo) o de rechazo a todo colectivo que pueda identificar como “su enemigo”; concluyó.