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Mayushín y los espíritus de la ayahuasca, primera novela de Percy Ipanaqué

Cultura
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ERP. En un país dividido en dos territorios con conflictos permanentes: el de las ciudades de los grandes empresarios y emprendedores hispanoparlantes, y el de las poblaciones de la costa, sierra y selva, mayoritarias y multiparlantes, donde la voz política –como lo sostiene la filósofa y antropóloga María Eugenia Ulfe (citada por Hernán Floríndez)– “habla” de la gastronomía, la Marca Perú y la riqueza de la diversidad, pero cuando la “diversidad” grita o reclama, hace oídos sordos y recurre a la represión y al ruido de sus medios (p. 4).

Por Rafael Gutarra Luján
Escritor

Así, en ese clima, ningún libro llega mejor que Mayushín y los espíritus de la ayahuasca (2021), primera novela de Percy Ipanaqué Navarro, escritor y abogado piurano-pucallpeño, asentado en la ciudad de Piura, autor del relato Los apóstoles de la muerte (2007) y el poemario El paraíso en llamas (2008).

Mayushín”, según el breve vocabulario amazónico incorporado al final del relato, significa en lengua shipiba: “Tierra de demonios”. Y es que las poblaciones aborígenes de América, en respuesta a las atrocidades cometidas por los conquistadores españoles en nombre de Dios y de los reyes católicos, han visto con más agrado la figura del diablo. La historia que se cuenta está situada en un territorio donde prima la cosmovisión shipibo-conibo de Pucallpa, (de Puka Allpa) un topónimo quechua que, al igual que el shipibo May Ushin, significa “Tierra roja”, debido tal vez al desmesurado ardor que se le otorga a la vida.

En esta novela los personajes se construyen con su propia voz. Hasta “el río parece que hablara como fiera” (p. 11), dice la voz narradora en español andino selvático, una lengua matizada de palabras y exclamaciones quechuas: Chullachaqui, ¡achachau!, ¡cho!, palabras híbridas de español y quechua: buchizapa, huicapear, o palabras que provienen de las lenguas amazónicas: Ronín, posheco, ocohue, potocho. Y lo que se cuenta es el “viaje” emprendido por Juanito, Shaco y Cupisita, tras la ingesta de una dosis de ayahuasca que su abuelo don Fernando Barbarán, un brujo que canta icaros y “cura enfermedades que ni los doctores de la ciudad pueden” (p. 15), ha preparado para sanar y limpiar los cuerpos, las almas y las mentes.

La historia, narrada en planos superpuestos, desarrolla los momentos de sanaciones que realiza Mashco Yushín (nombre en shipibo de don Fernando Barbarán que significa “hombre con naturaleza de demonio”) en colaboración con los bufeos, el Supaymama, la sirena Québonita y los espíritus de la selva; el viaje emprendido por Juanito, la voz narradora, a un no-lugar donde no existe ni el tiempo ni la forma de las cosas, lo que le permite ser testigo de la creación según “otra” visión del mundo; y es por ello, también, que se involucra en una serie de aventuras con el Chullachaqui, un duende selvático que, en venganza por haberlo descubierto cuando jugaba “peloteada” disfrazado de humano, lo lleva con engaños a su mundo, al Mayushín, a la “Tierra roja”, a la “Tierra de demonios”.

Juanito, luego de numerosas peripecias, retorna a su pueblo junto a su hermanita Cupisita, montados sobre el lomo de Ronín, la serpiente creadora de todo lo existente, que vuela alto, “arriba de las nubes”, donde “hay un río”, cuenta, “yo lo reconozco enseguida, ese río es el Aguanegra” (p. 143), y siente la proximidad de su terruño. En la casa de Mashco Yushín (el abuelo Fernando Barbarán) empieza a amanecer y la “mareación” –ese efecto producido por la ayahuasca– se desvanece.

Jacqueline Arellano, profesora de Historia que enseña en la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Piura, en un momento de descanso, después de elaborar las preguntas del examen de admisión, me contó sobre el guacamayo que cría en su casa. En sus primeras noches, para sentirse acompañado, producía los distintos sonidos que había escuchado a lo largo de su vida: gritos de monos, añujes, sajinos, jaguares, ronsocos, sachavacas, ayaymamas... Después de haber leído la entrevista que Laura Plitt le hiciera a Jennifer Ackerman, autora del libro El ingenio de los pájaros, y después de haber escuchado esta historia, siento mucho cariño y respeto por esos magníficos voladores emplumados.

De la misma manera, Percy Ipanaqué Navarro ha construido un mundo de voces para sentirse –y hacer sentir– que no está solo en la inmensa soledad y el vacío de las grandes ciudades. Antonio Cornejo Polar (1978) consideró que más importante que las historias relatadas es la lengua o dialecto que se usa para escribir estas historias (pp. 76-79). Esto es así porque el lenguaje asumido permite el acceso a un tipo de lectores ideales. La poeta, narradora y ensayista argentina María Cristina Chiama (2010) considera que, entre los lectores posibles, además de los seducidos por los virajes de la historia, también hay los que se interesan por la organización de la realidad a partir del universo creado (p. 33).

