ERP. Marco Martos, es un destacado poeta piurano; recientemente recibió el Grado de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Piura. Houdini Guerrero Torres, aprovechó la presencia del vate en esta localidad para dialogar sobre su visión de la poesía, su último libro dedicado a su tierra natal y otros temas de vigente actualidad. Nos responde, con la sapiencia de quien ha dedicado su vida a la creación literaria.
HG. Es imposible no empezar preguntando sobre la experiencia de la lectura de tu poema El Perú en la inauguración de los Juegos Panamericanos. ¿Qué sentiste? ¿Qué representa en tu trayectoria vital?
MM. Sentí mucha alegría, un poema mío de cierta popularidad en medios escritos por primera vez llegaba a una multitud de compatriotas pues conecta con sentimientos profundos de millones de peruanos. Los poemas son equivalentes de los hijos, el poeta los quiere a todos por igual, pero este poema “El Perú” ha llegado más lejos. En cierta medida está llamando la atención sobre el conjunto de mi poesía.
HG. ¿Es la poesía una iluminación o una compensación?
MM. Rimbaud escribió un libro que se llamó “Iluminaciones” Ser una iluminación es una aspiración de todo poema. Tener intensidad. El otro lado, lo que no se ve habitualmente, es el tiempo interminable de trabajo, verdad que grato siempre. Escribir poesía es mi forma de estar en el mundo. No una compensación a alguna carencia.
HG. En una época como la que vivimos signada por la tecnología. ¿Tiene poder la poesía? ¿Para qué sirve leer poesía?
MM. La poesía tiene un aroma de oralidad asociado a sus principios y vuelve siempre a ser recitada, aunque se escriba. Aprovecha todos los medios existentes, el papel y su forma tradicional: el libro. Como un pequeño jinete, gracias a la tecnología se monta sobre aquello que aparentemente la opaca o disminuye, la radio o la televisión, o los medios digitales. Nunca se escribió más poesía que ahora. Los medios digitales difunden a poetas que antes permanecían anónimos. Cuando está bien hecha la poesía conmueve a un lector, conecta con sus vivencias, las expresa de modo nítido. Homero, por ejemplo expresa el sentimiento de aventura compartido por casi todos los seres humanos y la voluntad del regreso, también universal. Y Vallejo nos habla de nosotros mismos, de nuestro dolor y de nuestra esperanza. La poesía, como el lenguaje mismo sirve para todo, para comunicar nuestros sentimientos más íntimos. En algunos momentos claves para una sociedad el poeta es el hechicero de la tribu.
HG. ¿Cómo ubicas tu poesía frente a lo escrito por tus compañeros de la generación del 60?
MM. Es un invento peruano eso de tener generaciones cada diez años, pero en fin, es un modelo que muchos aceptan. Los seres humanos, siempre somos seres de transición, entre una manera de ver el mundo y otra que aparece. Varios de los poetas de los años cincuenta como Romualdo o Valcárcel o Rose, creyeron que había posibilidades de un cambio drástico en la sociedad peruana a través de una revolución. También eso creyó Javier Heraud. Su trágica muerte en 1963 nos conmovió a quienes lo conocimos y quisimos.
Desde mis primeros escritos, gracias a conocer bien la poesía de Nicanor Parra, procuré escribir de manera diferente a Cisneros, Hinostroza, Hernández, mis contemporáneos. Y también diferenciarme del propio Parra. Han pasado décadas y ahora muchos reconocen ese esfuerzo.
HG. Eres poeta y Presidente de la Academia Peruana de la Lengua. ¿Cómo concilias ello siendo –aparentemente- la primera una actividad ligada a la libertad y la otra al orden?
MM. He procurado siempre que mi poesía junte tradición e innovación. Principalmente soy poeta. Con todo el cariño que le tengo a la Academia Peruana de la Lengua y la satisfacción de llevarla por el mejor camino como intento cada día, tengo que decir que ese cargo es provisional. Lo que ocurre conmigo es que desde joven he querido ser un intelectual orgánico de la sociedad peruana. Por eso nunca he rehuido las responsabilidades ni en la universidad ni en la Academia, ni en el Jurado Nacional de Elecciones.
HG. Tu padre fue un intelectual importante en Piura. Llegó a publicar algunos escritos en Amauta y Variedades. ¿Influyó su figura en tu decisión de dedicarte a la literatura?
MM. De niño me asombraba que mi padre fuese tan popular en la sociedad piurana, tenía “ángel” como se dice. Nunca me insinuó que me dedicase a la literatura y se asombró cuando dejé la carrera de derecho. Pero tenía muchos libros, o a mi parecían muchos, y los dejaba a la mano para que yo leyese lo que desease. Pero ahí estaba, apoyándome siempre y ahora pienso que fue decisivo para mi afición a las letras y a la poesía. Cuando me concedieron el premio nacional de poesía, el más feliz fue él.
HG. Cornejo Polar afirmaba que “el desplazamiento migratorio duplica (o más) el territorio del sujeto y le ofrece o le condena a hablar desde más de un lugar”. ¿Consideras que tu discurso poético es doble o múltiplemente situado?
MM. Es verdad en mi caso. Siempre hablo como piurano, como peruano, como un hombre de “extremo occidente” como decía en frase exacta Rodolfo Hinostroza, y procuro estar atento a nuestra diversidad cultural.
HG. ¿Es la primera vez que dedicas un libro entero a Piura? ¿Qué encontrará el lector en Piura, espejismo de eternidad?
MM. Hay un poema del libro que se pregunta por el destino de mis poemas y el de sus lectores actuales y la voz que escribe se responde que todos desaparecerán, lo único que seguirá es Piura que parece eterna, pero no, es un espejismo de eternidad. Debía este libro a Piura, más allá de las peripecias personales.
HG. ¿Piura es, en tu poesía, una herida viva y sangrante o una nostalgia pacífica?
MM. Para nacer es bueno cualquier lugar, la identidad se forma con el tiempo, ser piurano para mí es una bendición, no es ni herida ni nostalgia.
HG. ¿Por qué el desierto es una imagen constante en tu poesía, a lo largo de toda tu obra?
Conozco nuestros arenales, y sus oasis. Los amo.
HG. ¿Cómo recuerdas al antiguo barrio norte de la ciudad de Piura?
MM. Piura era diminuta, y el barrio norte más todavía, la mangachería, mi lugar favorito y el Club Escudero era algo de lo mejor. Había un futbolista que hacía goles olímpicos en el viejo estadio, ayudado por el viento en el estadio municipal: Gustavo García.
HG. ¿Es cierto que tu padre, Néstor Martos, ponía música clásica a todo volumen por las ventanas de su casa, en las tardes veraniegas de Piura, para educar el oído de los habitúes de la Plaza Salaverry?
MM. Eso se decía y lo ha escrito en su primera novela Miguel Gutíerrez.
HG. “Lo único que me exalta es la libertad”, dijo André Breton en el primer manifiesto surrealista. ¿Qué exalta a Marco Martos?
MM. Coincido, sin libertad, no hay nada.
Marco Martos, mantuvo, mantiene su profunda vinculación con Piura por ser el lugar donde vio la luz, pero al mismo tiempo, el lugar donde su padre recibió de su generación el aprecio por su saber y su carisma. Su libro dedicado a la región Piura, es una manifestación a esas vivencias y experiencias.