Mi abuelo vuelve a hablar con su voz que no es su voz, sino la voz de la ayahuasca”, dice Juanito. “Hay que aprender a vivir con todos, hijo”, le reprende su abuelo, el brujo Mashco Yushín, “has sido muy malo con el Chullachaqui. Él no es malo… No le hace daño a nadies” (p. 41). Se resalta la palabra nadies, que aparece más adelante en boca de otro brujo, don Víctor Sangama: “Hace años nadies pasa por aquí” (p. 126). Y el aquí tiene que ver con la presencia de los hombres blancos que esclavizan, matan, violan y dañan en la selva, derrotados solo por ese gran taita que fue el guerrero campa Juan Santos Atahualpa. Ese nadies se corrige por nadie en su propia voz: “Nadie podrá salvarte, Aurora” (p. 126), dice repitiendo la voz de la Achiquínvieja, una bruja que convirtió a su hija Aurora en un batracio. Una palabra es corregida por otra palabra. Un dialecto, a través de la apelación de la palabra auténtica, intenta eliminar a otro dialecto pronunciado por la misma voz.

Juanito, la voz que cuenta la historia, quiere sabiduría “para guiar a su pueblo, para sacarlo de tanta pobreza y maltrato de los blancos” (p. 131). La voz que pronuncia nadies parece haberse convertido en voz política, pero no es así. Tanto en la realidad, como en la ficción, es una voz enmudecida: nadie escucha sus gritos o reclamos en medio de tanto barullo producido por los medios de comunicación. Capa Barim, la pequeña ardilla, “con su piel medio gris y blanco” (p. 57), que le ayuda tanto a Juanito en los momentos difíciles, que ha perdido a su pareja y a sus crías, no tiene voz, solo las ganas de seguir viviendo, solo las ganas de ayudar y ser ayudado, y “corre de felicidad de un sitio a otro” (p. 61).

Slavoj Žižek, en las palabras preliminares al libro de Madlen Dolar (2016), menciona que “la voz adquiere una autonomía espectral, nunca termina de pertenecer del todo al cuerpo que vemos” (pp. 11-12). En esta novela, la voz de la ayahuasca, al otorgar sabiduría, debe guardarse en el espíritu, no en el cuerpo (p. 131). La voz de la ayahuasca aspira a ser escuchada y preservada por todos, como una suerte de invocación de la que no se puede escapar, “silencio que no pueda silenciarse”. Y es que finalmente “nos convertimos en lo que somos”, dice el narrador, “en aves, en culebras, en árboles: Somos armonía con el monte” (p. 101). Antonio Cornejo Polar (1998) ya había explicado que José María Arguedas amplió el horizonte de la fraternidad a la naturaleza e imaginó “un mundo donde si alguien llora todos (hombres, animales, plantas) sufren y donde si alguien goza todos (y nuevamente ese ‘todos’ es universal) se sienten felices” (p. 95).

Por la cohesión de voces dispersas y la búsqueda de conciliación con la naturaleza y el mundo espiritual, Mayushín es un relato polifónico, contestatario y utópico, como aspira ser toda novela que esté a la altura de su tiempo, y se abrirá camino por su propia cuenta. Por ahora Sietevientos, la casa editora independiente que publicó este libro, ha impreso un tiraje de algunos cientos de ejemplares. Esto por la pandemia y por la economía golpeada de sus potenciales lectores. Para las próximas ediciones tal vez aumenten sus tirajes. Le auguramos muchos lectores y la mejor de las suertes.

Referencias bibliográficas

  • Cornejo, A. (1978). El indigenismo y las literaturas heterogéneas, su doble estatuto sociocultural. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. (4), pp. 67-85.
  • Cornejo, A. (1998). La literatura peruana. Centro Virtual Cervantes, Boletín AEPE Nº 30. Recuperado de https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/aepe/pdf/boletin _30_16_84/boletin_30_16_84_08.pdf.
  • Chiama, M. (2010). ¿Cómo leemos literatura en el aula? Estrategias para la promoción de la lectura. Buenos Aires: Editorial Biblos.
  • Dolar, M. (2007). Una voz y nada más. Buenos Aires: Manantial.
  • Floríndez, H. (2021, 18-24 junio). El hombre que entrará a palacio. Hildebrandt en sus trece. (Año 12), p. 4.
  • Plitt, L. (2020, 31 de enero). Los pájaros pueden pensar lógicamente y razonar al mismo nivel que los niños. Entrevista con Jennifer Ackerman. HayFestivalCartagena@BBCMundo. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-50910322.
Diario El Regional de Piura

 

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